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Gary S. Becker

¿Qué pasa con la desigualdad?

La desigualdad viene retrocediendo desde hace varios años, y no es tan extrema como se dice.

Hace unos meses los medios se hicieron eco de un informe de la ONU que sostenía que el 2% de los adultos más ricos posee la mitad de los bienes del planeta. Estaríamos, pues, ante una distribución muy sesgada. Sin embargo, no lo es tanto cuando se aclaran los conceptos. Por otro lado, habría que decir que la desigualdad viene retrocediendo desde hace varios años, y que no es tan extrema como se dice.

El informe de la ONU ha sido elaborado por muy buenos economistas. Es, además, un trabajo meritorio en lo que trata de hacer: medir el valor –en el año 2000– de la distribución mundial de los activos netos, es decir, sin tomar en consideración las deudas. Los autores tuvieron acceso a las estadísticas de determinados países, que, juntos, suman más de la mitad de la población mundial; y tuvieron que hacer estimaciones para el resto. En el documento no se dice qué ha pasado con la desigualdad a lo largo del tiempo, aunque algunos informes periodísticos sostienen que revela que ha venido aumentando en las últimas décadas.

Las estadísticas muestran, por el contrario, que la desigualdad de ingresos se ha reducido notablemente desde 1980. Esto se debe sobre todo, aunque no sólo, al crecimiento excepcional experimentado por China y la India, esas dos naciones pobres que albergan el 37% de la población mundial. Otros estudios demuestran que el porcentaje de personas que vive con 1 o 2 dólares diarios se ha reducido considerablemente en los últimos 25 años.

Los sueldos, no las ganancias sobre el capital invertido, son el factor determinante de los ingresos de la mayoría de la gente, tanto en las naciones ricas como en las pobres. En otras palabras, la gente tiene la mayor parte de su riqueza no en los activos, sino en el capital humano. Éste lo determinan la educación, la preparación, la nutrición, etc. Los ingresos provenientes del capital humano triplican los provenientes de las inversiones. Pues bien, esa riqueza producto del capital humano goza de una distribución mucho más pareja.

En materia de salud, la desigualdad entres países ha disminuido mucho a partir de 1960, si bien la de ingresos ha aumentado considerablemente desde 1980 en Estados Unidos y en muchos otros países, en parte debido a la alta rentabilidad de la educación y de los demás componentes del capital humano. Esta mayor desigualdad parece estar relacionada con la tecnología y la globalización, que han provocado un aumento de los ingresos de la gente mejor preparada. Sin embargo, la desigualdad en términos de expectativa de vida se ha reducido en los países desarrollados, dado el más fácil acceso para todos a la atención médica.

Mis argumentos no deben interpretarse como una muestra de conformidad con los niveles de desigualdad en EEUU, en cualquier otro país o entre las distintas naciones. Por ejemplo, creo que EEUU debería conseguir que terminasen el bachillerato y accediesen a la universidad un número mayor de jóvenes procedentes de familias pobres. Los últimos 25 años han sido devastadores para la gente sin preparación, pero no es un problema fácil de solucionar. La legalización de las drogas evitaría que los jóvenes pobres de los barrios degradados tuviesen la tentación de abandonar los estudios para traficar con sustancias prohibidas. Asimismo, soy partidario de incrementar el grado de competencia entre las distintas escuelas.

Las naciones pobres debieran seguir el ejemplo de China y la India, abrir sus economías a la competencia y el comercio internacional para lograr, también ellas, rápidos crecimientos. Las naciones ricas, por su parte, deben reducir sus barreras a la importación de productos procedentes de los países en desarrollo.

En conclusión, debemos ser conscientes de que la desigualdad de ingresos reales, lejos de aumentar, se ha reducido sustancialmente en los últimos 25 años. No obstante, queda mucho por hacer en el campo de la igualdad de condiciones; y es un error concentrar la atención en la igualdad de bienes, pues es un componente de la desigualdad, pero no el esencial, como tampoco lo es en lo relacionado con el bienestar.

NOTA: Este artículo se publicó en el suplemento "Ideas" de Libertad Digital el 30 de enero de 2007. Gary S. Becker, uno de los más notables economistas del s. XX, Premio Nobel de Economía en 1992, falleció en Chicago el 3 de mayo de 2014.

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