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La Ilustración Liberal

Uruguay: Lecciones de dignidad a Cuba

Cuando el Uruguay resolvió, la pasada semana, acompañar la moción a presentarse ante la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, para exigir a Cuba que reciba a un comisionado de ese organismo para evaluar la situación de los derechos humanos, el gobierno del dictador cubano inició de inmediato una calumniosa ofensiva contra nuestro país. Fidel Castro cree, aún, que puede ofender a alguien, cuando, en esa materia, no lo hace quien quiere, sino quien puede. Y, con terco infantilismo, cree, también, que su política de falsedades puede ser tomada en serio por alguien más que el demencial Hugo Chávez.

Y bien, el canciller cubano Roque Pérez trató, entonces, al gobierno uruguayo de 'genuflexo ante los intereses de los Estados Unidos', dijo que ese voto era 'una prueba de un servilismo virtual' y que el presidente uruguayo prefería los 'mercados a la honra'.

La respuesta del Uruguay no se hizo esperar. Llamó de inmediato al embajador acreditado en La Habana, y aún lo tiene en Montevideo; y exigió una rectificación. Como anteriormente a esta contundente respuesta el Uruguay había manifestado su interés en comprar vacunas cubanas, sin que lo esperaran llegó desde la isla castrista un avión con 200 mil dosis, con carácter de 'donación'. El plan de ablande no tuvo efecto; ese mismo día, el presidente uruguayo, Jorge Batlle, dijo que no se aceptaban donaciones de Cuba y el valor de las vacunas sería debitado de la deuda de más de treinta millones de dólares que Cuba mantiene con el Uruguay.


La izquierda, con Cuba

¿Qué hubiera ocurrido si los agravios hubieran venido del lado de Pinochet? ¡Dios mío! Pero como el dictador era el anciano de la isla, en la izquierda reinó el silencio y, a la hora de las definiciones, se alineó con ella. El Partido Blanco (que cogobierna con el partido Colorado, del presidente Batlle) planteó en el Senado una condena ante los agravios y una moción de repudio 'a la agresión injustificada e insultante de ese régimen totalitario a la dignidad nacional', la que fue aprobada por ambos partidos tradicionales.

La izquierda, en cambio, agrupada en el Frente Amplio (cuyo líder, Tabaré Vázquez, visitó Madrid la semana pasada), no apoyó la moción de condena a Cuba. Se alineó a ella. Dijeron que el Uruguay estaba haciendo el juego a Estados Unidos y, entre otras tonterías, elogiaron la 'democracia social' que existe en Cuba.

El debate ideológico puso en evidencia la enorme distancia que, afortunadamente, separa al Uruguay de Cuba, razón por la cual no es improbable que se suspendan las relaciones con esa isla. Y, puesto que se trata de una dictadura que avasalla los derechos humanos, el Uruguay decidió dar un paso más contra el régimen falsario de Castro, al cual (como observó con gracia, aquí, un legislador) sólo defienden el Frente Amplio del Uruguay, el inefable Maradona y su representante, Cóppola.

El paso fue dado por Uruguay pocos días después: lo concretó el presidente Batlle, en Costa Rica, donde decidió no sólo acompañar la moción de evaluar los derechos humanos en Cuba, sino hacerla él. Y así se hizo.

La disidencia cubana reaccionó de inmediato, con júbilo, felicitando al Uruguay por haber presentado ante el 58° periodo de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, el proyecto de resolución que brega por el respeto de esos derechos y mayores libertades civiles y políticas en ese país. 'La noticia es histórica', dijo Radio Patria, 'porque, por primera vez en trece años, un hermano país latinoamericano toma esta iniciativa de la dignidad'. Entre las manifestaciones de elogio al Uruguay, en Nueva Prensa Cubana se señaló que 'el canciller Felipe Pérez había dicho que el país que se atreviera a presentar el proyecto sería un Judas, pues apareció el país, y resultó ser San Judas Tadeo, el abogado de lo imposible'. La resolución del Uruguay encontró el vasto respaldo internacional.

Artículo publicado en el número 896 de la revista Época

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