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La Ilustración Liberal

Lecciones de crisis económica de Brasil

Finalmente, ha ocurrido lo que se temía desde hace mucho tiempo. Brasil no ha podido sostener su tipo de cambio, ha tenido que devaluar y su economía ha entrado en una profunda crisis, arrastrando a ella a los principales países de Sudamérica, y en particular a la Argentina. No obstante, este desenlace no debiera sorprender a ningún observador advertido; tampoco será justo pensar en que sólo la crisis del sudeste asiático o la caída en los precios de los commodities (materias primas) son causales de esta situación.   De hecho, la economía de Brasil adolece de problemas estructurales gravísimos, que en los últimos tiempos se agudizaron y generaron la actual coyuntura. También Argentina, mucho más avanzada en el proceso de transformaciones, tiene determinadas realidades en su estructura económica que la hacen extremadamente vulnerable ante contingencias como las presentes. Y en ambos casos estas realidades tienen estrecha vinculación con la falta de reformas de fondo o bien con la forma inadecuada en que estas reformas fueron llevadas adelante. 

Las causas de la crisis en Brasil

Los principales problemas estructurales del Brasil en los últimos años, pasan claramente por la estrategia "desarrollista" que significó una fuerte intervención del estado en la economía y que trajo como consecuencia una creciente presencia del sector público, tanto a nivel federal, como en los estados y gobiernos locales. Así creció el gasto publico, se incrementó fuertemente el déficit fiscal –alcanzando en 1998 el 8% del PIB– y se generó una deuda pública enorme e inmanejable.  Ciertamente, las dudas de los operadores y de los mercados sobre la posibilidad de que el Gobierno de Cardozo pudiera afrontar con éxito la solución al problema del endeudamiento público, fue la causa principal de la devaluación del real ocurrida meses atrás. Tengamos en cuenta que esta deuda pública, que era en 1985 equivalente al 14% del PIB, llega hoy a la astronómica cifra de 380.000 millones de dólares, es decir casi 40% del PIB. Es importante señalar que cerca de un tercio de esta deuda es responsabilidad de los gobiernos estaduales y de los municipios, que han sido parte esencial en el aumento de las erogaciones públicas, de la mano de un esquema de regulaciones, dádivas y privilegios que forman un sistema político ineficiente y corrupto.

Pero el problema no termina ahí, ya que una parte muy significativa de esta deuda –alrededor de 120.000 millones de dólares– está concentrada en el muy corto plazo, generando cargas altísimas por los intereses a pagar. Así es como el estado ha llegado a pagar intereses que en algún momento alcanzaron el 40% anual.En este contexto, con un Gobierno no muy convencido de la necesidad de aplicar una "cirugía mayor" y con severas restricciones políticas para intentar las transformaciones que Brasil requiere, no se ha alcanzado el apoyo del Fondo Monetario Internacional ni del Banco Mundial para trasmitir confianza a los mercados. No ha bastado siquiera la promesa del presidente Clinton –promesa, por cierto, muy devaluada por sus propios problemas domésticos– de que "EE.UU. no dejará caer a Brasil".

Lo cierto es que el real se ha devaluado un 50%, las reservas internacionales cayeron en pocos meses de 75.000 a 35.000 millones de dólares, el país afronta una profunda recesión y el inicio de una espiral inflacionaria, mientras los políticos miran para otro lado. No parece haber voluntad, al menos en el corto plazo, de hacer los profundos y postergados cambios que la economía brasileña necesita para salir adelante.

El impacto en Argentina

Obviamente, Argentina es el país de América del Sur que más está sufriendo las consecuencias de esta situación. Y este impacto puede apreciarse en dos aspectos: los mercados financieros y el comercio internacional. Por el lado financiero, la retracción de los inversores internacionales hacia la región ha dificultado el financiamiento del estado y de las empresas nacionales, y elevado considerablemente el costo de ese financiamiento. Adicionalmente ha castigado fuertemente a la Bolsa local, que, sin fondos del extranjero, ve transcurrir sus días entre la abulia y la desconfianza.

Esto refleja, no obstante, una de las principales debilidades de la economía argentina: su excesiva dependencia de los capitales financieros. Lo que, a su vez, se vincula con el aumento del gasto fiscal y de la deuda pública y la consiguiente necesidad de financiarla en los mercados financieros internacionales.

Por el lado del comercio exterior, el impacto es también muy fuerte. Argentina es "brasildependiente", le vende 34% de sus exportaciones totales y más del 60% de los productos industriales exportados van a Brasil. En particular algunos sectores, como el automotriz y el de tractores, tienen prácticamente todo su comercio hacia o desde Brasil. Desde luego, el golpe será más que considerable y las primeras estimaciones permiten inferir que las exportaciones argentinas caerán este año entre un 15 y un 20%.

Sin embargo, también aquí debe señalarse otra debilidad de la Argentina, que tras ser una de las economías más abiertas del mundo a principios del siglo, se había cerrado casi totalmente a partir de la década de los 40. Desde 1989, cuando Menem inicia las importantes reformas llevadas adelante desde entonces, se intentó también reabrir la economía argentina al mundo, pero este proceso tuvo éxito sólo a medias. Las exportaciones y las importaciones siguen siendo muy bajas, en relación al PIB, y la integración comercial tuvo lugar esencialmente entre los países del Mercosur, lo que no es malo en sí, pero pone de manifiesto algunos problemas de competitividad y dificultades para comerciar con el resto del mundo. Como ejemplo puede mencionarse que mientras las exportaciones argentinas al Mercosur crecieron del 23 al 44% del total entre 1992 y 1997, las ventas a la Unión Europea cayeron en ese periodo del 31 al 16%.

Hay, de todas formas, dos aspectos claramente positivos en Argentina durante la actual crisis: la convertibilidad y el comportamiento del sistema bancario. El sistema de convertibilidad peso-dólar se mantiene firme -apoyado por oficialistas y opositores- y no parece haber a la vista ningún riesgo para su continuidad. Incluso el gobierno ha tratado de avanzar aún mas en esta dirección lanzando una audaz y cuestionada idea de "dolarizar" completamente la economía, estableciendo una unión monetaria con EE.UU. En cuanto a la banca, han quedado bien lejanas las "corridas", cierres de instituciones financieras y des- confianza de los ahorristas de los tiempos del "efecto tequila" –cuando en 1995 el sistema financiero perdió 20% de los depósitos en tres meses y desaparecieron cerca de 40 bancos–. A merced de las asociaciones de los bancos locales con bancos internacionales, a ventas y fusiones de entidades, y a la labor del Banco Central, el sistema bancario se encuentra hoy muy fortalecido y cuenta con la confianza de la población. En el fondo, las causas de los problemas son las de siempre.

Las lecciones que deja la actual crisis de Brasil y sus repercusiones en Argentina y en otros países de América es que sus causas son las mismas que contribuyeron a la decadencia de estos países: irresponsabilidad política, aumento en los gastos públicos y los déficit fiscales, endeudamientos estatales desproporcionados, economías semi-cerradas, mentalidad empresarial contraria a la competencia, etc. Incluso en países como la Argentina, que ha avanzado notablemente en el proceso de cambio, queda muy claro que los dolores de cabeza que hoy le genera la situación de Brasil tienen que ver fundamentalmente con la forma y la metodología en que se han realizado estos cambios.

Apertura a medias –manteniendo la protección a los amigos–, integración económica con un bloque regional en vez de con todo el mundo, privatizaciones monopolísticas y regulaciones laborales que aumentan los costos empresariales y la competitividad de la economía, tasas impositivas altísimas para financiar un estado aún enorme e ineficiente, no son obviamente las mejores recetas para ayudar a la transformación, y explican en buena medida los problemas de nuestras economías en las actuales circunstancias.