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La Ilustración Liberal

No, No, No, No y No

A comienzos de 2005, España está viviendo una coyuntura política absolutamente dramática, de la que, en el mejor de los casos, puede salir troceada, y en el peor, absolutamente destrozada. Una de las más antiguas naciones de Europa se enfrenta, por la acción conjunta de socialistas, comunistas y separatistas, a una alteración tan sustancial de su Constitución que, de hecho, puede abolir la Nación Española como sujeto político, raíz de la soberanía nacional y ámbito natural del ejercicio de la ciudadanía. Y lo más grave de esta situación es que el primer agente de la demolición de España como Estado-Nación es el propio Gobierno del PSOE, que, en vez de que pactar los grandes ejes de la política nacional e internacional con el Partido Popular, se ha instalado en el Poder al frente de una alianza de fuerzas antiliberales, antidemocráticas y antinacionales que, a cambio, le imponen la voladura del régimen de libertades nacido de la Transición Democrática y resumido en la Constitución de 1978.

Todo lo que pasa o pueda pasar en España es, evidentemente, de mucha menor importancia política que la puesta en cuestión de su misma existencia. Todo es menos grave en España que la propia liquidación de España. Y, por supuesto, también lo es el referéndum consultivo sobre la Constitución Europea que el Gobierno del PSOE ha promovido por su cuenta y riesgo, sin consenso con la Oposición del PP y con el evidente deseo de convertirlo en un plebiscito que sirva para legitimar su imprevista llegada al Poder mediante la manipulación de la masacre terrorista del 11 de Marzo de 2004 y para conferir alguna autoridad a un presidente que se limita a acatar la de Carod Rovira, el separatista capaz de pactar con la ETA en Perpiñán el asesinato selectivo de españoles en función de su instalación geográfica: en Cataluña, no; en el resto de España, sí. Al mantenimiento de la coalición de Gobierno de Maragall con ERC ha subordinado Zapatero los intereses del conjunto de España. Y el referéndum sobre la Constitución Europea no es más que la cataplasma para ese cáncer instalado en los órganos vitales del Estado.

En rigor, el referéndum es uno más de los actos de fuerza que el Gobierno, a través de un uso masivo y típicamente totalitario de la propaganda, viene perpetrando desde que llegó al Poder. Desde la liquidación de la herencia política de los Gobiernos del PP hasta el acoso sistemático a los católicos y a la independencia del Poder Judicial, no hay un solo ámbito en la sociedad civil que no haya sido menoscabado o agredido, no hay un solo sector identificado con los valores liberales y conservadores que no esté padeciendo la agresión del Poder Ejecutivo. Y es a esa sociedad agredida, es a esa nación en almoneda, es a esa España que ha pasado de ser pieza importante de la Unión Europea y aliada preferente de los USA a simple comparsa de Francia y Alemania, socia de Castro y Chávez, paladín del antiamericanismo y parigual de Gibraltar a la que apela Zapatero para que lo respalde en sus ínfulas tartarinescas. Si la situación no fuera dramática, cabría abstenerse de votar, ya que la opinión de los ciudadanos convocados a las urnas no tiene carácter vinculante. Pero como es dramática, como este Gobierno debe recibir una severa advertencia de que no se puede gobernar con la Antiespaña y contra media España, como la sociedad debe demostrar a estos políticos de saldo que no les va a resultar ni barato ni sencillo llevarla al matadero, es preciso votar NO.

Las compañías indeseables

Una derecha carquiacomplejada y una izquierda antinacional han acabado por convencer a la mayor parte de los españoles vivos de que Europa es algo distinto y mejor que España. Que, como dijo estúpidamente el filósofo metido a político, "España es el problema y Europa la solución". Mentira. Europa no ha sido nunca el remedio para los males de España ni lo puede ser ahora, después de este tratado entre países al que, con artera tergiversación de su verdadera entidad y auténtico significado, se ha dado en llamar Constitución. El gran argumento de la Derecha dispuesta a servir los intereses del Gobierno de izquierdas para votar "sí" en el referéndum de finales de febrero es que con ello quedarán conjuradas las amenazas a la unidad y continuidad de la nación, pero eso es rigurosamente falso. Basta recordar la actitud mantenida por la Unión Europea hace bien pocos años en la crisis mortal de la antigua Yugoslavia para ver que no hay en Europa ni voluntad política ni capacidad militar para evitar no ya la ruptura de un Estado sino el genocidio sistemático y generalizado. No hay sino recordar la postura francesa en la crisis de Perejil, respaldando a su pupilo marroquí frente a España, para comprobar que ningún país europeo, especialmente Francia, se va a jugar ni un euro ni un hombre para defender a España de un enemigo exterior; y mucho menos, interior. No hay nada en la llamada Constitución Europea que lo garantice o simplemente prevea. Si lo hubiera, tampoco se cumpliría, pero es que además no lo hay.

En esa línea de servilismo grotesco, de usar los votos de la Derecha española para fortalecer a la Izquierda Antiespañola, se dice que votar "no" a esta Constitución es hacer lo mismo que los separatistas socios de Zapatero, que van a votar "no" porque el tratado, si bien no asegura las fronteras actuales, tampoco asume el derecho de autodeterminación de todas las regiones europeas como principio constituyente, que es lo que quieren los nacionalistas antiespañoles. La manipulación no puede ser más torpe: tanto votar PP como votar PSOE supone no votar comunista y, sin embargo, se hace por razones no sólo distintas sino opuestas. También podría decirse que los separatistas van a votar lo mismo que la derecha española, al margen de lo que digan las direcciones de los partidos políticos. Y, en rigor, así como, al margen de lo que diga el PP, es posible y plausible que la derecha ideológica vote "no", es harto probable que la escuálida base social del separatismo izquierdista acabe votando "sí" para respaldar y reforzar a Zapatero, el más formidable ariete que nunca pudieron soñar para acabar con España.

Hay otro argumento añadido al anterior acerca de las compañías indeseables. El Gobierno del PSOE no piensa romper su coalición con los separatistas por las diferentes posturas de ERC y PSC, IU y PSOE, ante el Tratado y el plebiscito. Y si a Zapatero la oposición a la Constitución Europea no le parece obstáculo para mantener su alianza con sus actuales socios, ¿por qué debe el PP reforzar esa alianza votando "sí" para que el PSOE se salga con la suya? Si el PSOE tiene tanta necesidad de "síes", que se los pida a sus socios, no a la derecha social, política e ideológica a la que diariamente ataca. La obligación moral y política de la Derecha, precisamente para debilitar esa alianza esencialmente antiliberal y antiespañola de partidarios y detractores de la Constitución Europea que actualmente pasta en el Presupuesto, es votar NO.

La experiencia del referéndum de la OTAN

Aparte de lo farragoso del texto, además de lo contradictorio de los principios machihembrados por la burocracia partidista bruselense, por encima incluso del rechazo a consignar en el preámbulo de la Constitución la raíz cristiana de Europa, que en el caso de España equivale a la propia negación de su ser nacional y que por sí solo ya merece la abstención o el "no", hay que valorar antes de acudir a las urnas la utilización política que va a hacerse de nuestro voto. Y aunque sea raro en un plebiscito, donde toda confusión interpretativa tiene su asiento, pocas veces ha estado más claro que ahora. Si gana el "Sí", Zapatero se atribuirá en exclusiva la victoria. Si gana el "No", ya ha dicho que se lo atribuirá al Partido Popular, porque la postura de sus aliados no existe, no cuenta, no significa nada para él. Por eso mismo, a la Derecha no le basta con la abstención y debe votar NO. Si gana el "Sí", se utilizará para atacar al Partido Popular. Si gana el "No", se utilizará para atacar al Partido Popular. Lo que tendría que explicarnos en estas circunstancias el Partido Popular es porqué se empeña en pedir el "Sí". Bien es verdad que con la indisimulada esperanza de que gane el "No".

Es aleccionadora la experiencia del último plebiscito convocado por un Gobierno para ocultar sus miserias y reforzar su poder: el referéndum sobre la OTAN convocado por Felipe González, que previamente había descartado el acuerdo tomado en el Parlamento por mayoría de UCD-AP-CiU. En él, tras utilizar el "Sí" como medio de probar la fidelidad de las empresas de comunicación que podrían merecer concesiones televisivas, tras amedrentar a la Derecha con el triunfo del "No" que él mismo había defendido en Madrid y en Moscú antes de llegar al Poder, tras organizar un barullo intelectualmente repugnante entre la entrada en la Alianza y la salida de la estructura militar, y, tal vez, tras manipular los resultados, González consiguió una victoria que supuso el espaldarazo definitivo a su liderazgo y a la supremacía de su partido. Torcer el brazo a buena parte de la opinión de izquierdas, siempre tan ovina, le sirvió para ganar las elecciones convocadas inmediatamente después y arrasar por muchos años a la Oposición de derechas, que se refugió escandalizada en la abstención.

Hay quien piensa que el PP (entonces AP) debería haber votado "sí". Hay quien defiende que, como Pujol, Fraga debería haber dicho que sí pero propiciado el "No". En todo caso, la experiencia de los que por higiene moral y política nos abstuvimos de votar fue desastrosa. Nadie contó las abstenciones, los votos nulos o en blanco, pese a ser muchos. Sólo contó quién había ganado, que era González porque había ganado el "Sí". Exactamente lo mismo que sucederá ahora si gana el "Sí": será un triunfo de Zapatero y del PSOE, un aval para continuar una política que no puede ser más antieuropea en la medida que no puede ser más antiespañola y España es uno de los pocos países sin los que Europa no es improbable sino rigurosamente inconcebible.

Cinco razones, al menos, para votar "no"

Por cierto, que uno de los argumentos politiqueros utilizados entonces por Felipe González, que convocó aquel plebiscito sin necesidad, por vanagloria y desvergüenza, por no dar su augusto brazo a torcer en la errática y oportunista política de aquel PSOE (no peor que el de Zapatero), fue el de amenazar con la difícil "gestión del no", que se otorgaba al comunista Julio Anguita. La derrota del Gobierno, se nos decía, nos iba a devolver al Magreb, a sacar de Europa, a caer en la sima de los enemigos de Occidente. Pues bien, la única sima en la que caímos fue la del felipismo bananero, antiliberal, antidemocrático y antioccidental. No volveremos a caer en lo mismo. Ya sabemos que a eso conduciría la gestión del "Sí". Y por eso esperamos llegar a contemplar la gestión del "No". De todas formas, la van a gestionar el PSOE o Llamazares, Maragall o Rovireche, que salga lo que salga van a seguir juntos. Veamos qué se le ocurre a ZP.

A los que vamos a votar NO, sólo se nos ocurre una forma de entenderlo y de gestionarlo: como el rechazo de una sociedad agredida a su agresor, de los liberales a los enemigos de Montesquieu, de los demócratas a los que pervierten la democracia con trampas plebiscitarias, de los votantes del PP a los enjuagues y complejos del PP y, por encima de todo, de los españoles a los que quieren dinamitar España, que siempre ha sido, es y debería seguir siendo Europa. Es un NO a Zapatero, pero no porque esté en el Gobierno y pida el SÍ, sino porque desde ese Gobierno se arremete diariamente contra cinco sectores: los liberales, los católicos, los jueces, las derechas y todo lo que signifique España. Razones, pues, más que de sobra para votar NO, NO, NO, NO y NO.

Número 21-22

Constitución Europea: Argumentos para el “No”

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Retrato: José María Aznar

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