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La Ilustración Liberal

La superioridad bélica de Occidente

Si Samuel Huntington aseguró, en su Choque de civilizaciones, que "Occidente no conquistó al mundo por la superioridad de sus ideas, valores o religión, sino por la superioridad en aplicar la violencia organizada", Victor Davis Hanson intenta, en Matanza y cultura, explicar la razón de dicha superioridad. La cultura, entendida como los comportamientos, valores y costumbres que conforman nuestra forma de vivir, tiene una importancia decisiva en el rendimiento de las distintas sociedades en la creación de riqueza, como demuestra la obra de Thomas Sowell. De modo que no resulta extraña la idea de que también afecta al modo de luchar en una guerra y a la efectividad en esa labor.

Para fundamentar sus tesis Hanson recurre al relato de nueve batallas de ejércitos occidentales contra ejércitos no occidentales: Salamina (480 a. C.), Gaugamela (331 a. C.), Cannas (216 a. C.), Poiters (732), Tenochititlán (1520-21), Lepanto (1571), Rorke's Drift (1879), Midway (1942) y la ofensiva del Tet (1968). Uno de los puntos fuertes de la obra es, precisamente, la entretenida descripción de las mismas, y la claridad con que se muestran las razones de las victorias y las derrotas, las tácticas o las tecnologías empleadas. Los lectores que no tengan interés en la teoría del autor siempre podrán aprovechar el libro exclusivamente por esta razón.

Occidente, según Victor Davis Hanson, ha puesto en combate a sus ciudadanos, hombres libres con derecho a decidir, lo que conlleva líderes y soldados que toman la iniciativa. La protección de la ley y la costumbre contra la arbitrariedad permite la crítica, lo que conduce a mejores estrategias y tácticas. La jerarquía militar occidental no implica la obediencia ciega y acrítica, de modo que se adapta mejor a las circunstancias cambiantes. El valor se entiende no como el acto individual de heroísmo, sino como la capacidad de mantener la formación y la disciplina aun cuando la muerte parezca segura. El resultado es una aproximación a la batalla que, aunque haya, naturalmente, evolucionado desde la época de los griegos, siempre ha implicado la aplicación de la máxima violencia organizada posible, con el objetivo de aniquilar, no sólo derrotar, al oponente.

Algunos críticos consideran que resulta como poco aventurado hablar de libertad entre los hombres de Cortés o el ejército franco de Carlos Martel en Poitiers, por ejemplo. Sin embargo, Hanson desdeña esas objeciones afirmando que, aunque durante muchos siglos se perdieran las tradiciones más o menos democráticas de Grecia y Roma, sus consecuencias en la forma de hacer la guerra se mantuvieron razonablemente incólumes. Cortés se permitía abandonar Tenochtitlán dejando al cargo a un subordinado, comía y dormía con sus hombres y tenía con ellos una relación mucho más cercana que la que podían soñar los hombres del persa Jerjes o del mismo emperador Moctezuma, que podían ejecutar arbitrariamente a cualquiera que intentara discutir la conveniencia de sus órdenes; y si no lo hacían con mayor frecuencia es porque nadie se atrevía ya a hacerlo. Los hombres de Martel componían aún una infantería pesada parecida a la de griegos y romanos, que mantenía la formación frente a la caballería musulmana, anárquica y desorganizada.

Quizá el mejor ejemplo de la diferencia entre la cultura occidental y sus enemigos está en Lepanto. Don Juan de Austria, personaje que ejerce una fascinación sobre Hanson que éste no oculta, podía dejar sus pertenencias en su patria, en la seguridad de que permanecerían allí. Su contrincante, Alí Bajá, llevaba consigo su tesoro, seguro de que en el Imperio Otomano sólo quedaría incólume si lograba enterrarlo en lugar seguro. El respeto en Occidente por la propiedad privada facilitaba las finanzas, el comercio y, con ellos, la innovación técnica, también reforzada por un racionalismo desconocido en el Islam.

Las galeazas venecianas y sus cañones inauguraron un nuevo tipo de guerra naval en el que se sustituía el abordaje por la fuerza de la artillería. Los turcos, que sólo podían obtener nuevas tecnologías adquiriéndolas en Occidente, se vieron desbordados por esta nueva forma de hacer la guerra. La brecha tecnológica es una constante en los enfrentamientos de los occidentales con otras culturas: Rorke's Drift, con unas pocas decenas de británicos resistiendo el ataque de miles de zulúes, es quizá el ejemplo más claro de esta distancia.

El libro puede resultar decepcionante en un principio. Las batallas no están escogidas para demostrar un aspecto particular de las razones que hacen mejor a Occidente en el campo de batalla, sino que en todas desempeñan algún papel casi todos los argumentos de Hanson. Así, el modo en que convence al lector de su teoría es la acumulación de ejemplos a lo largo de la historia, la persuasión lenta. Por eso, quizá las últimas batallas, si ha calado la "lluvia fina" de las explicaciones, resulten una lectura un poco pesada.

Escrito poco antes del 11-S, alcanzó una gran popularidad en una reedición que incluía un prólogo en el que se aseguraba que Occidente ganaría la guerra contra el terror. Sin embargo, el final del libro no ofrece excesivos motivos para el optimismo. Ahí podemos encontrar dos motivos para la preocupación: que, con la extensión de los valores occidentales por todo el mundo, las guerras del futuro sean como las matanzas que han caracterizado las luchas entre occidentales; y que, con el aumento del nivel de vida, y la comodidad y falta de esfuerzo con que viven los jóvenes occidentales, escasee el material humano necesario para conformar ejércitos. El tiempo dirá si acierta.

Víctor Davis Hanson , Matanza y cultura. Batallas decisivas en el auge de la civilización occidental , Turner/FCE, Madrid, 2004, 545 páginas.