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La Ilustración Liberal

Pío Moa y la frontera maldita de la derecha

Son de todos conocidas las numerosas tormentas que ha desatado Pío Moa, que en obras como Los orígenes de la Guerra Civil o Años de hierro discute mitos, desmonta inexactitudes, combate mentalidades históricas. A los historiadores tocaría juzgar sus trabajos; a la orgullosa izquierda intelectual, discutirlos, debatirlos, rebatirlos. De ninguna otra manera ocurre en las sociedades abiertas. Por desgracia, en la España de esta hora la izquierda no hace sino proponer, cada vez con más fuerza, que se censure y encarcele a quienes disienten de su visión del mundo, del hombre y de la historia. Y Pío Moa encabeza la lista. Paradójicamente, los intentos por encerrarlo le dan la razón cuando recuerda el historial de la izquierda en punto a asaltos, golpes de estado, crímenes y hechos antidemocráticos. Si la izquierda responde a sus trabajos con amenazas de cárcel, entonces es que las opiniones de Moa ni son tan extremas ni están tan desencaminadas.

¿Qué dice o escribe este autor que tanto indigna a la izquierda? Pues, por ejemplo, y en éste y otros libros suyos, que la izquierda de los años 30 no sólo no quiso la democracia, sino que la persiguió concienzudamente:

Casi toda la historiografía (...) desde los años 30 se construye sobre una falsedad clamorosa a poco que se repare en ella: la de que un bando de la república y la guerra, compuesto de marxistas radicales, anarquistas, estalinistas, racistas y golpistas, representaban a la república, a la que en realidad destruyeron, y a la democracia y las libertades, cuyos máximos enemigos fueron desde principios del siglo. (p. 66)

Lo cierto, sostiene Moa, es que la izquierda no sólo no respetó la legalidad republicana, sino que se dedicó con ahínco a destruirla para sustituirla por una dictadura colectivista.

El autor de El derrumbe de la República y la Guerra Civil da cuenta aquí de tres características de la memoria histórica patrocinada por el Gobierno: la identificación democracia-Frente Popular, cuando éste fue precisamente la negación de un régimen de libertades; la equiparación de las víctimas inocentes del franquismo con los chekistas y torturadores, socialistas, comunistas y anarquistas, que cayeron a la vez que aquéllas, y el establecimiento, por la vía legal, de una versión única y obligada del pasado que sirva, asimismo, de soporte ideológico al propio Gabinete Zapatero.

Los debates historiográficos sobre la Guerra Civil no interesarían más que a los historiadores si no fuera, precisamente, porque una determinada visión de la contienda sirve de fundamento a la política del Gobierno actual. Y esto, evidentemente, afecta tanto al progresismo como a la derecha.

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Lo que más llama la atención de esta nueva obra de Moa es la segunda parte: "Silencios y escrúpulos de la derecha", a la que no cabe aplicar el dicho crítico que dice que la derecha, en el terreno de las ideas, no planta batalla, sino que se limita a ir a remolque de la izquierda, porque se siente moralmente inferior.

La derecha jamás ha discutido a la izquierda sus principales ideas. En lo relacionado con la familia, la educación, la religión, la historia, la moral, el mundo liberal-conservador español sigue a la defensiva, fragmentado y abrumado por sus complejos. Aun cuando son numerosas las voces que, desde los medios y los libros, hablan de plantar cara a la izquierda, las más de las veces sus dueños se quedan afónicos al primer encontronazo con el enemigo. El mundo liberal-conservador no ha resuelto, ni mucho menos, este problema, y lo está pagando caro.

Es aquí donde Falacias de la izquierda, silencios de la derecha alcanza un valor simbólico. Demonizado por la izquierda, temido por la derecha, Moa parece no tener problema alguno para traspasar las fronteras malditas de la derecha y, libre de ataduras, lanzarse contra los mitos que sobre la sociedad y el hombre ha pergeñado el progresismo. Así, denuncia, por ejemplo, y con su contundencia habitual, la concepción feminista de la igualdad y las consecuencias demoledoras de su extensión: "Esa falsa idea de igualdad conduce a la destrucción de los hogares, la degradación de la moral y la deseducación de los hijos, dejados a merced del puterío televisivo y similares" (p. 148).

¿Tiene la derecha –política o intelectual– algo que decir sobre la mujer y el trabajo, el matrimonio homosexual, las familias monoparentales? Respuesta: nada. Son muchos los que sienten espanto por las iniciativas de la izquierda en el poder, pero nadie, ni en el Congreso ni en los medios de comunicación, levanta la bandera de la dignidad de la mujer que se queda en casa, del carácter preferible del matrimonio heterosexual, de los derechos de ese niño que se quedará huérfano por motivos naturales antes de cumplir los quince años. Todos estos temas forman parte de la batalla de las ideas, que Moa está librando y el grueso de la derecha no.

Lo mismo puede decirse respecto de la educación, a la que Moa dedica un capítulo en Falacias de la izquierda... La materia de Educación para la Ciudadanía es el último asalto progresista, más violento y menos disimulado que otros anteriores. ¿Y qué hace, qué propone la derecha? Respuesta: nada. La derecha habla de técnica, tecnología, idiomas; como mucho, de esfuerzo. Pero en lo fundamental, en lo relativo a la formación moral de los niños, da vía libre al progresismo y a sus ingenieros de almas, a la hipersexualidad, al hedonismo, al relativismo, a la cristofobia.

También se ocupa Moa en estas páginas de la religión, otro de los ámbitos en que la derecha ha aceptado el tutelaje moral e intelectual de la izquierda.

"Tanto los creyentes como sus jerarquías tienen pleno derecho a expresar públicamente sus ideas y sus preferencias políticas: exactamente el mismo derecho que los (...) políticos e intelectuales, que los sindicalistas o los miembros y directivos de cualquier (...) asociación", leemos en la página 173. Y es que, ¿qué legitimidad tienen Iñaki Gabilondo o José Blanco que no tengan Rouco Varela o Fernando Sebastián? ¿Por qué el Partido Socialista puede defender aquello que considera bueno para los españoles y la Iglesia Católica no? ¿Tiene la cadena SER más legitimidad para hablar de moral, sexo o educación que los sacerdotes españoles? De nuevo bastante solo, Moa da un paso al frente y proclama, sin problema alguno, la superioridad de la Iglesia sobre sus acosadores:

Los valores morales que defiende parecen bastante más sólidos, bastante más elevados, que los defendidos por los políticos de los cien años de honradez, el GAL, los zerolos, los dialogantes con la ETA y acosadores de la AVT. (p. 174)

Lo que está en juego en la España actual no es la laicidad, sino la libertad religiosa y de expresión. Son cosas muy distintas.

El último capítulo de Falacias de la izquierda... está dedicado al problema esencial de la relación de la derecha del siglo XXI con el franquismo. Como siempre trata de marcar distancias con la dictadura del general Franco, la derecha española cae una y otra vez en la interpretación que de la Guerra Civil hace la izquierda. Si el franquismo fue el mal absoluto, entonces se hace bueno al bando de la cheka y la quema de iglesias, o en cualquier caso preferible a su oponente. Atrapada entre un franquismo del que quiere distanciarse obsesivamente y una izquierda que la acosa con la memoria histórica, la derecha no ha encontrado aún su lugar.

En la parte cultural y moral de esta obra Moa no se muestra especialmente original o profundo, y no dejará satisfechos a filósofos, ideólogos, teóricos. Ni falta que le hace. Es su actitud lo que nos resulta gratificante. Moa ha cruzado la frontera maldita de la derecha y penetrado en el terreno de los principios sagrados de la izquierda, para combatirlos abiertamente. Moa ha abierto una senda, limpiado el terreno para quien quiera seguirle. A ver cuántos se atreven.

Pío Moa, Falacias de la izquierda, silencios de la derecha, Libros Libres, Madrid, 2008, 234 páginas.