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La Ilustración Liberal

Curiosa investigación marroquí inspirada por Juan Goytisolo

La imagen de España en Marruecos, escrito por Noureddine Affaya y Driss Guerraoui, de la Universidad de Rabat, fue publicado primero en francés en Francia y después en español, en 2005, por la Fundación Cidob. El Cidob es el Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona. Los autores afirman que se trata de uno de los primeros textos sobre la cuestión y que servirá de referencia para otros investigadores marroquíes. Está dedicado a Juan Goytisolo, cuya presencia en estas páginas es constante, bien implícita, bien explícitamente.

Goytisolo se ha construido, desde el comienzo de su carrera, una imagen de mitoclasta, que los investigadores asumen sin cuestionarla: "Goytisolo va en contra de los estereotipos que reducen al Otro, y sobre todo al marroquí, a clichés producidos en tiempos pasados" (p. 57). En este caso, como veremos, Goytisolo lo que ha hecho ha sido inspirar estereotipos... de los españoles.

Affaya y Guerraoui son sociólogos. En este trabajo analizan una encuesta que realizaron en Marruecos, pero también se pronuncian sobre las historias marroquí y española, sobre la antropología –en particular el concepto de Otro–, sobre las percepciones que de los españoles tienen los marroquíes, sobre la literatura española y sobre la historia de la lengua española. En el planteamiento del estudio se mezclan lo posmoderno, que se interesa por la imagen de los fenómenos, y la sociología, que trabaja con datos. No se analiza, por ejemplo, el comportamiento real de los inmigrantes marroquíes en España, y cómo podría influir en la imagen que tienen de ellos los españoles. Tampoco se analiza el comportamiento de otros grupos inmigrantes en España, ni si la imagen de estos otros es igual a la de los marroquíes. Tampoco se discute la imagen que de los marroquíes tienen otros grupos de extranjeros. En otras palabras: como descripción sociológica, el informe entrega una visión no contextualizada. Hay una mezcolanza de historia, suposiciones sobre los españoles, respuestas a la encuesta en Marruecos y testimonios de la élite marroquí. ¿Cómo es posible que un trabajo tan heterogéneo pueda salir de una universidad, y en qué piensa el Cidob al publicar un libro que, fundamentalmente, se dedica a denunciar a los españoles?

La imagen de España en Marruecosarranca con un preámbulo en que Affaya y Guerraoui afirman, como punto de partida, que el imaginario español vehicula viejos prejuicios y estereotipos sobre el moro o el marroquí, y que en el inconsciente colectivo de los marroquíes existe la imagen del colono español pobre, el pelado. Como veremos, el resultado de su propia investigación no les proporciona base para tales afirmaciones.

Affaya y Guerraoui recurren a generalizaciones. Citan a Goytisolo para afirmar que, mientras en Marruecos, gracias al fútbol, España es popular, en la Piel de Toro "la mirada es diferente, hay siempre un sentimiento de superioridad latente para el vecino pobre" (p. 17). Más adelante afirmarán también que España no es popular... Con las palabras de Goytisolo como única fuente, al lector le queda la idea de que los españoles se basan únicamente en la cuestión económica a la hora de formarse una idea sobre otros pueblos, algo que no prueban en su investigación. Irónicamente, como veremos más adelante, parece que son los marroquíes los que hacen hincapié en el factor económico para explicar el éxito español. Así las cosas, queda claro desde las primeras páginas que los autores emiten prejuicios a pesar de constituir las imágenes el tema de su investigación.

Los investigadores ven todo desde el punto de vista de Marruecos: "Bien es verdad que hay expedientes que son objeto de litigios entre España y Marruecos (en concreto los relativos a las cuestiones de Ceuta, Melilla, las islas Chafarinas y el Sáhara), a los que cabe añadir otros problemas puntuales o nuevos como pueden ser la pesca, la droga, la emigración, la provocación del islote de Leila-Perejil o el terrorismo"(pp. 17-18). ¿Hablan de "problemas puntuales" cuando se trata de droga y emigración ilegal, y ponen al terrorismo al final de la enumeración? Por otro lado, suponen que todos los lectores comparten el punto de vista marroquí: "¿Acaso 1492 no fue una fecha trágica? Ya no se puede hablar de 'salida' de los musulmanes y de los judíos de la península Ibérica. Los historiadores revelan, cada vez más, que se trató de 'genocidios', de persecuciones de todo tipo. La religión era el foco de constitución de la identidad, el referente 'absoluto' para nombrar y tratar con el Otro" (p. 18). No hay referencias a fuentes, y los investigadores presentan datos históricos no contrastados ni completos acompañados de evaluaciones emocionales. La descripción que hacen podría, de hecho, hacer pensar en el Islam actual, pero en el libro no hay sombra de crítica hacia éste.

A pesar de que el tema es la imagen de España en Marruecos, los investigadores se pronuncian sobre la imagen que de los marroquíes tienen los españoles, y lo hacen de una manera que recuerda a Goytisolo. "En su relación con Marruecos, [España] todavía es tributaria de reflejos arcaicos que hurgan en un léxico de prejuicios sobre el moro que data de tiempos de la Reconquista" (p. 21). No dicen palabra de cuál podría ser la imagen que de los marroquíes contemporáneos tienen los españoles. A la vez, se presenta a los marroquíes como personas con una mirada "abierta" y una disposición dialogante; no se afirma nada similar a propósito de los españoles.

La ambigüedad caracteriza la siguiente cita sobre Al Ándalus: "Era un espacio de encuentro, de entendimiento, de reciprocidad y, al mismo tiempo, de conflictos, de suspicacias y separaciones" (p. 28). ¿Qué significa esto? ¿Fue un espacio de entendimiento o de conflicto? No se dice a las claras que España fue invadida.

Así, Marruecos se había convertido en presa perseguida por las tendencias expansionistas europeas, precisamente por su proximidad geográfica y arraigo cultural en África del Norte. Máxime cuando esta nueva voluntad del poder europeo suponía una reacción, adoptada simbólica y estratégicamente, por parte de la Europa cristiana contra el islam que, durante largo tiempo, había luchado contra la idea de la cristiandad en la cuenca mediterránea

Por lo visto, Marruecos resultó una presa para los cristianos en el siglo XX, pero los musulmanes sólo habían luchado contra una "idea" cuando invadieron España, intentaron invadir Francia, ocuparon los Balcanes y llegaron hasta Viena.

Affaya y Guerraoui afirman de España: "Su fuerza le permitió colonizar, esclavizar y explotar a los otros" (p. 29). Podrían haber dicho lo mismo de los musulmanes que conquistaron España en 711, pero no lo hacen. Por otro lado, resulta curioso que utilicen la palabra esclavizar sin hacer referencia a que en la cuenca mediterránea, hasta bien entrado el siglo XIX, los que siguieron tomando esclavos fueron los piratas argelinos. Curiosamente, en la página siguiente dicen que la expansión de los europeos hacia el sur tendría que ver con su deseo de tomarse una revancha histórica (p. 30). ¿Y cómo hubieran podido buscar revancha sin antes haber sido víctimas de un ataque?

Los autores de La imagen de España en Marruecos repiten varias veces las expresiones de Dar al Islam y Dar al Harb: es decir, que usan la expresión que habla de "la Casa de la Guerra" para referirse a las regiones no islámicas. Mencionan la yihad y el hecho de que Europa fuera para los marroquíes igual a infidelidad, apostasía, ignorancia y barbarie (p. 36). La palabra cristiano viene entre comillas en algunas ocasiones, algo que jamás ocurre con la palabra musulmán. Repiten que "Europa se inclinaba por la expansión y la colonización" pero en ningún momento dicen que el Islam había conquistado y colonizado parte de Asia, África y el sur de Europa. Hablando de la yihad, constatan que entre los marroquíes de dan dos actitudes ante ella: una sostiene que se trata de un imposible, porque los europeos son demasiado fuertes, mientras que la otra afirma que los musulmanes deben tratar siempre de vencer a los infieles (p. 44). Affaya y Guerraoui, al tiempo que hablan de la yihad contra los cristianos, sostienen que los musulmanes tienen una gran capacidad de apertura ante los modelos europeos modernos (45). Todo es a la vez hostil y ambiguo: ¿los musulmanes quieren hacer la guerra a los cristianos, o "abrirse" a ellos?

Ignorando todas las críticas formuladas al estadounidense de origen palestino Edward Said por su manera sesgada en que trataba las fuentes[1], Affaya y Guerraoui parecen usar como fuente, sin indicarlo, el Orientalismo de aquél, publicado en 1978. Afirman como un hecho que hay violentos prejuicios contra Marruecos, y que Marruecos es la encarnación del Oriente para los europeos (p. 49). Siguen: "El marroquí fue endiablado, animalizado y reducido a representaciones de una peculiar crueldad fruto de un sentimiento de superioridad y de una cultura eurocentrista que no podía ver al Otro en su alteridad real" (p. 50). ¿Cuáles son sus fuentes? ¿Y por qué no hablan de la imagen del europeo en Marruecos en la misma época, para aportar algo de equilibrio al texto? Una y otra vez, proclaman que habría en los españoles un "rechazo apriorístico motivado por el peso de la historia"(p. 53), uno de los ritornelos de Goytisolo; curiosamente, en este punto no vuelven a su resumen sobre la imagen que de Europa se tiene en Marruecos, como tierra de infidelidad, apostasía, ignorancia y barbarie (p. 36).

A propósito de la matanza de marzo de 2004, estos investigadores comentan: "Los atentados del 11-M y la implicación del 'Grupo islamista de combatientes marroquíes' vinculado a Al Qaeda ha incrementado, desgraciadamente, la desconfianza y el rechazo del Otro" (p. 56). Es decir, que los autores no lamentan lo sucedido, sino que el suceso haya suscitado cierta suspicacia hacia los marroquíes; incluyen, eso sí, el comentario de un español que habla de los prejuicios españoles hacia los marroquíes. Por otro lado, Affaya y Guerraoui se alegran del vuelco electoral (p. 60), consecuencia del atentado:

Cuando el partido de José Luis Rodríguez Zapatero obtuvo la mayoría, después de las elecciones legislativas españolas de marzo de 2004, los medios de comunicación marroquíes aplaudieron la victoria socialista contra el Partido Popular, ya que para ellos era una oportunidad para "pasar la página de José María Aznar y de ocho años de continuos conflictos entre los dos vecinos".

Curioso estudio de investigación.

Como se ha indicado, los dos investigadores son sociólogos, pero utilizan datos sacados de diferentes disciplinas. Vamos a reparar en un ejemplo del uso de datos de otras disciplinas. Para afirmar que hay una fuerte conexión entre España y Marruecos se remiten a que, según los lingüistas, hay más de 4.000 palabras de origen árabe en la lengua castellana. Es cierto que hay muchas palabras de origen árabe en el español, pero si uno quiere utilizar la presencia de cierto número de palabras como indicio de influjo actual tendrá que comparar esa afirmación con una apreciación sobre cuántas de esas palabras son usadas en el español moderno, qué tipo de conceptos expresan y qué parte del vocabulario total de la lengua hablada hoy día suponen dichas palabras. Además, hay que mencionar cuántas palabras hay de otro origen; en el caso de España, por ejemplo, palabras de origen francés o inglés.

Encuesta en Marruecos

Después de esta introducción, los autores abordan los resultados de su encuesta. Han entrevistado a 1.031 personas; en la muestra hay más hombres que mujeres y más personas con educación que sin ella.

El texto asombra por sus muchas contradicciones. Los investigadores habían señalado la etapa del Protectorado como una razón del rechazo a España. Sin embargo, nos encontramos con que en el norte de Marruecos la imagen de España es especialmente positiva. Encontramos otra contradicción en el hecho de que Affaya y Guerraoui insistan en que la imagen de España es mala por el peso de la historia y por el Protectorado. Es una contradicción, sí, porque en otros lugares del estudio se nos dice que la historia común une marroquíes y españoles. Pero es que además los entrevistados dicen que su fuente de imágenes de España son los medios de comunicación (p. 99). ¿Por qué insisten Affaya y Guerraoui en hablar del Protectorado, cuando su propia encuesta arroja otro resultado?

Muchos de los entrevistados dicen que, cuando viajan a España, el país resulta ser como se lo habían imaginado de antemano y como lo habían visto en los medios de comunicación. ¿Qué problema hay? Pues que parece ser que los investigadores quieren vender su mercancía: "La proximidad geográfica entre los dos países no ha sido aprovechada en el acercamiento entre los pueblos con la intensificación de los intercambios culturales, máxime cuando existe un pasado común" (p. 113). Otra vez vuelve la perspectiva marroquí. No mencionan que España tiene también un pasado en común con, por ejemplo, Francia e Italia, para no hablar de América Latina.

Una cuarta contradicción es que muchos de los entrevistados han visitado España y dicen admirar el desarrollo social, económico y democrático alcanzado por el vecino del norte. Sin embargo, los investigadores insisten en que hay poca comunicación, porque España no es el destino favorito de las élites marroquíes, que, añaden, usan más el francés y el inglés que el español. "Este bajo nivel de afluencia de la élite hacia España deja constancia del abismo que separa a ambos países y explica, en gran medida, el comportamiento y las posiciones hostiles de los medios de comunicación españoles y de las organizaciones civiles hacia Marruecos" (pp. 100 y 101). No es fácil seguir el pensamiento aquí. ¿Quieren decir que si la élite marroquí tuviera más presencia en España, la imagen de Marruecos en España sería otra? Otra vez hay que llamar la atención sobre el hecho de que Affaya y Guerraoui han investigado la imagen de España en Marruecos... pero afirman una serie de cosas sobre ámbitos que no han investigado.

Affaya y Guerraoui repiten varias veces, sin aportar datos o razones, que la imagen de España entre los más jóvenes es negativa (p. 98). Insinúan que España debería lanzar campañas de publicidad entre aquéllos, lo cual suena como si estuvieran ofreciendo sus servicios. Más tarde aclaran que la causa de esa supuesta mala imagen es lo difícil que resulta obtener un visado español; pero eso revela, por el contrario, que los jóvenes marroquíes tienen una imagen positiva de España: por eso quieren los visados españoles. Lo de la campaña de publicidad es una idea muy extraña, cuando el problema es, más bien, combatir la emigración ilegal.

Affaya y Guerraoui repiten que los españoles contactados se pronuncian con reserva y prudencia sobre las relaciones con los marroquíes para evitar situaciones conflictivas. No se comenta el porqué de esa cautela (p. 117). Para estos investigadores, el problema es sólo un problema de imagen, fruto de las relaciones pasadas entre ambos países.

Al hablar del despegue económico español, los autores de La imagen de España en Marruecos creen que la opinión de los marroquíes es que se debe únicamente a la pertenencia del vecino del norte a la UE. ahora, los marroquíes reclaman la misma ayuda para Marruecos (pp. 124, 152 y 169). Sin embargo, a propósito del bajo nivel de la inversión española en Marruecos, los propios marroquíes mencionan la probable falta de confianza de los inversores cuando se trata de las estructuras de acogida (p. 138). No se mencionan como elementos de desarrollo en Europa, por ejemplo, la contribución de las mujeres a la vida social y económica o los niveles de instrucción, sino únicamente el dinero.

Cuando los investigadores hablan de la emigración ilegal, la expresión es marcadamente ambigua:

La observación principal que se desprende de estas reacciones es la conciencia que tienen los marroquíes en relación con la gravedad de las imágenes que propagan los medios de comunicación sobre la afluencia cada vez más creciente de jóvenes marroquíes, los cuales arriesgan sus vidas y convierten en dramática su situación social. La emigración clandestina afecta, igualmente, al honor de los marroquíes, dado el número de fallecimientos/suicidios que provoca este drama social (p. 154).

Es decir, la emigración ilegal es tratada como un problema de imagen y de honor, y no como un problema legal.

Después de muchos rodeos, Affaya y Guerraoui mencionan brevemente que Marruecos debería mejorar su imagen en materia de derechos humanos, emigración clandestina y narcotráfico (p. 173). Es la imagen lo que se debe mejorar; no se habla de los hechos.

El texto también es asombroso por su estilo, que no se corresponde con el de un informe de investigación, sino con el de un discurso político. Siempre, desde una perspectiva marroquí:

Consecuentemente, la sociedad marroquí en su inmensa mayoría se muestra dispuesta a construir con España un porvenir común y unas relaciones de vecindad marcadas por la amistad en el marco de una asociación privilegiada, mutuamente ventajosa para ambos pueblos, verdadera garantía de estabilidad, de paz y de prosperidad para toda la región (p. 82).

Testimonios

En las páginas finales se incluyen unos textos cortos escritos por diferentes personajes marroquíes considerados expertos en temas españoles. Son testimonios personales. Uno habla de la tristeza por haber perdido los árabes Andalucía (pp. 181-182). Otro lamenta la distancia que separa a España, la octava economía mundial, y Marruecos la 126ª. Otra más lamenta el atentado de Madrid. Una embajadora habla de los clisés negativos que se manejan en España sobre los marroquíes, y cita a Goytisolo como fuente (p. 186); también habla de "esa experiencia excepcional de concordia universal que fue la edad de oro de Al Ándalus", pero no da fuentes (p. 188). Otro comentarista cree que España debería montar una campaña publicitaria para contrarrestar la imagen negativa de las pateras, la inmigración ilegal y el narcotráfico, imagen "difundida de una manera especial por los medios de comunicación" (p. 186); y otro –una mujer– cree que el resentimiento árabe por haber perdido Andalucía está lejos de ser algo constructivo (p. 211).

El pintor Mohamed Melehi aporta la reflexión más interesante. Se muestra crítico con su propio país: "Inculpamos a los vencedores [los católicos] traduciendo nuestra amargura en odio y menosprecio hacia los españoles" (p. 189). Asimismo, informa a los lectores marroquíes de que 1os españoles consideran el de dominio árabecomo "un período de ocupación, a pesar de los aspectos gloriosos de la época, el predominio de la tolerancia y de la convivencia entre todos los hijos de Abraham"; y añade: "Esto ha dejado en los españoles un sabor agridulce" (p. 193). No indica cuáles son sus fuentes. Enumera varias de las buenas iniciativas de España durante el Protectorado, iniciativas, opina, desconocidas en el Marruecos actual. Finalmente, dice que hace falta saber más para formarse una imagen de un país, y que para ello hay que empezar por recopilar información. Enfatiza lo ignorantes que son los marroquíes a propósito del desarrollo español: "Los españoles han tenido éxito, pero la élite marroquí no quiere entender ni el cómo ni el porqué" (193). Este señor, sin ser investigador, dice más cosas interesantes en unas pocas páginas que los Affaya y Guerraoui en todo el libro.

El prólogo de Narcís Serra

Como se ha mencionado, La imagen de España en Marruecos fue publicado por el Cidob. El prólogo es obra del presidente de dicha fundación, el ex ministro socialista Narcís Serra. ¿Habrá leído Serra el texto que ha prologado? Serra afirma que el objetivo del mismo es mejorar el conocimiento mutuo entre España y Marruecos, y que de sus páginas se desprende "una buena sintonía en las percepciones mutuas entre España y Marruecos"; para terminar, asegura que el Cidob quiere hacer "un amplio seguimiento y difusión"de los resultados obtenidos por Affaya y Guerraoui, con el propósito de"tender puentes".

El lector se queda mudo de sorpresa ante una declaración así. ¿Por qué dar difusión a una mezcla de datos y afirmaciones heterogéneos mayoritariamente hostiles a España? ¿Saben los patrocinadores de la fundación para qué se utiliza su dinero? ¿Cómo puede un ex ministro de Defensa poner en circulación un texto así? Qué cosas.



[1]V. Inger Enkvist, "Edward Said, Juan Goytisolo y la comprobación de los datos", La Ilustración Liberal, nº 43, primavera de 2010, pp. 3-14.