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La Ilustración Liberal

Experimentos en una isla

Evidentemente, los autores se inspiraron para escoger el título en una obra de H.G. Wells, que se denomina La isla del doctor Moreau.

La obra de Wells es una novela de ficción científica en la cual un doctor loco escoge una isla desierta para hacer experimentos y transformar animales en seres humanos. Después, la novela fue llevada al cine. Existen tres versiones cinematográficas, la primera de 1933, del cineasta Erle C. Kenton; la segunda de 1977, de Don Taylor y la más reciente es de 1996, de John Frankenheimer.

Los autores de L'ile du Docteur Castro deleitan al lector con las diferentes facetas de Fidel Castro: "el Comandante meteorólogo", cada vez que se acerca un huracán; "el salvador", cuando con un casco se lanza al rescate; "el intelectual", cuando asiste a las reuniones de la UNEAC; "el cocinero", cuando argumenta acerca de las ventajas de comprar chícharos en el mercado mundial; "administrador de hoteles", cuando da lecciones a los subordinados en el sector turístico; "el colega", cuando dicta las orientaciones de la prensa; "el deportivo", cuando se dedica a entrenar a la selección nacional de baseball para ganar a los Orioles de Baltimore... una lista interminable con anécdotas picarescas que vivieron los dos periodistas en Cuba, entre 1996 y 1999.

Recordemos algunos de los experimentos realizados en nuestra isla: el cruce de vacas y toros, con aquellos símbolos de los F-1 y F-2; rodear La Habana de cafetales, construir el comunismo en un poblado de Pinar del Río... Por último, ahora los pedagogos y maestros "harán de Elián un niño modelo".

Lo más triste es que el experimento en la isla de Cuba ha sido a la inversa: seres humanos convertidos en rebaño, a cargo de los pastores de los CDR y del Partido Comunista de Cuba, "invitados" a marchas, mítines y concentraciones, hasta obligar a que el Congreso y el gobierno de Estados Unidos anulen todas las leyes, o enmiendas de leyes contra Cuba. Trotsky no habría podido inventar pretexto mejor para la "Revolución permanente".

El libro tiene una introducción donde aparecen, entre otras definiciones, la que ya mencionamos de las diversas facetas del Comandante.

Vale la pena mencionar el título de los restantes diez capítulos, porque seguramente los lectores se quedarán con las ansias de poder disfrutar de esta obra: El "sistema" Castro: una arquitectura totalitaria, "Luchar": la guerrilla diaria, La urna destruida, Una economía detenida, La entrada al bunker, ¿Hasta cuándo?, Entre las manos de Dios, La responsabilidad de Estados Unidos, El viaje a Cuba y La transición inevitable.

Rousseau fue el jefe de las oficinas de la agencia de noticias francesa (AFP) y Corinne Cumerlato trabajó en La Habana como corresponsal del diario galo La Croix y el semanario L'Express.

Los autores califican a Fidel Castro como "el sobreviviente" y recuerdan la propia frase del Comandante dirigida a los visitantes que recibe, en muchos casos dirigentes políticos que le aconsejan realizar cambios: "Yo los escucho con la sonrisa de la Gioconda y la paciencia de Job".

Rousseau y Cumerlato llegan a una conclusión: "El castrismo se ha convertido en un sistema totalitario al servicio de un objetivo único, mantener al frente del Estado a una casta burocrática y militar que ha sometido su destino al del Líder Máximo".

Los autores definen el embargo norteamericano contra Cuba como una medida "evidentemente estúpida", que ha dado el pretexto de presentar el caso como "la lucha de David contra Goliat". Nada mejor para despertar la simpatía en el exterior. Aunque, en realidad, en el interior del país es el Goliat de una maquinaria represiva, que funciona como un reloj suizo, que mantiene al pueblo (David) "humillado en la lucha por la subsistencia", como se demuestra con lujo de detalles en esta obra.

"Me gustaría despertar un día sin pancartas, sin consignas, sin aclamaciones, sin tribunas, sin discursos, despertarme como un ser normal, sin significado político", según el deseo del escritor disidente Manuel Vázquez Portal, citado en el libro.

Los periodistas galos recuerdan consignas escritas en los muros, que provocan la risa: "Aquí no se rinde nadie", aparece en el muro de un cementerio, "Yo me quedo", en una parada de ómnibus, sin que aparezcan los medios de transporte...

El libro recoge la obsesión de muchos cubanos de salir del país. Pero, aunque tengan una "carta de invitación", tienen que pagar al Estado cubano cerca de 500 dólares, o sea "cincuenta veces el salario promedio mensual". En el libro aparece un dato que da la idea de la magnitud del éxodo potencial: En 1998, "cerca de 600.000 candidatos" estaban inscriptos en la Oficina de Intereses norteamericana para la lotería y tratar de obtener, por vía legal, una visa para Estados Unidos.

Para los periodistas galos no pasó inadvertido el hecho de las medidas resctrictivas para la salida de menores por la vía legal. Los padres tienen que dejar a sus hijos "cuando se acerca la edad del servicio militar".

Precisamente, la campaña "para salvar a Elián del secuestro en Miami", como mencionaba Granma, puso en evidencia los centenares o miles de padres que claman desde el exterior por sus hijos menores y las autoridades de La Habana no los dejan salir de la Isla.

La obra revela cómo el sistema controla la vida de los cubanos, "desde la cuna hasta la tumba". "Rechazar el juego de la adhesión militante, incluso aunque sólo sea de fachada, es correr el riesgo de, tarde o temprano, quedar marcado y organizaciones como los Comités de Defensa de la Revolución pueden hacer la vida imposible a la persona que tome ese camino", advierten los autores.

Citan el caso de Milagros Cruz, militante de los derechos humanos, de 31 años, que fue "internada varias veces en un hospital siquiátrico" y después obligada a partir al exilio, dejando por detrás "a su hija pequeña".

En lo que se refiere a los inversionistas extranjeros en Cuba, el libro es aleccionador. "La primera condición es dinero en mano, después no dejarse impresionar por el doble lenguaje de las autoridades y posteriormente someterse a las pesadas cadenas de las empresas del Estado, que cobran precios exhorbitantes". Citan algunos: 3.000 dólares mensuales por el espacio para una oficina, el acceso a Internet más caro del mundo: 260 dólares por mes y "telecomunicaciones ruinosas", al precio de 6 dólares por minuto por una llamada telefónica hacia Europa.

La situación del nativo empleado por los extranjeros queda sintetizada en estas líneas: "El empleador extranjero paga al Estado cerca de 450 dólares mensuales por un empleado cubano que recibe como promedio sólo 15 dólares". Además, advierten que los inversionistas no tienen derecho a escoger a los asalariados. Son seleccionados "los políticamente correctos" por Acorec y Cubalse, empresas del Estado.

Probablemente, uno de los capítulos más interesantes del libro es el titulado "La transición inevitable".

Los autores parten del principio que los "apparatchiks" sienten miedo de lo que sucederá cuando desaparezca del escenario el Máximo Lider. Citan algunas variantes de la probable transición:

La del "escenario chileno", o sea, Fidel Castro es quien se encarga de conducir los cambios. Es la patrocinada por el conocido disidente Elizardo Sánchez. Pero, las últimas declaraciones del Máximo Líder, acerca de que eso no le preocupa y no tiene que preparar ningún sucesor, dejan poco margen para darle crédito a esta variante.

El "escenario tunecino". Los "pinchos y mayimbes" tropicales reeditan en La Habana la destitución "por senilidad", en 1987, del presidente Habib Bourguiba y "controlan" la evolución de los acontecimientos.

Pero, los propios autores citan casos como el del teniente Omar Izquierdo Sánchez, descontento con el régimen, y que terminó "en las cárceles de Villa Marista" (sede de la Seguridad del Estado). Esto esclarece que la situación, por el momento, es bien diferente y este desenlace "tunecino" parece poco probable.

El "escenario haitiano". La desaparición física de Fidel Castro desencadena poco después "sangrientos arreglos de cuentas entre los cubanos". Este sería el peor de todos. Como advirtió en febrero del 2000 Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, "no importa lo que suceda, será necesario evitar el caos a cualquier precio". Céspedes es de la opinión de que Castro morirá como Franco, ejerciendo sus funciones hasta el final, y tiene la esperanza de que después "las cosas cambiarán gradualmente".

El "escenario constitucional". Según el artículo 94 de la Constitución, "en caso de ausencia, de enfermedad o de muerte del presidente del Consejo de Estado, el mismo será sustituido en sus funciones por el primer vice-presidente".

Raúl Castro asume el poder, "pero rápidamente delega funciones en tecnócratas del régimen que preparan la apertura y la reforma democrática", según los autores de esta obra, que consideran a Carlos Lage como el personaje ideal para el puesto de Primer Ministro, pues se ha ganado "la simpatía de los hombres de negocios extranjeros".

Rousseau y Cumerlato revelan unas declaraciones, quizá muy poco conocidas, de Ricardo Alarcón, actual presidente de la denominada Asamblea Nacional del Poder Popular.

En diciembre de 1997, preguntado por un periodista del "Nuevo Día de Puerto Rico" acerca de la sucesión de Fidel Castro, Alarcón dijo: "Si llega ese momento lo haría...creo que puedo dar mi contribución debido a mi experiencia". Según los autores, Alarcón se precipitó con estas declaraciones y después se vio "obligado a defender las posiciones ultra-ortodoxas".

El "escenario español". Se produce el pacto de la transición en una mesa de negociaciones, entre disidentes y representantes del gobierno, después de "neutralizar" al exilio radical de Miami y con la ayuda de la Iglesia católica. Pero, los autores reconocen que "la atomización de la disidencia interior" y su falta de "legitimidad política" hacen difícil una apertura rápida de esta negociación.

"El escenario político militar". Los jefes militares, ahora convertidos en nuevos hombres de negocio, facilitan la transición, asociados "con la nueva generación de tecnócratas cubanos".

Según los autores, el ejército cubano no está vocacionado para la represión y lo más probable es que el escenario de transición, que propugna la oposición moderada, la lleve a cabo "una junta político militar".

El último párrafo del libro vale la pena reproducirlo textualmente: "Por el momento, el caudillo cubano ha rechazado convertirse en reformador de su régimen, prefiriendo esperar por su liquidación. Por tanto, Fidel Castro no participará. Corresponderá a los cubanos escribir su propia historia. Esta vez, utilizando los verbos en el pasado".

El libro merece ser traducido lo más rápidamente posible al español y puesto en circulación por alguna editorial importante.

Se siente el deseo de organizar una colecta, para regalarle un ejemplar a Ariel Dorfman, a José Saramago (para que comparta la lectura con su esposa Pilar), o a Eduardo Galeano... pero, ¿valdría la pena?