Menú
Santiago Navajas

LGGBDTTTIQQAAPP

Frente a la hipocresía de la izquierda que instrumentaliza la causa de las minorías sexuales, una bandera de reivindicación de derechos individuales.

Frente a la hipocresía de la izquierda que instrumentaliza la causa de las minorías sexuales, una bandera de reivindicación de derechos individuales.
EFE

En 2017, la Federación de Maestros de Ontario anunció un curso para formar a los docentes de primaria acerca de lo que llamaban diversas "identidades de género" y orientaciones sexuales de sus alumnos, y así promover la "inclusividad", una de esas palabras que se convierten en tendencia, como "resiliencia", "migrantes" y "empatía". Concretamente quince eran las letras de la sigla sobre la que se impartir formación: LGGBDTTTIQQAAPP (lesbianismo, gay, genderqueer, bisexual, demisexual, transgender, transexual, dos espíritus, intersex, queer, cuestionamiento, asexual, aliado, pansexual y poliamoroso). Espero no haberme dejado ninguna.

Ante las críticas y las bromas, desde el sindicato de maestros se respondió que había sido publicitado el curso echando mano del humor para evidenciar la dificultad que se da en cuanto a manejar el cúmulo de identidades, orientaciones, etiquetas y banderas que el movimiento gay ha desarrollado en los últimos tiempos (a lo que habría que añadir distinciones como "cis", "no binario" y "no normativo", ante las cuales la escolástica medieval y los debates sobre el sexo de los ángeles son un prodigio de sencillez y austeridad metafísica).

El mismo anuncio del curso, sin embargo, hacía una declaración que no parecía ser para nada humorística, afirmando que según varios estudios y encuestas nada menos que la mitad de la población se identificaría como alguna forma de LGGBDTTTIQQAAPP (bendito "copiar y pegar"). Por desgracia, en la web que enlazaban han borrado el supuesto estudio, qué casualidad y qué lástima.

En la actualidad no son quince sino "solamente" seis las orientaciones y/o identidades en las que forma (o deforma, según se sea partidario o crítico de la perspectiva de género) dicha Federación de Maestros de Ontario (ETFO): 2SLGBTQ+, con la peculiar denominación de "dos espíritus" para referirse especialmente a los indígenas norteamericanos a los que se aplica el mantra "son sus costumbres y hay que respetarlas". La EFTO explica que sus propuestas formativas se encuadran dentro del activismo político a favor de la equidad, la inclusión y, atención, la justicia social. ¿Quién podría estar en contra de tales valores tan extraordinarios y humanitarios? Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y, mucho menos resulta humanista, liberal y respetuoso todo lo que se pinta de arcoíris.

La instrumentalización y manipulación por parte de la izquierda del movimiento a favor de los derechos civiles y la normalización social de las minorías sexuales tiene dos motivaciones. En primer lugar, lo que, como hemos señalado, se denomina justicia social. Por otro lado, la desnaturalización del ser humano, un viejo proyecto existencialista relacionado con las filosofías pro totalitarias de Martin Heidegger, por la derecha, y Jean Paul Sarte, por la izquierda .

En cuanto a la justicia social, se parte de la exigencia a los miembros de la sociedad para que se organicen de tal modo que se beneficie a unos determinados individuos y grupos. Si un lobby, como en este caso los activistas de izquierda, se hacen con el poder, son capaces de imponer no solo derechos, lo que sería justo (como el matrimonio gay), sino privilegios como la imposición del lenguaje "inclusivo", de banderas sectarias en las instituciones públicas, y el adoctrinamiento en los centros educativos de la ideología de género o queer. Como explica Thomas Sowel:

Los cruzados de la justicia social no solo pretenden corregir los pecados del hombre, sino los descuidos de Dios o los accidentes de la historia. Lo que realmente buscan es un universo hecho a la medida de su visión de la igualdad. Buscan la justicia cósmica.

En cuanto a la desnaturalización del ser humano, Robert Trivers ha hecho notar cómo el vocablo "género" está tratando de sustituir y eliminar al viejo, fascinante y siempre denigrado por pacatos y puritanos "sexo". Primero sucedió en las ciencias sociales y últimamente incluso en la biología. En los países anglosajones se considera de mal gusto entre gente progresista hablar de "mujeres" y se prefiere la terminología "personas que dan a luz", para ser inclusivos con los trans y que no se sientan ofendidos, ofendidas y, como diría Irene Montero, ofendides. Trivers apunta la hipótesis, que comparto, de que "lo que subyace a este cambio es un deseo de minimizar la biología de las diferencias sexuales".

De modo que únicamente se tuvieran en cuenta factores medioambientales. Lo que en un paradigma subjetivista, como el que vivimos desde la Modernidad con Descartes, significa que cualquiera puede autodeterminarse según su capricho, voluntad o sentimiento interior, sin que importe para nada los condicionantes biológicos, ya sean genéticos, hormonales o de cualquier otro tipo, por no hablar de requerimientos objetivos, conductuales o profesionales, públicos.

Cabe distinguir, por tanto, de manera clara y contundente, lo que es el apoyo a todas las personas que son discriminadas, rechazadas, menospreciadas, perseguidas, acosadas y humilladas por una sexualidad y una orientación sexual minoritarias, de la complicidad de aquellos lobbies que instrumentalizan dicha justa y legítima lucha por la libertad y la igualdad para llevar el agua a su molino partidista.

Tenemos el precedente de cómo los comunistas, anarquistas, socialistas y demás totalitarios de izquierda instrumentalizaron la lucha antifascista para presentarse (¡ellos, los más totalitarios!) como campeones de la democracia. El equivalente de José Bergamín dentro del movimiento totalitario de izquierdas autodenominado ‘Alianza de Intelectuales Antifascistas’ lo encontramos actualmente, salvando las distancias, en el presentador de Telecinco, Jorge Javier Vázquez, al que le gusta hacer ostentación de su orientación sexo-política y líder de la Alianza de Artistas LGGBDTTTIQQAAPP. A Bergamín lo definió Unamuno como "el Deficiente público español número 1" y Juan Ramón Jiménez como "el hombre de más baja moral de toda España", títulos ambos a los que podría optar Vázquez, aunque la competencia entre los de su cadena y su secta es feroz.

Como en el caso del feminismo, una reivindicación originariamente liberal que la izquierda ha retorcido, envenenado y prostituido, la defensa de los derechos de las minorías sexuales, está siendo arrastrada, como ha denunciado Isabel Díaz Ayuso en una entrevista con Federico Jiménez Losantos:

La izquierda no siente orgullo del Orgullo, siente que es una palanca para promover el odio contra otros.

No solo odio, sino también hipocresía. Porque son estas mismas organizaciones de lgtbizquierdistas los que reivindican a homófobos como Fidel Castro y Che Guevara, que crearon campos de concentración específicos contra los "desviados" del "hombre nuevo" comunista, como denunció Nestor Almendros en su documental Conducta impropia. Incluso en un diario de extrema izquierda tuvieron que reconocer, tras darle muchas vueltas para tratar de disculparlo, que "es casi seguro que el Che Guevara fue al menos igual de homófobo que sus camaradas en el poder: el hecho de que avalara la represión castrista así lo sugiere".

Frente al odio y la hipocresía de las organizaciones de izquierdas que instrumentalizan la causa de las minorías sexuales no hay que dejarse arrebatar desde el bando liberal, todo lo contrario, una bandera de reivindicación de derechos individuales, no menos pero tampoco más. Como muestra el acrónimo LGGBDTTTIQQAAPP, el movimiento de reivindicación de los derechos de las minorías sexuales ha sido parasitado por la izquierda para convertirlo en un ariete partidista, una farsa intelectual, una fantasía interesada y, últimamente, y esto es lo peor de todo, en una versión siniestra del flautista de Hamelín en la que no hay principio de precaución que contrarreste al principio de autodeterminación. En paralelo, hay que denunciar a los que pretenden llevar la bandera arcoíris a las instituciones públicas como si hubiera que tratarlos de manera diferente a los de otros colectivos. Libres e iguales para los derechos y, faltaría más, para los deberes.

0
comentarios