
Para descansar de la avasalladora mugre espiritual que inunda España, nada mejor que un soplo de belleza, ese jadeo de la brisa íntima que nos hace mejores y más libres. Hay otros vientos, ventarrones casi siempre, con aquilones gélidos que corrompen las almas con dinero, poder, mansedumbre, sumisión, villanía o estupidez. Pero no son estos los que corren por las venas de Pedro Tabernero, un virguero editor sevillano que rehuyó el Patio de Monipodio y prefirió la picaresca de la libertad propia sin dañar ni mermar la ajena.
Seguramente, crecido como creció en la espesura de las telas de araña que tejieron el franquismo y el PSOE en su ciudad natal, no se percató de su rebeldía liberal hasta que la sintió como necesidad. Dice en su Códice, una autobiocrónica que profetiza que no pasará de las 85 vueltas al Sol, que sufrió la esclavitud en la Compañía Sevillana de Electricidad, gran cueva oligárquica de Hunos y Hotros. La recuperó tirando la tarjeta de fichar a las cataratas del Iguazú. Gracias a aquel acto de libertad, nacieron sus ediciones del Grupo Pandora.