
El miércoles había llegado la lluvia a Madrid; el jueves, 12 de junio, la lluvia volvió a marcharse; y el sol se alzó sobre su trono como un rey absoluto en toda España. El sol salió iracundo pero estaba moderado por las normas constitucionales. Esa mañana el calor estimulaba sin quemar, en los alrededores del Congreso de los Diputados; la luz era violenta, pero no mataba los colores; inciertas esperanzas se reflejaban en los rostros del sanchismo, desaparecieron en torno a las once de la mañana. La luz se hizo intensa. Cegaba. El auto del Tribunal Supremo se hizo público: el informe de la UCO de la Guardia Civil sitúa a Santos Cerdán, secretario de organización del PSOE, en la cúspide de la pirámide de una trama criminal de cobro de comisiones de constructoras. El Tribunal Supremo le ha propuesto declarar voluntariamente el próximo 25 de junio. Está al borde de la imputación judicial.
Otra vez, las esperanzas ciudadanas están puestas en que la Justicia ponga en su sitio y siente en el banquillo de los acusados al presidente del Gobierno. La Justicia está esforzándose para demostrar que todos los vericuetos de la corrupción conducen a Moncloa. La Justicia acaba con esta Presidencia del Gobierno o la democracia desaparece. El problema es saber si la justicia española está preparada o no para resistir al ejército gubernamental y mediático que Sánchez ha lanzado contra ella. Hay razones para el optimismo, sobre todo si tenemos en cuenta el trabajo concienzudo, limpio y transparente de los jueces que llevan a cabo las causas de la trama de Ábalos-Koldo-Cerdán, del fiscal general del Estado, del hermano de Sánchez y su esposa, sin olvidar del éxito que ha tenido el paro simbólico de la Administración de Justicia del día 11 de junio.