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Pedro Sánchez o la grosería política con la Nación española

Pero la grosería incluye un dato de significación adicional. No  alude sólo a un desprecio de las normas aceptadas para el trato con los demás, sino a una forma soez de llevar a cabo su desdén

Pero la grosería incluye un dato de significación adicional. No  alude sólo a un desprecio de las normas aceptadas para el trato con los demás, sino a una forma soez de llevar a cabo su desdén
Pedro Sánchez en la cumbre de Sevilla. | Europa Press

Lo que sea una grosería en general está por aclarar porque es un comportamiento que se dice de muchas maneras. Por poner un ejemplo poético, Vicente Aleixandre decía que enseñar el talón era una grosería. Sí, suena a manual de urbanidad (machista). Unamuno hace decir a un personaje que quien no sabe de groserías, flatulencias sulfhídricas, no sabe de humanidad. Pessoa habría considerado el entusiasmo político de muchos, socialistas y no, como una grosería porque convierte en esfinges falsas a los que ya no saben quiénes son.

Qué sea o no una grosería varía de un país a otro. Se ha contado que los holandeses son directos pero corteses aunque nadie sabe si los educados en los 195 países menos francos que ellos pueden considerar que su claridad es más bien una forma de grosería prepotente escondida en una apariencia de sincera espontaneidad.

La grosería, dice el diccionario del uso del español de María Moliner, es la cualidad y grosero es quien sufre falta de educación o está "naturalmente inclinado a prescindir de la cortesía y la delicadeza en el trato con otras personas." Esto es, en política un grosero es quien carece de la educación necesaria y suele prescindir de los buenos modales y la delicadeza con los propios y con los adversarios.

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