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Iván Vélez

1949: España según 'Life'

Lógicamente, nada había de ingenuo ni de casual en la atención mediática que suscitaba la España de finales de los 40.

Franco visita Éibar en 1949 | Wikipedia

Entre los días 25 y 27 de marzo de 1949 se celebró en el neoyorquino Hotel Waldorf-Astoria la Conferencia Cultural y Científica por la Paz Mundial, impulsada por la Kominform. El alcance de la ofensiva soviética no pasó inadvertido para las autoridades estadounidenses, que trataron de boicotearla infiltrando a elementos como el ideólogo Sydney Hook (1902-1989), que en 1927 había colaborado en la edición en inglés de Materialismo y empiriocriticismo, y que en 1950 se afincó en Berlín. La réplica a la conferencia soviética neoyorquina tuvo lugar en dicha ciudad alemana entre el 26 y el 30 de junio de 1950. En plena oleada macartista, en el Palacio Titania se hizo público el Manifiesto a los hombres libres, documento dividido en 14 puntos que enfatizaban el valor de la libertad de opinión. Junto a la palabra "libertad", la expresión "estado totalitario" aparecía varias veces en velada referencia a la Unión Soviética y a sus naciones satélites. Como presidentes de honor del Congreso figuraban hombres de prestigio como: Benedetto Croce, Jacques Maritain, Karl Jaspers, John Dewey, Bertrand Russell y Salvador de Madariaga, junto a los cuales se concitaban los apoyos de otras relevantes personalidades: Raymond Aron, John Dos Passos, André Gide, Malraux, Arthur Koestler o Denis Rougemont. La conmoción producida por las detonaciones atómicas había abierto un tiempo de silencio en el que jugó un importante papel la propaganda vehiculada por canales culturales.

Dentro de la pugna cultural, el primer golpe lo habían dado los soviéticos, capaces de operar en el mismísimo corazón norteamericano, hecho que no pasó inadvertido para la revista Life, que el 4 de abril de 1949 dedicó cinco páginas a la Conferencia. En ellas informó a propósito de lo que calificó como una "ópera cómica, si no fuera por sus trágicas implicaciones", así como de las protestas callejeras que desencadenó aquel acontecimiento. En su reportaje destacaba un mosaico fotográfico compuesto por los rostros de algunos de los más destacados asistentes. En él aparecían, por ejemplo: Dorothy Parker, Arthur Miller, Norman Mailer, Charles Chaplin, Albert Einstein y Thomas Mann.

En ese mismo número, la revista dedicó trece páginas a la siempre exótica España. Diez años después del final de la Guerra Civil, las fotografías del ucraniano Dmitri Kessel sirvieron para ilustrar un texto en el que se afirmaba que algunos militares y ciertos grupos de políticos y diplomáticos conservadores y liberales, deseaban que España diera un giro atlantista. Los anhelos de estos grupos chocaban, no obstante, con la hostilidad que hacia Franco existía en el nuevo contexto europeo. Sobre ese trasfondo político, el informe, no exento de pintoresquismo, se abrió con la imagen de dos guardias civiles con capa y mosquetón, colocados en las cunetas de una larga y desierta carretera. Tratándose de España, la efigie del cardenal y arzobispo primado de Toledo, Enrique Pla y Deniel, el hombre que sancionó como "Cruzada" la acción del bando franquista, se hacía inexcusable, del mismo modo que la de un campesino, Celestino Gómez, capaz de enfrentarse a la dureza de la tierra castellana. En el paseo por España no podía faltar la vista, evocadora de la obra de El Greco, de la ciudad de Toledo, ni la de los emblemáticos olivares andaluces. Tampoco otra que con el tiempo se hizo familiar, Franco de cacería. Como contrapeso a la escena cinegética, Life lanzaba una mirada sobre los últimos focos guerrilleros, localizados en los Pirineos por los que se adentró el maquis.

La guerra seguía marcando la actualidad española, razón suficiente como para incorporar al reportaje al general Juan Vigón, pero también a los presos políticos que penaban en la Cárcel Modelo de Barcelona, a la que pronto acompañaría la de Carabanchel. Era necesario, no obstante, mantener las formas con respecto al poder efectivo, por lo que Raimundo Fernández Cuesta, ministro de Justicia, también fue retratado, al igual que ocurrió con el banquero Juan March, figura clave en el Alzamiento, o con el alcalde de Bilbao, Joaquín de Zuazagoitia. En las páginas de Life también apareció el influyente obispo de Málaga, Ángel Herrera Oria. Pero, sin duda, la personalidad que destacó en aquella pieza periodística fue la del príncipe Juan Carlos Bourbon y Bourbon (sic), que en 1957 protagonizó otra portada en la que se afirmaba que era el candidato de Franco al trono de España, hecho que se consumó en detrimento de su padre, ese Don Juan que, junto al apoyo sustanciado en el acrónimo VERDE, hubo de cargar con el malicioso apodo de Don Juan Tercero Izquierda.

Lógicamente, nada había de ingenuo ni de casual en la atención mediática que suscitaba la España de finales de los 40. Pese a que este periodo sea a menudo encapsulado como el de la autarquía, el aislamiento no era completo. El radical anticomunismo del régimen franquista sirvió para suavizar los aspectos menos atractivos para la esfera capitalista. Pese a sus déficits democráticos, España fue ganando gradualmente reconocimiento internacional. A finales de 1952, fue admitida en la UNESCO, con las únicas negativas de Yugoslavia, México y Uruguay. Meses después, en agosto de 1953, se suscribió el Concordato con la Santa Sede, poco antes de que se suscribieran los convenios con los Estados Unidos por los cuales la potencia norteamericana implantaba una serie de bases militares en nuestro suelo a cambio de ayuda económica y técnica. Todo ello no impidió que España siguiera haciendo, incluso hasta nuestros días, las delicias de aquellos que se acercan a ella con ojos parecidos a los de los viajeros impertinentes del XIX.

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