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Manuel Llamas

Razones para ser liberal

Una obra necesaria para quienes duden o no acaben de tragarse el reguero de falacias y sandeces que escuchan a diario en los medios de comunicación.

Defender la libertad intrínseca con la que nace todo individuo y los derechos fundamentales a ella asociados, como la propiedad privada y la búsqueda de la propia felicidad sin menoscabar la libertad de terceros, debería ser motivo más que sobrado para abrazar el liberalismo, tanto desde el punto de vista político como desde el económico y social. Pero como no siempre las motivaciones morales son suficientes para convencer o convencerse de los numerosos y muy relevantes beneficios que ha supuesto para la Humanidad el desarrollo del liberalismo y su principal fruto, el capitalismo, a lo largo de los dos últimos siglos, siempre es conveniente atender a las evidencias disponibles para que cada cual pueda juzgar la conveniencia o no de dichos postulados por sí mismo, más allá de los ridículos, falsos y simplistas eslóganes que emplea la progresía imperante, en general, y la izquierda política, en particular, para denostar y, en última instancia, eliminar la corriente de pensamiento que ha posibilitado la mayor prosperidad y el mayor nivel de vida que ha conocido la Humanidad.

Éste y no otro es el propósito del nuevo libro de Diego Sánchez de la Cruz, Por qué soy liberal (Deusto), en cuyas páginas el lector descubrirá potentes y sólidos argumentos que demuestran con datos, no con meras opiniones, que el liberalismo es la mejor forma de garantizar el progreso de la sociedad en su conjunto y que, por tanto, es imprescindible reducir el peso del Estado (políticos) y potenciar el mercado (todos nosotros) para poder seguir creciendo y mejorando nuestro nivel de vida a medio y largo plazo. La obra se divide en tres partes claramente diferenciadas, en las que el autor aborda con un lenguaje sencillo y comprensible tres grandes cuestiones de plena actualidad.

El primer bloque, "La revolución del bienestar", expone los grandes avances que han cosechado hasta la fecha la economía mundial y, cómo no, también la española, gracias al surgimiento y desarrollo del capitalismo. Muchos se sorprenderán, puesto que el impacto de la crisis ha generado un ambiente de hondo pesar y frustración en amplias capas sociales, pero lo cierto es que, a pesar de las dificultades padecidas en los últimos años, el mundo nunca ha estado mejor que ahora. Tan sólo hace falta echar la vista atrás para percatarse de que en 1850 más del 80% de la población global sufría una situación de auténtica miseria, mientras que hoy la tasa de pobreza se sitúa por debajo del 10%, y lo mejor de todo es que, de continuar esta tendencia, desaparecerá en tres o cuatro lustros, algo inédito desde que el hombre es hombre.

El crecimiento exponencial de la renta per cápita, la impresionante mejora de las condiciones medias de vida, los avances en materia de salud y educación o el aumento de la esperanza de vida son algunos de los indicadores que Sánchez de la Cruz expone a lo largo de los primeros capítulos para demostrar de forma fehaciente todo lo que se ha logrado, aunque muchos, por desgracia, no sean conscientes de ello. Es evidente que sigue habiendo países ricos y países pobres, pero, una vez más, los datos demuestran que la libertad es el nexo común que explica la prosperidad de ciertas economías frente al resto. Los países más libres son también los más ricos, y viceversa. Y España, por suerte, se encuadra en el primer grupo, gracias, en primer lugar, a la apertura comercial que supuso el Plan Nacional de Estabilización Económica de 1959, la exitosa transición democrática que tuvo lugar en la segunda mitad de los años 70 y, finalmente, la integración en el mercado común europeo.

El mundo nunca ha estado mejor que ahora. Tan sólo hace falta echar la vista atrás para percatarse de que en 1850 más del 80% de la población global sufría una situación de auténtica miseria, mientras que hoy la tasa de pobreza se sitúa por debajo del 10%.

España atraviesa problemas, sin duda, dado que ha sido uno de los países más golpeados por la crisis, padece una elevada tasa de paro, un alto nivel de deuda pública y una más que cuestionable calidad institucional en comparación con otras economías ricas de Europa y del mundo. Pero eso no es excusa para inmolarnos en la pira del derrotismo, puesto que el largo y tortuoso camino recorrido hasta aquí constituye una historia plagada de éxitos y superaciones tanto a nivel individual como colectivo, como bien expone la citada obra. De ahí, precisamente, que haya que extremar la cautela frente a los maniqueos discursos y mágicos recetarios que blanden algunos economistas y partidos políticos para tratar de derribar lo construido con el único fin de reforzar aún más el estatismo igualitarista y represor o, lo que es lo mismo, el poder de los políticos frente a la sociedad. La segunda parte del libro, "La rebelión del malestar", aborda esta preocupante amenaza para la prosperidad y las libertades del individuo, desmontando, punto por punto, los principales ejes discursivos que emplean movimientos y perspectivas tales como el populismo, el declinismo, el igualitarismo, el pobrismo y el anticapitalismo.

Sin embargo, el autor no sólo se limita a tumbar estas nefastas ideas mediante un ágil y brillante uso de argumentos, estudios, gráficas e indicadores de lo más variado, sino que reserva el último bloque del libro, y también el más extenso, a proponer una serie de reformas estructurales, enfocadas especialmente en España, para continuar avanzando en la virtuosa y próspera senda del crecimiento y la acumulación de riqueza a largo plazo. Esta tercera parte, "La respuesta liberal", da cuenta de las materias en las que España puede y debe mejorar para escalar posiciones en el ránking de países desarrollados, a diferencia de los ruinosos cantos de sirena que vende el estatismo, sea cual sea su color político. La reducción de la deuda y del gasto público, los presupuestos base cero, la educación, la sanidad, la burocracia, las pensiones, la excesiva regulación, los impuestos o la corrupción son algunos de los problemas a tratar en la parte destinada al sector público, mientras que la reforma laboral o la liberalización económica son las grandes reformas que propone en el ámbito privado.

Por qué soy liberal constituye, en definitiva, un compendio de sólidas y bien estructuradas razones en defensa del liberalismo, argumentos para desmontar las endebles y perjudiciales recetas que propone la izquierda, así como un listado de reformas factibles para seguir mejorando en el futuro. Y todo ello en un lenguaje accesible, sencillo y claro que, junto a una redacción ágil y el aderezo de gráficos esclarecedores, conforman un libro completo, interesante y de plena actualidad acerca de los problemas y amenazas que enfrentan hoy en día buena parte de la economía mundial y, especialmente, España. Una obra de divulgación cuya presencia se hace imprescindible en la biblioteca de todos aquellos que se acerquen o ya hayan abrazado el liberalismo, pero que todavía es más necesaria para quienes duden o no acaben de tragarse el reguero de falacias y sandeces que escuchan a diario en los medios de comunicación por boca de políticos y tertulianos.

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