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José Carlos Rodríguez

75 años de 'Camino de servidumbre'

Este libro sacó el nombre de Friedrich A. Hayek de los pasillos y aulas de las universidades y lo llevó al gran público.

Este libro sacó el nombre de Friedrich A. Hayek de los pasillos y aulas de las universidades y lo llevó al gran público.
Friedrich A. Hayek | Archivo

En 1939, un profesor austríaco que hablaba inglés con un marcado acento redactó un memorándum sobre cómo encaminar la propaganda aliada para que fuera más eficaz. Su consejo era recopilar la verdad histórica sobre el régimen nazi, para que la sociedad alemana reaccionase en contra. Quizás Friedrich A. Hayek, que así se llamaba el profesor, pecase de ingenuo. Que yo sepa nunca se escribió ese libro por fascículos sobre la historia alemana que habría de convencer a la inteligencia del país que el nacionalsocialismo era un error y un crimen históricos. Pero su propuesta refleja cuál era su talante y su pensamiento: las ideas mueven el mundo, y debemos tener un respeto casi reverencial por la verdad.

Para entonces había terminado su última obra sobre economía teórica, y sus intereses se encaminaban a prados más extensos. Tenía pensado escribir un libro en dos volúmenes que expusiese el Abuso y declinar de la razón, como se iba a titular la obra. El proyecto descarriló, y con sus restos compuso otras obras, como La contrarrevolución de la ciencia y Camino de servidumbre.

Este libro sacó el nombre del autor de los pasillos y aulas de las universidades y lo llevó al gran público. Camino de servidumbre se publicó en 1944, por lo que celebramos ahora su 75 aniversario. Es una gran ocasión para recordar el libro, exponer su mensaje y su relevancia. Aunque fue un superventas, Camino de servidumbre es más conocido que leído, por lo que sobreviven algunas ideas erróneas sobre lo que quiso transmitir Friedrich A. Hayek.

No es una defensa del laissez faire, que rechaza expresamente. No dice que una vez se empieza a planificar la sociedad, ésta acaba sojuzgada por el totalitarismo: "No digo que estos desarrollos sean inevitables. Si lo fueran, sería fútil escribir (este libro)", advierte el autor.

El propósito de Hayek era dar una respuesta al ambiente intelectual del momento, que veía en el liberalismo un camino con el fascismo como única salida, y alertar al pueblo británico de las consecuencias económicas y políticas de la planificación. Hayek no quería que las ideas que habían llevado a Alemania al horror del nazismo diesen en Gran Bretaña nuevos frutos podridos. Por eso escribió el libro y por eso lo llamó "mi pequeño esfuerzo bélico".

La crisis del 29 se interpretaba como el ocaso del liberalismo. Hayek le había dado una explicación económica (incluso la había predicho, a comienzos de ese año), pero tanto los economistas como quienes no lo eran, desconfiaban en general de la teoría económica. Por otro lado, tras aprobar el decreto del incendio del Reichstag, Hitler detuvo a cientos de comunistas, más algún socialdemócrata. Lo cual, unido a que gran parte de la clase empresarial temían más al comunismo que al nacional socialismo, llevó a muchos a identificar el nazismo con un intento del capitalismo de sobrevivir en sus horas más bajas.

Entre los que creían que esta era la explicación del nazismo estaba William Beveridge, entonces director de la London School of Economics en la que Hayek impartía clases. Harold Laski (a quien en una ocasión Hayek dijo que era un "mentiroso compulsivo"), ofreció una explicación de carácter marxista sobre cómo el liberalismo moría por sus propias contradicciones y desembocaba en el fascismo.

Hayek quiso mostrar en Camino de servidumbre hasta qué punto esto no era cierto. El nacionalsocialismo no es una reacción de última hora del un capitalismo agonizante, sino la culminación de una tradición de pensamiento que había ido madurando desde las postrimerías del siglo XIX. Su saña contra comunistas y socialistas se explica por el único elemento liberal que mantenían estos movimientos, que es su carácter internacionalista. Y, de hecho, el nazismo era tan socialista y antiliberal como los movimientos hermanos que Hitler perseguía con saña.

El ambiente intelectual llevaba a la esperanza de crear una nueva sociedad en Gran Bretaña en cuanto terminase la guerra, paradójicamente, tal como hizo ver Hayek en su libro, sobre presupuestos intelectuales que son los que habían conducido al éxito del nazismo en Alemania. Hayek le dedicó un capítulo a "los orígenes socialistas del nazismo", pero es más prometedor que efectivo.

A toda forma de socialismo ("A los socialistas de todos los partidos", dedicó Hayek sagazmente la obra) le caracteriza el colectivismo y la voluntad de control de la economía. La planificación ganaba adeptos, en línea con la concepción de que la libre competencia pertenecía a un momento histórico crepuscular. Le había sustituido un capitalismo de grandes empresas, que cercenan la competencia, pero que han mostrado el camino correcto: grandes corporaciones que por mor de la economía de escala reducen los costes. Los socialistas fabianos lo tenían muy fácil para decir: sigamos por ese camino, pero bajo nuestro control, y hagamos grandes empresas públicas. Esta idea no terminaría de morir hasta los años 80’. Hayek, además, advirtió (que no predijo, como interpretaron muchos), que la planificación económica amenazaba la democracia.

Hayek expuso estas ideas en un informe privado enviado al propio Beveridge. Luego las ampliaría en su artículo "Freedom and the Economic System" (1938), y que acabaría en Camino de servidumbre.

El éxito del libro fue inmediato, tanto en su país de acogida, Gran Bretaña, como en los Estados Unidos. En este último país, la popularización de su obra ocurrió a costa de una simplificación de su mensaje. Tanto en el Reino Unido como en los EEUU, Camino de servidumbre fue muy bien acogido por los conservadores, pese a que él no lo era, lo cual según Bruce Caldwell (editor de las Obras Completas de Friedrich A. Hayek) explica que dedicase un capítulo de su posterior The Constitution of Liberty a explicar Por qué no soy conservador.

He vuelto a leer recientemente la primera obra que ahora cumple tres cuartos de siglo, y he de decir que me ha impresionado. Por un lado por la altura intelectual de lo que siempre quiso ser un panfleto político. Y, por otro, porque parte de su mensaje sigue siendo vigente.

Uno de los capítulos menos destacados nos habla directamente de la España de 2019. En él habla del la verdad como víctima del totalitarismo. Y dice lo siguiente: "Pocos trazos de los regímenes totalitarios son a la vez tan perturbadores para el observador superficial y tan característicos de un clima intelectual como la perversión completa del lenguaje, el cambio de significado de las palabras con las que se expresan los ideales de los nuevos regímenes".

Por supuesto, su explicación sobre por qué "Los peores llegan a lo más alto" sigue siendo tan válida hoy como entonces. Pero sus advertencias sobre cómo la planificación amenaza la libertad y la democracia tienen un mayor calado, y es un mensaje que sin ser un ápice menos válido hoy que ayer, en parte se ha dejado de advertir.

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