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Eduardo Goligorsky

Los resucitados de Argentina

Es bueno que Fernández Díaz nos desvele hasta qué extremos pueden llegar los desafueros de estos malnacidos.

Es bueno que Fernández Díaz nos desvele hasta qué extremos pueden llegar los desafueros de estos malnacidos.
La vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. | Cordon

Jorge Fernández Díaz (no confundir con su tocayo el exministro del Interior de España) es lo que los expertos llaman un polígrafo: ensayista, novelista y periodista. Argentino, ha cosechado premios y honores académicos en todas sus actividades, y mantiene cautiva una legión de lectores que aguardan –aguardamos– expectantes su columna de los domingos en el diario La Nación. Una columna en la que emplea su conocimiento enciclopédico de la cultura universal y de la historia argentina, y su cúmulo de información confidencial sobre las tramoyas de la política nacional, para denunciar con tanto rigor como causticidad el proceso degenerativo que ha desencadenado en su patria el peronismo, en su versión ortodoxa y en su deriva castrista y montonera de los años 70, resucitada por el kirchnerismo chavista.

Millonarios y guerrilleros

La versatilidad de Fernández Díaz lo ha llevado a trasladar este empeño desmitificador al terreno de la ficción, y en su novela La traición (Destino, 2021) el público español podrá familiarizarse con los entresijos de una conspiración, o mejor dicho de varias conspiraciones, contra el frágil Gobierno de un presidente liberal. La acción se desarrolla en el marco de una investigación emprendida por los servicios de inteligencia, en cuyo seno perduran secretos de los años de plomo que los hacen vulnerables a los ataques internos y externos. El protagonista es el agente Remil, que ya apareció en dos novelas anteriores del mismo autor. Un tipo duro colmado de cicatrices mentales y físicas.

El entorno es el típico de esta Argentina tercermundista donde la corrupción rampante acoge a exguerrilleros ascendidos a millonarios y a millonarios que patrocinan a flamantes guerrilleros, mientras la izquierda caviar degusta exquisiteces bautizadas con nombres de revolucionarios (caldo Neruda, arroz Mao, escabeche Carlos Marx) en el restaurante Los Rojos.

El autor tiene la precaución de aclarar que sus personajes son ficticios, aunque los hechos que narra evocan episodios de la vida real. Es ubicua la traición, sobre todo la que da título al libro, pero igualmente lo son la violencia, la mentira, el soborno, el encubrimiento del culpable y la incriminación del inocente. Con sórdidos apaños entre bárbaros represores y bárbaros reprimidos. Los atracos a bancos, asaltos a cuarteles, secuestros lucrativos, torturas despiadadas, asesinatos a mansalva que fueron la rutina cotidiana de los montoneros se han transformado, en la historia oficial que hoy se enseña en las escuelas, en los actos heroicos de una juventud idealista y justiciera. "Maravillosa", como la definió Perón antes de hacerla masacrar por sus sicarios. Resucitada en la Argentina por Cristina Fernández de Kirchner para ponerla a su servicio.

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Bergoglio está presente

Sí, los personajes son ficticios pero… Pero hay uno de carne y hueso que nunca aparece en escena pero que está presente, con nombre y apellido, a lo largo de toda la trama, como lo está permanentemente en Argentina y en el mundo: Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco. El agente Remil le dice al salesiano Pablo, enviado del Papa para resolver situaciones que no deben ventilarse en público:

El talón de Aquiles de Francisco está en la Argentina, y en su peligrosa predilección por los marginales, por los impresentables y por esos sospechosos que recibe y alienta, y a quienes les regala sus rosarios bendecidos. Todo pecador es aceptado y redimido si ayuda a combatir el capital y el dinero que es el estiércol de Satán.

El lector argentino descifra instintivamente las alusiones. Los rosarios obsequiados a la imputada Cristina Fernández de Kirchner, a los corruptos condenados con sentencia firme, como el ex vicepresidente kirchnerista Amado Boudou y la depredadora Mercedes Sala, o a la obscena apologista de todos los terrorismos Hebe de Bonafini. Y la predilección por los marginales obliga a pensar en otro personaje que, aunque prudentemente transfigurado, desempeña un papel estelar en el libro. Se trata de quien se lleva el trofeo de la amistad de Bergoglio en la vida real: Juan Grabois, líder veterano de movimientos vandálicos de okupas, piqueteros y lumpen, que asolan impunemente todo el territorio, y que ostenta el título de Asesor del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz en el organigrama del Vaticano.

Todos a una

El lector español seguramente descubrirá que, salvada la distancia geográfica y ambiental, a esta novela se aplica el de te fabula narratur. Le está contando su propia historia, porque los detritos resucitados del peronismo migrante participan, junto a leninistas, chavistas y paleoetarras, en el Gobierno que resquebraja las bases de la democracia española y disuelve los lazos de fraternidad entre compatriotas, realimentando los odios de la guerra incivil y blanqueando los crímenes de los terroristas autóctonos. Aquí también tenemos magnates mecenas de los embriones de revolucionarios, y embriones de revolucionarios que viven como magnates. Y una gauche divine que disfruta sirviendo de ariete intelectual al contubernio cainita.

Es bueno que Fernández Díaz nos desvele hasta qué extremos pueden llegar los desafueros de estos malnacidos. Visto lo cual, no perdamos más tiempo en alzarnos todos a una contra las iniquidades que ya están perpetrando entre nosotros con el mismo ensañamiento con que lo hacen en Argentina y Venezuela. Amén.

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