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Santiago Navajas

Las lesbianas que odiaban a las mujeres

Donde el feminismo liberal grita "¡Viva la diferencia!", el lesbofeminismo ruge "¡Muera la diversidad!".

Donde el feminismo liberal grita "¡Viva la diferencia!", el lesbofeminismo ruge "¡Muera la diversidad!".
David Alonso Rincón

"Yo soy mujer y tú, no"

Mientras discutían sobre la pertinencia de la huelga feminista del 8-M, Ana Rosa Quintana trató de callar a Arcadi Espada, que disentía del resto de la mesa de tertulianos, con un argumento casi irrefutable: "Yo soy mujer y tú, no". Julia Otero insulta en Twitter a Cayetana Álvarez de Toledo por no sumarse a la huelga feminista citando a Simone de Beauvoir, la sacerdotisa del feminismo radical:

También en Twitter, Àngels Barceló intentó desprestigiar un libro sobre maternidad escrito por tres prestigiosos ginecólogos con un sarcasmo:

Es decir, los ginecólogos no pueden opinar sobre maternidad porque no son mujeres o madres (vete tú a saber cuál es el rasgo experiencial decisivo). ¿Y los forenses que no estén muertos? ¿Y los traumatólogos que jamás se hayan roto un hueso? ¿Y los oncólogos que nunca han tenido la suerte estar enfermos de cáncer? ¿Y las urólogas que…?

"Las lesbianas no son mujeres"

Todo esto podríamos interpretarlo como un caso de locura transitoria. O del poder de la presión de grupo para la conformidad social. Pero no solo no cabe tomárselo a risa (bueno, un poco sí), sino que es menester conocer los polvos intelectuales de donde provienen estos lodos mediáticos. Ana Rosa Quintana, Julia Otero y Àngels Barceló no son sino las idiotas útiles (sin ánimo despectivo, en el sentido leninista de persona inocente manipulada políticamente) de las tendencias feministas radicales que emergieron hace cuarenta años. A finales de los 70 Monique Wittig escribió un impactante ensayo, El pensamiento heterosexual, que terminaba con una frase explosiva: "Las lesbianas no son mujeres". Así empezó la tercera ola del feminismo, con una guerra civil entre las lesbofeministas y las demás feministas que naturalmente sostenían que luchar por la liberación y la igualdad de las mujeres exigía creer que había mujeres. Y hombres. Pero Wittig había comenzado una guerra de exterminio contra hombres, mujeres (y viceversa).

Una lesbiana debe ser cualquier otra cosa, una no-mujer, un no-hombre, un producto de la sociedad y no de la «naturaleza», porque no hay «naturaleza» en la sociedad.

La manifestación del 8-M

La manifestación del 8-M ha estado convocada por las herederas de las segregacionistas lesbofeministas, por lo que han prohibido que las acompañen los hombres salvo en un rol subalterno y no como un derecho que les corresponda de suyo, en cuanto que seres humanos preocupados por la dignidad, sino como una graciosa concesión a gente inferior. Para ello habrán de probar primero que se han emasculado intelectual y emocionalmente hasta convertirse en las mencionadas mujeres con pene.

Mientras que el feminismo liberal es humanista y considera que las mujeres y los hombres son complementarios –diversos en la unidad de la especie sapiens, racionalmente emocionales y sociales y llevando a cabo gozosamente un juego de suma positiva–, el lesbofeminismo de raíz marxista cree que hombres y mujeres son sustitutivos unos de otros en una dialéctica de suma cero: lo que gane un sexo ha de perderlo otro. Donde el feminismo liberal grita "¡Viva la diferencia!", el lesbofeminismo ruge "¡Muera la diversidad!". Si el feminismo liberal defiende una masculinidad y una femineidad complejas, poderosas, elegantes e inteligentes, el lesbofeminismo sostiene que todas las mujeres son unas lesbianas, solo que algunas, que resulta que son la mayoría, no lo saben… todavía, hasta que las hermanas lesbianas les descubran su verdadero yo. Al lavado de cerebro lo denominan sororidad.

Feminismo liberal, humanista o ‘igualista’

Betsy Cairo argumenta que no es feminista porque es "igualista": está a favor de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, no de la discriminación contra los hombres en un contexto de lucha contra lo masculino o de proteger a las mujeres con privilegios, cuotas y demás, bajo la presunción de que son unas discapacitadas. Meryl Streep, imitando seguramente sin saber a Clara Campoamor, confesaba: "No soy feminista, soy humanista". Por otra parte, según una encuesta del CIS, la inmensa mayoría de las mujeres españolas defiende la familia igualitaria, el reparto de tareas, la igualdad salarial y de oportunidades, el igual acceso al poder político y empresarial. Sin embargo, al menos la mitad de las mujeres ven la denominación de feminista con antipatía. Y solo un 4% de ellas considera que el feminismo es la etiqueta que mejor las define.

En el ensayo general de la manifestación del 8-M, realizado el pasado domingo en Vigo, desde la tribuna de oradores se pidió la ilegalización del PP y se lanzaron consignas anticapitalistas. Porque mientras desde el feminismo marxista se instrumentaliza a las mujeres en su lucha contra el sistema liberal, desde el feminismo humanista la preocupación mayor es la profundización en los avances conseguidos gracias a la economía de mercado, que disuelve la ideología machista bajo el martillo de la eficiencia, y la democracia liberal, que promueve los derechos fundamentales individuales.

Primer tsunami feminista

En un célebre gag, los Monty Python representaban la final del Mundial de Fútbol Filosófico entre las selecciones de Grecia (clásica) y Alemania. Ya saben, la panda de Sócrates, Platón y Aristóteles frente a los Hegel, Schopenhauer y Marx. Cabría asimismo hacer una selección de mujeres que merecen muy mucho la pena porque representan lo mejor de un feminismo basado en los valores de la Ilustración, es decir, la verdad, la razón, la ciencia, la tolerancia y el humanismo. En esta selección tendríamos de guardameta a Camille Paglia, una defensa formada por las anglosajonas Susan Pinker, Laura Kipnis, Cathy Young y Cayetana Álvarez de Toledo (por lo del doctorado en Oxford), un mediocampo con las francesas Elisabeth Badinter, Caroline Fourest y Catherine Millet y una delantera en la que golean Teresa Giménez Barbat, María Blanco y Cristina Losada. Listas para salir al campo, Berta G. de la Vega, Christina Hoff Sommers, Catherine Deneuve y Claire Lehmann.

La diferencia entre las feministas marxistas y las liberales es que las primeras se limitan a hablar y criminalizar mientras que las segundas debaten y actúan. Las de género se quejan del techo de cristal; las humanistas lo rompen. Las marxistas pretenden derrotar a los hombres; las segundas, luchar junto a los mejores de ellos. Recordemos que fue una feminista liberal, Simone Veil, la que como ministra de Salud en un Gobierno de derecha batalló para legalizar el aborto en Francia. Una rebelión femenina que lideró desde la sociedad civil Catherine Deneuve, la misma que ahora protesta contra la inquisición del feminismo radical en la caza de brujas hacia hombres como Woody Allen.

El feminismo socialista es un fraude

En su último libro, Enlightenment Now. The Case For Reason, Science, Humanism and Progress, Steven Pinker menciona los avances que se han realizado en la conquista de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Pero hay interesados en avivar el rencor. La judía Hannah Arendt reivindicaba en una carta al activista negro James Baldwin su derecho a debatir sobre el racismo porque es una cuestión que nos concierne a todos en cuanto seres con pensamiento, conciencia y, en consecuencia, dignidad. No solo es que el feminismo es demasiado importante para dejárselo a las feministas (de género), sino que debemos embarcarnos en la tarea de salvar al feminismo (humanista) de las garras del feminismo heredero de Monique Wittig y sus lesbianas que pretendían no ser mujeres porque transferían su autoodio al conjunto de las mujeres.

El manifiesto del Sindicato de Estudiantes sobre la huelga feminista del 8-M carga contra los "gobiernos capitalistas" y se declara a favor del "feminismo anticapitalista y revolucionario". ¡Pero son los países capitalistas los que mejor defienden los derechos de las mujeres! Y hay una doble razón. Desde el punto de vista económico, el capitalismo destruye los prejuicios machistas porque se basa en la eficiencia. Y las mujeres son muy productivas. Desde la política liberal: los derechos humanos son el cimiento moral del sistema de mercado. El capitalismo es el mejor aliado de las mujeres. Y el liberalismo, el sistema político donde mejor se realizan las personas independientemente de su raza, religión... y sexo. El feminismo del siglo XXI será liberal. Y lo será porque el feminismo de izquierdas es un fraude.

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