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Amando de Miguel

Por qué votamos a un partido y no a otro

A pesar de las campañas electorales, el español que acude a votar lo hace con cierta independencia de mítines, carteles y otras formas de propaganda.

A pesar de las campañas electorales, el español que acude a votar lo hace con cierta independencia de mítines, carteles y otras formas de propaganda.
Un ciudadano votando | Wikipedia

Remedando a Larra, podríamos decir que en Madrid todo el año es campaña electoral. Primer mandamiento: a los españoles les gusta concurrir a los colegios electorales, que suelen abrirse en un día festivo. Por algo no decimos "elección" sino "elecciones", en plural festivo, como corresponde a otros momentos de holgorio: vacaciones, carnavales, navidades, sanfermines, etc.

A pesar de la turbamulta que suponen las campañas electorales, el español que acude a votar lo hace con cierta independencia de mítines, carteles y otras formas de propaganda. Hay tres razones fundamentales por las que se decide votar a un partido y no a otro:

1) El votante escoge una papeleta porque entiende que esa misma opción la van a tomar otras personas que aprecia. Es decir, prima la simpatía (que ahora llaman "empatía"). También puede haber un voto rebelde o de protesta, es decir, elegir la papeleta que más puede molestar a alguna persona cercana. Es el caso, por ejemplo, de la conducta electoral opuesta de los padres y los hijos. Pero en ese caso la proximidad del ADN no equivale estrictamente a simpatía.

2) La decisión de votar a un partido viene a ser una especie de justificación íntima de otros comportamientos del sujeto. Es lo que podríamos llamar coherencia.

3) Aunque, por desgracia, no exista la posibilidad legal del voto negativo, la verdad es que en muchas ocasiones uno decide votar por un partido para convencerse a sí mismo de que no apoya a otro.

Hasta aquí, someramente, la psicología del voto, válida para todas las ocasiones. Pero hay que añadir también las razones sociológicas del voto, las que provienen del tipo de sociedad en la que nos movemos. En aras de la simetría, las reduzco a otras tres:

1) Los dirigentes de un partido pueden hacer su trabajo bien o mal. Pero una cierta proporción de sus votantes desatiende tal razonamiento; lo apoyan porque cada uno piensa "Yo voto a los míos", los que así se han considerado en otras ocasiones. De ahí la paradoja de que no importen mucho los casos de corrupción de los dirigentes de un partido cuando toca poder.

2) Se da también el argumento contrario. Es el supuesto de un votante que desconfía de los partidos en liza. "Todos son iguales", se dice para su coleto. En su virtud opta por no votar a ninguno, conceder un voto nulo o dar su apoyo a un partido nuevo, que no se haya maleado.

3) En caso de duda, algunos votantes acaban por decidirse a escoger la papeleta del partido que ya gobierna. Suele ser también el que cuenta con más medios de propaganda, empezando por las televisiones públicas. Bien es verdad que, en el conjunto de factores determinantes del voto, la publicidad electoral (mítines, carteles, entrevistas de los líderes, etc.) cuenta muy poco, cada vez menos.

La ley electoral facilita en España la tendencia al bipartidismo, pero la realidad es que se impone cada vez más el multipartidismo como efecto de los mecanismos psicológicos o sociológicos anteriores. Dicho de otro modo, en el escrutinio de los comicios no se observa mucho la ventaja que supondría el hecho de una unión o alianza de partidos.

Se puede argüir el efecto de las encuestas sobre los resultados electorales. Son dos contrarios:

a) algunos votantes se inclinan por apoyar al partido que va ganando según los sondeos, al que supera las expectativas que antes tenía o al que realiza la campaña más impactante (en inglés, band wagon effect);

b) otros votantes se inclinan por favorecer a un partido que no parece que vaya a ser el ganador o que va detrás de las expectativas (en inglés, underdog effect).

Qué efecto cuenta más es algo que no se puede determinar de antemano.

Una buena encuesta electoral es la que ayuda al partido a tomar decisiones correctas y a los votantes, a justificar mejor su decisión. A pesar de todos los posibles desvíos de las encuestas, siempre será mejor conocer que ignorar.

Con independencia del (ahora se dice "más allá del") programa o de otros atractivos de un partido, lo fundamental es que unos votantes se inclinan por dirigirse a la izquierda y otros a la derecha. Por eso mismo resulta chocante la obsesión de algunos políticos por recalcar que su partido es de "centro". En las próximas elecciones del 28 de abril se va a polarizar todavía más la dicotomía izquierda-derecha, casi como en tiempos de la República, que también empezó con unos comicios en el mes de abril. Esperemos que la cosa no acabe como entonces, como el rosario de la aurora.

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