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Amando de Miguel

La imposible reforma universitaria

Es muy fácil proponer la reforma de la dichosa Universidad española, tan asendereada la pobre. Simplemente, hay que organizarla al revés de como está.

Es muy fácil proponer la reforma de la dichosa Universidad española, tan asendereada la pobre. Simplemente, hay que organizarla al revés de como está.
Cordon Press

Es muy fácil proponer la reforma de la dichosa Universidad española, tan asendereada la pobre. Simplemente, hay que organizarla al revés de como está. No se me negará alguna experiencia en el asunto, al haber estudiado y profesado en distintas universidades de España y de los Estados Unidos con algún aprovechamiento.

Conozco catedráticos españoles de mi gremio que nunca han llegado a componer un libro enterizo. Es una indecencia que no suele escandalizar a nadie. Pero como los funcionarios son de por vida, nadie les puede echar de la carrera si solo se limitan a dar clases.

Mi idea es que la primera posición de un catedrático debería ser el resultado de la acumulación de méritos académicos suficientes, entre los cuales está el haber publicado libros o trabajos de investigación, aparte de las clases reglamentarias. Ese primer contrato de catedrático debería ser para un periodo limitado, por ejemplo, 10 años. Al llegar a ese término, el profesor debería pasar otro examen para cuantificar los méritos acumulados durante ese periodo. Así hasta una edad avanzada (pongamos, a los 30 años del primer puesto docente), en la que se le reconocería un definitivo puesto fijo y vitalicio. La jubilación solo debería llegar por estrictas razones de salud, nunca por haber cumplido equis años. A partir de los 70 años, el catedrático con salud suficiente obtendría la consideración merecida de un trabajo académico liviano, adaptado a sus circunstancias personales. Lo que tenemos ahora es un mal aprovechamiento de la inteligencia de muchos profesores y un derroche de los recursos de la Seguridad Social.

Bueno sería que los doctorandos siguieran los cursos correspondientes y leyeran la tesis en una universidad distinta de la que sirvió para la obtención de la licenciatura. Por lo mismo, los primeros puestos docentes de un doctor deberían ser en una universidad que no fuera en la que se doctoró. Estos trámites de movilidad son requisitos (ahora dicen "requerimientos", que no es lo mismo) fundamentales para evitar la malhadada endogamia académica que ahora prima. Desde luego, deben abolirse las prácticas corruptas de las tesis doctorales hechas con el sistema de corta y pega, por mucho que sirvan como escabel para llegar a los más altos puestos del Estado. El título de doctor se pensó para que el titular se instalara en la función del avance del conocimiento.

Sea cual fuera la carrera seguida, los estudiantes universitarios deberían adaptarse a un plan mucho más exigente de esfuerzo del que ahora se estila. No veo mal que un estudiante simultanee dos carreras o una de ellas con una ocupación laboral, a poder ser con jornada reducida. La institución de las becas universitarias debe comportar la exigencia de ir aprobando las asignaturas correspondientes con calificaciones de notable para arriba. Las becas universitarias deben otorgarse por méritos académicos, nunca en atención a los medios económicos de la familia correspondiente, bien de origen o de fundación. En el nivel universitario las becas deben ser un privilegio y una exigencia, no una compensación o un subsidio para mitigar la deficiente situación económica.

Deberíamos contar con dos tipos de universidades: las que imparten solo títulos de licenciatura o grado equivalente y las que, además de eso, otorgan doctorados. Estas últimas deben contar con medios suficientes de biblioteca, investigación y relación continua con otras universidades extranjeras. Una condición inexcusable para que se pueda aceptar la institución de una universidad de doctorado es que todos los alumnos de cualquier grado puedan seguir normalmente un curso dado en inglés por un profesor extranjero. Lo cual debe ser una actividad normal en el plan académico de dicha universidad. Con lo dicho puede que se concluyera el cierre de muchas universidades españolas. Tampoco estaría mal que pasaran a ser centros de formación profesional. La verdad es que muchos de los universitarios actuales deberían dedicarse a alguna ocupación manual o de servicios rutinarios.

Se me dirá que todo lo anterior resulta arbitrista, cruel o utópico. Es cierto. Pero me siento obligado a echar mi cuarto a espadas en una cuestión, como la de la reforma universitaria, que no lleva trazas de resolverse. Caben muchas más recomendaciones, pero baste con lo enunciado para abrir boca. Ojalá se abra alguna polémica. Francamente, no la espero.

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