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Amando de Miguel

El abominable progresismo

El progresismo actual es más que nada una forma de odio organizado.

El progresismo actual es más que nada una forma de odio organizado.
EFE

Un país como España ya no se halla sometido a las guerras imperialistas o de conquista, tampoco a la lucha de clases. No es que resulte una paz idílica. La situación es más tensa y conflictiva que nunca. No habrá mucha violencia, pero sí animadversiones y envidias de toda índole. Los enfrentamientos son ahora de ideologías, esto es, de ideas con intereses detrás.

Los españoles que piensan y sienten algo más de las necesidades puramente animales se distribuyen algo así como el 50% de izquierdas (incluye ahora a los separatistas) y el otro 50% de derechas. Pero esa distribución, aparentemente equilibrada, traducida en votos no dice gran cosa, pues lo que domina en todos los órdenes es la izquierda. No es tanto que haya logrado encaramarse al poder que significa el Gobierno de la nación. Su hegemonía es apabullante cuando se considera el despótico control que mantiene sobre los distintos aspectos de la cultura en su más amplio sentido: la enseñanza, el cine, los medios de comunicación, la difusión de las ideas, los movimientos sociales, los gustos estéticos, las costumbres establecidas. Se comprobará ahora que, con todas esas armas, las mesnadas de las izquierdas se hayan impuesto a las tímidas derechas.

Las izquierdas plurales gustan de vestirse ahora con la túnica del progresismo. La etiqueta de progresista poco o nada tiene que ver con el original decimonónico, interesado en el adelanto material del país. El progresismo actual es más que nada una forma de odio organizado. El conglomerado progresista de nuestros días agrupa con perfecta armonía ideologías tan heteróclitas como el viejo socialismo (ahora en odres nuevos), el ridículo feminismo impostado e importado, el cruel ecologismo, el interesado globalismo, que convive armoniosamente con el independentismo (de soltera nacionalismo), y el populismo cutre. Hay más especímenes que se apuntan a la amalgama, porque el poder reparte mucho.

El socialismo actual en España tiene poco que ver con la tradición obrerista o socialdemócrata europea. La versión castiza representa más bien un tipo humano que considera fascista o retrógrado todo lo que huele a libertad, economía de mercado, visión católica de la vida. En los actuales dirigentes del PSOE no hay auténticos obreros ni en la cuarta generación. Lo que les inquieta es mandar y, si cabe, enriquecerse.

La componente feminista de la camada en el poder y en la influencia es de factura reciente, un mimetismo de Estados Unidos. Tiene poco o nada que ver con la verdadera fundadora del feminismo en España, Emilia Pardo Bazán, hace más de un siglo. Las feministas hodiernas han extremado hasta el ridículo una ideología que más parece odio a los varones que defensa de las mujeres. Trata, incluso, de revolucionar el lenguaje para imponer la moda que llaman "inclusiva", que realmente es de petulancia y analfabetismo.

La vertiente ecologista de la ideología prevalente es también de origen foráneo. Más que la defensa del medio ambiente (que es de sentido común), se convierte en una rémora para el desarrollo económico. El ecologismo actual es la última manifestación del puritanismo con su odio al bienestar de la población.

Con tantas importaciones fraudulentas, no sorprenderá la idea de globalismo que empapa formalmente la ideología dominante. Consiste en renegar de nociones inveteradas como nación o soberanía para defender una suerte de internacionalismo basado sobre todo en movimientos sociales. El carácter global se traduce prácticamente en la hegemonía de los países centrales.

Queda todavía el residuo populista. Se halla incorporado en la cuadrilla de Unidas Podemos (escrito ya en la jerga inclusiva). Es una especie de síntesis de la herencia comunista y anarquista más el aire novedoso que le presta su parentesco con las satrapías de Venezuela, Cuba y otros países iberoamericanos. Tampoco hacen ascos de la clerigalla iraní.

Se comprenderá que la mezcolanza de los elementos dichos, aliados además con el secesionismo de las regiones con dos lenguas, se oriente hacia la destrucción de España, lo que de ella quede. El secesionismo se caracteriza por el odio a todo lo castellano, empezando por el idioma común y su rica tradición cultural.

A pesar de que la ideología prevalente en España acaba siendo una estafa intelectual, el hecho es que ha llegado al poder "para quedarse", como ahora se dice. Esto es, forma un estrato sólido indestructible. Será abominable para una mínima conciencia crítica, para una consideración moral, pero se impone.

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