A Johann Sebastian Mastropiero pongo por testigo de los incontables ratos de placer que me han proporcionado Les Luthiers desde que, aún imberbe quinceañero, descubriera aquella gallinita que decía "¡Eureka!". De todos ellos, mi preferido fue siempre Daniel Rabinovich, un poco por su papel de canalla, un poco por su extraordinaria comicidad, un poco por sus monólogos disparatados ("This is the pencil of Ester Píscore!"), otro poco por lo bien que tocaba la guitarra y el poco final por esa bellísima voz con la que interpretaba canciones como Añoralgias o Aria agraria, que tan dulcemente tararea la niña de mis ojos mientras mima las flores del jardín.
Por eso me apena que por casualidad me haya topado con unas declaraciones suyas en la universidad de Buenos Aires en 2008 que me han disgustado por su frivolidad. Respondiendo a una pregunta de un asistente sobre la concesión de la Orden de Isabel la Católica por el Gobierno español, Rabinovich respondió que le pareció gracioso a pesar de que "Isabel la Católica y el enano de su marido fueron unos asesinos en serie".