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Amando de Miguel

Sueños posibles para el final de la epidemia

La ocasión adventicia de la pandemia del virus chino ha llevado al sistema de la 'transición democrática' a su perversión final.

La ocasión adventicia de la pandemia del virus chino ha llevado al sistema de la 'transición democrática' a su perversión final.

Como dejó caer C. S. Lewis, "cuando un futuro se hace necesario, es que ya es posible". Algunos políticos tienen el detalle de portar una corbata oscura, aunque el presidente del Gobierno sigue en sus trece de ostentar una corbata roja. Lo digo porque va siendo hora de honrar colectivamente a los fallecidos a causa del virus chino.

Se me ocurre una idea sencilla. A pesar de las mendaces estadísticas, alguna vez tendrá que hacer el cómputo real de las víctimas mortales de la epidemia. Se deben listar con nombres y apellidos y ordenarlas alfabéticamente por el día de fallecimiento. Hágase una lista provisional para que los familiares correspondientes puedan incorporar a las personas que faltan. Con la lista definitiva, publicada en el BOE, se erigirá un muro de granito en forma sinuosa, que se podría instalar en el Parque Juan Carlos I de Madrid. En el cual se grabarían los nombres y apellidos de las víctimas, por orden alfabético y según el día del óbito. Orlaría el monumento un parterre de flores de las distintas temporadas, para que siempre hubiera flores: geranios, claveles, tulipanes, hortensias, crisantemos, etc. Implícitamente, el monumento sería también el recuerdo de un infausto Gobierno que consiguió que España alcanzara el primer lugar mundial en la tasa (por millón de habitantes) de fallecidos por el virus chino. Donoso récord.

No voy a entrar en el destino del actual Gobierno. No soy competente en materia jurídica para estimar si debe ser destituido, procesado o simplemente olvidado. Pero el próximo Gobierno sí se podría plantear una notable reducción en el número de altos cargos. Por ejemplo, hemos visto que las Cortes pueden funcionar muy bien con un número reducido de miembros, justamente los ahora portavoces de los partidos, cuya opinión en las votaciones se multiplicaría por el coeficiente que le dan los votos en las elecciones. Sería, pues, una participación ponderada, plenamente democrática, que ahorraría muchos dispendios. Por lo mismo, el número de ministros del Gobierno se podría reducir a media docena. No digamos la floresta de consejerías, asesores, gabinetes de los diferentes Gobiernos, nacional y autonómicos. Desde luego, coches oficiales: ninguno.

Más mollar es todavía la reforma que ahora se ha levantado sobre una nueva ley electoral. El inquieto Lorenzo Abadía me comunica la iniciativa. No soy un experto en Derecho Político, pero entiendo que muchos de nuestros males se derivan de una ley electoral que no responde a las necesidades del momento. La condición fundamental (esencialmente democrática) es que todos los partidos sean resueltamente nacionales, no regionales o locales. Tampoco estaría mal que asumieran el principio de la economía de mercado. Unas Cortes con una veintena de partidos y partidas, como tenemos ahora, se hacen ingobernables.

La ocasión adventicia de la pandemia del virus chino ha llevado al sistema de la transición democrática a su perversión final. Lo ha hecho a través de la apoteosis de la mendacidad, la propaganda y la corrupción. El doctor Sánchez no se ha convertido en un autócrata ‘de acero’ (stalin en ruso), ni siquiera en la caricatura de un déspota franco, pero sí en una mímesis de un dictador maduro. Su irresponsabilidad ha sido mayúscula en la gestión de la lucha contra el virus chino. No sé si algún día no se contemplará como delito de alta traición.

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