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Amando de Miguel

Nesciencia económica de los que mandan

En lugar de los discursos triunfalistas, los que mandan deberían avisarnos de la hecatombe económica que se nos echa encima.

En lugar de los discursos triunfalistas, los que mandan deberían avisarnos de la hecatombe económica que se nos echa encima.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias | EFE

He leído y sigo leyendo muchos de los textos de los personajes que destacaron políticamente en la II República. Fue una época decisiva para entender lo que vino después. Pues bien, casi ninguno de ellos, fueran de derechas o de izquierdas, parecen conscientes de que la ansiada o vituperada República vivía bajo los efectos de una aguda depresión económica. Comprendo que la formación económica de nuestros abuelos (bisabuelos o tatarabuelos para otros) era más bien escasa, por no decir nula. Pero lo más curioso es que igualmente se puede detectar tal ausencia de sensibilidad económica en el círculo de los que hoy mandan. Comprende un radio mucho más amplio, en el que figuran no pocos economistas. Por eso me sorprende la ignorancia que digo, más bien nesciencia, pues se puede tachar de culpable.

Nunca hemos tenido en España un jefe de Gobierno con formación económica. Me apresuro a señalar que con la notable excepción del actual inquilino de la Moncloa. En efecto, Pedro Sánchez, aunque no lo parezca, es doctor en Economía, pero nadie ha leído su tesis doctoral ni las investigaciones que lógicamente debieron de seguir a tal manuscrito. Es más, en sus hebdomadarias homilías como jefe de Gobierno no suele impartir doctrina económica, ni siquiera por aproximación.

La razón de tales ausencias es que los asuntos económicos se manejan desde el poder como una cuestión de propaganda. Se considera que el Gobierno es el que crea los puestos de trabajo y el que compensa a los parados con el regalo de los subsidios correspondientes. Se emite como un alarde de sabiduría económica el dispositivo por el que los compradores de coches reciben una compensación por parte del resto de los contribuyentes. A tal operación se le llama Plan Renove. No se dice por qué no se aplica la misma lógica en el caso de los que adquieren una vivienda o la alquilan. El diseño se podría extender a los que tratan de comprar un paquete turístico o cualquier otro bien duradero o servicio esencial. La explicación de tal desigualdad es que los fabricantes de coches (todos son empresas extranjeras) han logrado constituir un formidable grupo de presión. Solo deciden seguir fabricando en España si su producción recibe todo tipo de ayudas del Estado, incluyendo las indirectas a los compradores de vehículos.

Al final, el papel del Gobierno consiste en transferir las enormes cantidades que recauda de los contribuyentes a los grupos de presión más efectivos. El resultado es que cada vez se necesitan más impuestos. Para disimular esa creciente exacción, el Gobierno argumenta que las contribuciones las pagan "los ricos", una categoría inefable. Más aún, el inexorable aumento de los impuestos se presenta como una "reforma fiscal", incluso como una gigantesca operación de "justicia social". Se trata de una gran falacia, lo que ahora se dice una maldita fake news. (Nótese que news es singular). Quien verdaderamente paga los impuestos es el que no puede repercutirlos sobre los ulteriores consumidores. Es decir, en resumidas cuentas, los "ricos" son los que contribuyen menos al Fisco.

En lugar de los discursos triunfalistas, los que mandan deberían avisarnos de la hecatombe económica que se nos echa encima. Sencillamente, es la más onerosa de toda la historia. Para lo cual tendrían que empezar por interpretar bien las pavorosas estadísticas económicas. Pero si el Gobierno nos estafa con las cifras de los fallecidos por la epidemia del virus chino, ¿cómo vamos a exigir que trate adecuadamente las estadísticas sobre el empleo, la productividad o las exportaciones? La política económica sistemática que adopta el Gobierno es la de que el Estado tiende a endeudarse cada vez más. No se explica por qué tal operación se comunica al público como "social" o incluso como "socialista".

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