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Rolando Alum Linera

EEUU: ¿por qué la izquierda le ha declarado la guerra a la compañía hispana Goya Foods?

El 'establishment' pseudo-progresista elitista fracasa en sus intentos aborrecibles de dividir a la comunidad hispana y a la sociedad en general.

Mike Mozart-Flickr

Entre los sucesos insólitos ocurridos últimamente en los Estados Unidos destaca el absurdo boicot lanzado por algunos autodesignados guardianes del portón socio-político contra la emblemática Goya Foods, la compañía hispana con el mayor volumen de ventas (1.000 millones de dólares anuales) y el mayor número de empleados del país. Sus oficinas centrales se encuentran cerca de mi casa, en el noreste de Nueva Jersey (NJ), área colindante con la ciudad de Nueva York.

Goya fue fundada en Nueva York en 1936 por don Prudencio Unanue Ortiz y su esposa Carolina, oriundos de Villasana de Mena, provincia de Burgos, que habían emigrado a Puerto Rico durante la Segunda República. Después se trasladaron a la que ya era la ciudad de los rascacielos, donde abrieron una tiendecita de comestibles españoles. Decidieron bautizar el modesto establecimiento con el nombre del icónico pintor aragonés Francisco de Goya (1746-1828), honrando así a su país.

La compañía creció con el tiempo, expandiendo su línea de productos a medida que la población de origen hispano aumentaba, y en estas ocho décadas largas ha empleado a miles de trabajadores de diversos orígenes.

Goya tiene también un historial filantrópico encomiable. Así, concede becas a estudiantes de secundaria y universitarios, y no hay evento cultural en las comunidades hispanoparlantes que no patrocine. Con el reciente advenimiento de la pandemia viral, sigue donando miles de libras de sus productos alimenticios a familias necesitadas (no solo hispanas) de todo el país.

Modestia aparte, considero tener credenciales para juzgar la trayectoria de Goya Foods. He sido testigo de muchas de sus actividades de responsabilidad social corporativa por mis pasadas responsabilidades públicas (fui, por ejemplo, el primer administrador del Buró de Empresas Hispanas creado por el gobernador republicano de NJ Thomas Kean), en tiempos en que la comunidad hispana importaba poco a los políticos y a la prensa angloparlante de élite (a menudo etnocéntrica).

¿Por qué se ha convertido súbitamente Goya en blanco de insultos por parte de ciertos sectores pseudoizquierdistas?

A primeros de mes, el director ejecutivo de la compañía, Robert Unanue –nieto del fundador–, aceptó una invitación a la Casa Blanca para formar parte de un nuevo comité asesor sobre la comunidad hispana. La reacción fue de un furor tóxico inaudito, y se llegó a declarar un boicot histérico contra los productos Goya. Nótese que tanto Robert como sus predecesores en el liderazgo de la firma habían visitado sin problemas a varios presidentes anteriores, de ambos partidos políticos, y de hecho en general fueron alabados por la prensa.

He aquí algunas de las numerosas paradojas de este súbito movimiento de odio a Goya Foods:

1. No pocos de los mal llamados ‘organizadores comunitarios’ que dirigen el ridículo boicot ni siquiera entienden el español (ni se esfuerzan por aprenderlo). Incluso es dudoso que estos gritones intolerantes consuman regularmente productos culinarios hispanos, excepto quizás en ocasiones selectas y por oportunismo publicitario. Uno de los promotores del boicot es un expolítico texano que aspiró, infructuosamente, a la nominación presidencial de su partido (opuesto al del presidente Trump). En vista de sus actitudes matonescas, uno se pregunta cómo se hubiera comportado como presidente.

2. Algunos de los vociferantes boicoteadores proclaman estar inspirados por las dictaduras socialistas de los hermanos Castro en Cuba y de Chávez-Maduro en Venezuela; en aras de una supuesta "sensibilidad étnica" y de una igualmente supuesta lucha por la "igualdad", el "antifascismo" y las "justicia social y racial" (sic). Se trata de unas formulaciones orwellianas que ofenden a la inteligencia.

Promueven la contracorriente fatalista de moda en ciertos círculos intelectuales que pregona, estúpidamente, que para un hispano dejar de ser pobre equivale a renunciar a su identidad étnica.

3. En la práctica, los resentidos boicoteadores han declarado la guerra al sector empresarial hispano. Aunque por ahora dicen estar sólo en contra de Goya, olvidan que, como todo negocio exitoso, dicha compañía comenzó como un pequeñísimo establecimiento que logró expandirse a la par con la demanda de sus consumidores. Hoy la víctima es Goya, pero mañana puede ser cualquier otra empresa.

4. Imbuidos aparentemente del envidioso principio marxista de la lucha de clases, los quejumbrosos boicoteadores difaman a la familia Unanue por figurar en la lista privilegiada de las familias más ricas de EEUU, en vez de alabarla por sus logros, sus servicios a la comunidad y su acceso a los centros de poder. Evidentemente, promueven la contracorriente fatalista de moda en ciertos círculos intelectuales que pregona, estúpidamente, que para un hispano dejar de ser pobre equivale a renunciar a su identidad étnica.

5. Sospecho, adicionalmente, que el boicot se enmarca en una concepción maquiavélica que pretende dividir a la comunidad hispana. Específicamente, se advierten campañas con el ánimo de marginar a los estadounidenses de origen español (peninsular), incluso –ridículamente– tratan de excluirlos de la amplia identidad hispana y esgrimen el restrictivo y quizás racista término de latino para aludir sólo a los latinoamericanos. De acuerdo a esa retórica ilógica y anticientífica (y puedo hablar de esto, pues soy antropólogo), los Unanue son demonizados, al punto de ser identificados con Cristóbal Colón, cuya figura es al presente víctima de una satanización inaudita e ignorante.

Afortunadamente, otros residentes de EEUU, hispanoparlantes o no, inmigrantes recientes o no, han salido al paso a estos pregoneros del rencor e incluso promovido un exitoso contramovimiento de base popular, denominado buy-cott, con el propósito de incrementar el consumo de productos Goya. Incluso hay informes de que los estantes se vacían rápidamente en las tiendas. Soy testigo de que algunos establecimientos (al menos en mi barriada) han llegado a tener que racionar la venta por cliente debido a la gran demanda.

En fin, cuando existen libertades en una sociedad abierta, el ciudadano promedio triunfa; y, una vez más, el establishment pseudo-progresista elitista fracasa en sus intentos aborrecibles de dividir a los habitantes de EEUU.


Rolando Alum Linera, exprofesor de varias universidades norteamericanas, ha desempeñado cargos tanto en el Gobierno federal como en el del estado de Nueva Jersey. En la actualidad es investigador asociado externo del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh (ralum@pitt.edu).

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