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Pablo Planas

Un gran año para Pedro Sánchez, sí señor

Le han ido tan bien las cosas que ni siquiera las encuestas reflejan su pavorosa y mayúscula incompetencia.

Le han ido tan bien las cosas que ni siquiera las encuestas reflejan su pavorosa y mayúscula incompetencia.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. | EFE

El año del coronavirus, de los ochenta mil muertos, de las colas del hambre, de las crisis sanitaria, económica y social, de los expedientes de regulación temporal que no se cobran, del ingreso mínimo vital falso, de las mascarillas que no servían para nada, del triaje en los hospitales, del horror en las residencias de mayores, del uno o dos casos como mucho de Simón, del esto es como una simple gripe de los periodistas progres, el año de la infamia y de todas las desgracias resulta que ha sido un gran año según esa calamidad que reside en el palacio de la Moncloa.

Desde el punto de vista de Pedro Sánchez, 2020 ha sido un año mejor que bueno. Superior. No ha perdido a ningún allegado gracias a Dios, no se ha quedado sin trabajo, no le han rebajado el sueldo, no le han mandado a casa hasta que escampe y no ha tenido que bajar la persiana de ningún negocio para siempre. ¿Qué más se puede pedir? A Sánchez le han ido tan bien las cosas que ni siquiera las encuestas reflejan su pavorosa y mayúscula incompetencia.

La vida le sonríe. La oposición está hecha fosfatina. Arrimadas le ha suplicado hasta última hora sentarse en la mesa de los Presupuestos y Casado, que no le aguanta ni dos guantazos, se cargó a las primeras de cambio a Cayetana Álvarez de Toledo por meterse con Iglesias. Sólo se le resiste Vox, esos facinerosos. Respira aliviado el presidente del Gobierno, henchido de gozo y orgullo. Se cree todo un estadista y como tal está dispuesto a desguazar la Corona y a sacar de la cárcel a los golpistas.

Pedro Sánchez es un pedazo de actor. Nadie como él para leer discursos en el teleprompter, el aparato de los presentadores de informativos. Pero qué bien recita este hombre. Ha vuelto a quedar claro en su última comparecencia ante el pueblo llano, el 29 de diciembre. "Se van a inventar conspiraciones fantasmales, lunáticas, problemas imaginarios, van a trazar un panorama apocalíptico en nuestro país, pero hay otro camino y es el que quiere recorrer el Gobierno, el camino de la esperanza y el de la confianza", leía poniendo carita de Manolo Otero en modo "yo te quiero, te quiero".

Y con un par –porque hay que tener un par más una jeta de hormigón– va y dice el colega que, "lejos de desviarnos de nuestro propósito, la pandemia ha acelerado la acción del Gobierno". Pues sí, porque bien pensado no deja de ser cierto que con la excusa del coronavirus han fulminado toda clase de derechos y libertades, además de socavar la monarquía e integrar en la dirección del Estado a los valedores del terrorismo y a los golpistas.

Claro que comparado con los personajes de Podemos, Sánchez es un tipo discreto. "Hemos salvado a más de 550.000 empresas, a más de 3.400.000 trabajadores, a 1.500.000 personas autónomas", decía en la radio "Ser" este miércoles la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Y lo decía antes y después de aclarar que lo hacía "desde la humildad".

Pues eso, que un año cojonudo. Sobre todo para los que podemos contarlo.

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