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Emilio Campmany

Biden aislacionista

Su verdadera agenda no prevé devolver a EEUU a la arena internacional, sino convertirlo en el paraíso socialdemócrata del siglo XXI.

Su verdadera agenda no prevé devolver a EEUU a la arena internacional, sino convertirlo en el paraíso socialdemócrata del siglo XXI.
Joe Biden, en su toma de posesión como presidente de EEUU. | EFE

Los pocos partidarios de Trump en Europa le defendieron alegando su nula disposición a implicar a su país en conflictos internacionales y lo describieron como el presidente norteamericano más pacifista desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. La verdad es que en esto no hizo más que continuar, a su manera, una tendencia ya iniciada en la era Obama. Terminada la Guerra Fría y descabezadas las organizaciones terroristas islámicas, los estadounidenses se convencieron de que ya no tenía sentido implicarse internacionalmente como lo hicieron durante la Guerra Fría. Si Venezuela quiere ser comunista, que lo sea. Si a Rusia le apetece quedarse con parte de Ucrania, que se la quede. Si Siria o Libia se hunden en el caos, que lo hagan. Si Turquía quiere apalear a los kurdos, que lo haga. Si China quiere sacudirle a los hongkoneses y encerrar a los uigures en campos de concentración, que lo haga.

Biden no sólo no va a cambiar esta tendencia, representada por el discurso de El Cairo de Obama y por el America first de Trump, sino que profundizará en ella. A la vista está su reacción a cómo Putin está respondiendo a las protestas por el encarcelamiento del opositor Navalni. Tan sólo ha exhibido buenas palabras para, a renglón seguido, ceder ante Putin la prolongación de un tratado de limitación de armas nucleares, cuando tales tratados han dejado de tener sentido mientras no incorporen a China, que es la gran beneficiaria de que Estados Unidos limite su arsenal. Y en cuanto a Irán, parece estar renunciando a impedir que a largo plazo tenga la bomba atómica, como al menos intentaron Obama y Trump con medios muy diferentes. La prueba es que Israel está levantando una nueva red de alianzas con países árabes enemigos de Irán que pueda de alguna manera suplir el escudo con el que Estados Unidos lo protegía y que todo hace indicar que en el futuro desaparecerá.

La verdadera agenda de Biden no prevé devolver a Estados Unidos a la arena internacional, sino iniciar un proceso de profundas reformas internas que convierta a su país en el paraíso socialdemócrata del siglo XXI, haciendo de él una mezcla de buenismo y progresía de discriminación positiva y exorbitante gasto público. Los asesores de Biden esperan que eso permita a esos Estados Unidos predicar una nueva fe que haga del mundo un lugar mejor a base de dar un ejemplo que con seguridad todos los demás países seguirán. Para la consecución de estos objetivos, los enemigos no son China, Cuba, Venezuela o Irán, sino Brasil, Polonia, Hungría, Filipinas o India, rebeldes herejes, cuyos Gobiernos desoyen los dogmas del progresismo.

Sea como sea, Estados Unidos está de retirada y en Europa tenemos que encontrar el modo de suplir los agujeros que en nuestra seguridad va a dejar semejante huida. Hace doce años que deberíamos haber empezado a hacerlo y, salvo en Francia, nada se ha emprendido al respecto. Y en cuanto a las amenazas internas, la derecha autocrática puede ser un peligro en otros lugares, pero aquí en España, hoy por hoy, es más inquietante el resurgir del comunismo, ya que, salvo error u omisión, somos la única democracia del mundo con comunistas en el Gobierno. El Washington de Biden no va a ser ningún obstáculo a los disparates que Iglesias quiera hacer porque parte de ellos se van a hacer allí también. Bruselas, por su parte, parece más preocupada por lo que pase en Polonia y Hungría que por lo que ocurra aquí. Y nuestras derechas, peleándose por ver quién ayuda a Sánchez a hacer qué, ya sea Ciudadanos con los Presupuestos, el PP con el estado de alarma o incluso Vox con el decreto de los fondos europeos. Desolador. 

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