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Iván Vélez

Proyecto de sociedad para la Emancipación universal

El joven Ildefonso acariciaba con los dedos una suerte de final armónico de la Historia.

El joven Ildefonso acariciaba con los dedos una suerte de final armónico de la Historia.
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Muchos son los aniversarios que se presentan en este 2021. No en vano, la floración onomástica, centrada a veces en los asuntos y reivindicaciones más extravagantes, es creciente y ha dado lugar, incluso, a una industria laudatoria que se despliega en una plétora mercadotécnica. Dentro de tan continua actividad celebratoria, es seguro que pasará inadvertido el natalicio de Ildefonso Martínez Fernández, médico asturiano que, a pesar de su temprana muerte, dejó tras de sí algunos documentos del máximo interés y una intensa vida política desarrollada en los ambientes madrileños de mediados del siglo XIX. Entre su producción destaca un Proyecto de sociedad para la Emancipación universal. El documento, un manuscrito autógrafo recientemente transcrito por María José Ordóñez Vergara, está fechado en mayo de 1847, es decir, apenas unos meses antes de la publicación del Manifiesto comunista, que vio la luz en Londres el 21 de febrero de 1484. De hecho, don Ildefonso incluso manejó el término comunismo, en concreto, "comunismo de ideas", en las mismas fechas en las que pergeñaba su proyecto emancipatorio, que debía acompañarse de la publicación de un periódico doctrinal para el que barajaba dos luminosas manchetas: La Democracia o El Porvenir. Su publicación debía entrar

en polémica de principios con los periódicos contrarios en opiniones, porque no teme las doctrinas que sostienen otros principios, porque los cree erróneos e insubsistentes, y el crisol de la discusión [resaltaría] los principios democráticos tanto como el sol brilla en medio de las densas nieblas de un día de invierno.

De la previsible victoria dialéctica se derivaría el establecimiento de "un verdadero comunismo de ideas, pensamientos y doctrinas" y la ejecución de "unas mismas acciones regularizadas por un pensamiento general y cuya tendencia sea hacia un mismo y único fin".

Cinco años antes de alcanzar la estabilidad laboral en 1851, cuando se hizo con la plaza de médico director de los baños de Bellús, el joven Ildefonso acariciaba con los dedos una suerte de final armónico de la Historia, en el cual el género humano alcanzaría su ansiada unidad, secularmente hurtada por monarcas y aristócratas, pero también obstruida por la fragmentación de aquellos a quienes consideraba integrables en su proyecto: carbonarios, masones, comunistas, socialistas y comuneros.

En un contexto marcado por la cristalización de las naciones políticas, la industrialización –respondida por los luditas– y un primer éxodo de la ciudad al campo, factores que podemos poner en consonancia con elementos de nuestro presente, las ideas de Martínez Fernández recogen ecos de proyectos desarrollados en suelo hispano. En concreto, y a una escala muy inferior, casi celular, el gran Proyecto de sociedad para la Emancipación universal parece una ampliación global del impulsado en Tempul por el fourierista español Manuel Sagrario de Beloy, discípulo del liberal Joaquín Abreu, que tanto influyó en el socialista Fernando Garrido.

De hecho, es a los liberales carentes de apellido a los que interpela el doctor para llevar a cabo su cósmica utopía:

A vosotros, liberales, toca llevar a cabo este profundo proyecto, y no dudéis que con más o menos tiempo venceremos, pudiendo decir con orgullo: yo también ayudé la empresa, mientras que si la abandonamos los futuros siglos nos apuntarán diciendo: "He ahí un siglo egoísta". Temed, pues, liberales el fallo de la posteridad, que siempre es justo con los tiempos que le antecedieron, y embelleced la historia de la humanidad con el proyecto más precioso y grande que ha podido imaginarse volviendo vuestra vista entusiasmada hacia ese fondo de miseria, abyección e ignorancia en que se encuentran la mayor parte de vuestros hermanos, y si no os bastase ese panorama de tristeza y degradación, mirad al cielo y en él veréis impreso con el dedo del tiempo la máxima de "Camina, humanidad, aúnate y vencerás"; palabras que no borrarán los siglos porque son la huella que dejó el gran arquitecto del universo a quien debéis gloria y honor, y no se la podéis dar mejor que trabajando en favor de la humanidad y sus sacrosantos fueros. Valor, pues, que el día llegará. Salud, fraternidad, confianza y el triunfo es inevitable. Dios y Libertad.

Para llegar a semejante resultado, Ildefonso Martínez Fernández no tenía duda alguna de que la forma ideal de gobierno debía ser de tipo federal, sin distinción de razas, pues todas serían una dentro de una común estructura política pues, tal y como se recoge en su proyecto:

No hay naciones, no existen Alpes ni Pirineos, ni océano ni mediterráneo, todos somos hermanos, todos partícipes de la desgracia o la fortuna de los bienes y los males porque todos os dirigís a un centro solo la Emancipación, la Libertad;

palabras que evocan las que aparecen en Gálatas 3:28:

Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús.

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