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Alfonso García Nuño

Zubiri, Premio Nacional Santiago Ramón y Cajal a la Investigación

¿Llegará el momento en que nos fuercen a decir que Zubiri y Ochoa recibieron simplemente el Premio a la Investigación?

¿Llegará el momento en que nos fuercen a decir que Zubiri y Ochoa recibieron simplemente el Premio a la Investigación?
El filósofo español Xavier Zubiri. | Archivo

Xavier Zubiri (1898-1983), cuya metafísica sea acaso la más importante del s. XX, no solamente en lengua española, sino en todo el orbe filosófico, solía veranear en Fuenterrabía. A su vuelta de las vacaciones del año 82, mientras escuchaba la radio en el Talgo que lo llevaba de regreso a Madrid, se enteró de que le habían concedido el Premio Nacional Santiago Ramón y Cajal a la Investigación, junto a su amigo el Premio Nobel Severo Ochoa. En aquel tren viajaba también una periodista, que aprovechó la ocasión para una breve entrevista. Le decía el gran filósofo:

Este premio de tanta categoría me produce un gran desconcierto. Yo no he tenido nunca nada y lo he despreciado todo... Me desborda este galardón. Estoy contento de compartirlo con Severo Ochoa, nos une una vieja y profunda amistad...; pero le vuelvo a repetir que estoy anonadado... No me pregunte nada más porque no sabría responderle, nunca he hecho declaraciones, y espero que pueda librarme de sus colegas esta noche cuando llegue a Madrid...

Un año antes, Cristóbal Halffter, el gran músico español, le había dedicado una de sus composiciones, a la que precisamente había titulado "Ricercare":

Creo que el mismo título ya evoca a Zubiri. El ricercare es un tiento. Ricercare es una palabra italiana equivalente al tiento español. Tiento es "tentar", es "tocar", pero también "intento", intentar algo.

El 18 de octubre de 1982, en el Aula Magna del edificio donde estuvo la Facultad de Medicina de San Carlos, aquellos dos grandes hombres, no digo varones, recibieron el galardón. Con tal motivo, Zubiri pronunció unas palabras que al día siguiente fueron publicadas en el diario Ya bajo el título: "¿Qué es investigar?". No parece ocioso glosar algunas de ellas en estos tiempos en que la cercanía de la pleamar de la importada cultura de la cancelación (cancel culture) nos amenaza.

El filósofo español comenzaba preguntándose por el objeto de la investigación, no el de la filosófica, sino el de cualquiera, y decía:

Investigamos la verdad, pero no una verdad de nuestras afirmaciones, sino la verdad de la realidad misma. Es la verdad por la que llamamos a lo real realidad verdadera.

La investigación es una tarea que requiere ocupar tiempo con ella, pero no es una mera ocupación. El que simplemente se ocupa de las realidades no investiga propiamente, a lo más que llegará será a la erudición. Para el investigador, su quehacer no es una ocupación, sino que es una dedicación.

De-dicar significa mostrar algo (deik) con una fuerza especial (de). Y, tratándose de la dedicación intelectual, esta fuerza consiste en configurar o conformar nuestra mente según la mostración de la realidad, y ofrecer lo que así se nos muestra a la consideración de los demás. Dedicación es hacer que la realidad verdadera configure nuestras mentes. Vivir intelectivamente según esta configuración es aquello en que consiste lo que se llama profesión. El investigador profesa la realidad verdadera.

El erudito, aquél que cuenta los pelos de la cola de la Esfinge, al decir de Unamuno, en lugar de mirarle a los ojos para arrancarle su misterio, ciertamente puede llegar a poseer algunas verdades. En cambio, el auténtico investigador, por su dedicación, más que poseer verdades es alguien poseído por ellas: "El que se dedica a la realidad verdadera (…) no posee verdades, sino que, por el contrario, está poseído por ellas. En la investigación vamos de la mano de la realidad verdadera, estamos arrastrados por ella, y este arrastre es justo el movimiento de investigación". Años antes, en un curso titulado El hombre y la verdad, Zubiri había dicho:

Poseído el hombre por la verdad, es lo que los griegos llamaban ἐν-θουσιασμός [en-thousiasmós], el estar poseído por algo divino. De ahí vino el sustantivo griego que, a mi modo de ver, determina el orto de la vida intelectual: el entusiasmo. Entusiasmo es ἐν-θουσιασμός [en-thousiasmós], estar poseído, arrebatado por la divinidad y, en este caso, por eso que es la realidad.

Por ello la investigación está perfilada por la realidad, es ésta la que determina su fisonomía y no una utopía, la ideología del momento o aquello que se decida que sea admisible. Es la realidad la que arrastra y mueve al investigador hacia la realidad verdadera.

Precisamente porque la realidad es la que convoca a la investigación ésta es interminable, ya que "la realidad en cuanto tal es desde sí misma constitutivamente abierta. (…) Investigar lo que algo es en la realidad es faena inacabable, porque lo real mismo nunca está acabado". Pero no solamente es interminable la investigación por ser abierta la realidad, sino también porque la realidad es múltiple, hay multitud de realidades, cada una con sus caracteres propios, de ahí que sea menester que haya muchas ciencias y "ciencia es investigación de lo que las cosas son en la realidad". Pero, además de esa diversidad de caracteres y de realidades, todas ellas gozan de ser reales. De ahí que sea preciso otro tipo de investigación, el filosófico. La filosofía, al parecer de Zubiri, es "la investigación de en qué consiste ser real".

Pero, aunque las ciencias y la filosofía se dediquen a tareas distintas, no son antagónicas, pues ambas en lo que se interesan es en la realidad.

Mientras las ciencias investigan cómo son y cómo acontecen las cosas reales, la filosofía investiga qué es ser real. Ciencia y filosofía, aunque distintas, no son independientes. Es menester no olvidarlo. Toda filosofía necesita de las ciencias; toda ciencia necesita de una filosofía. Son dos momentos unitarios de la investigación. Pero como momentos no son idénticos.

Ahora bien, la realidad verdadera no es algo que sea sólo de importancia para una tarea a la que llamamos investigación, sino que es crucial para todo hombre, tanto varones como mujeres. Por ello, la auténtica investigación, la que humildemente se deja conducir por la realidad y depone toda fatal arrogancia ante la verdad, no es un lujo prescindible o reservado a los pocos que a ella se dedican, sino una radical necesidad para todo hombre.

Las personas estamos ciertamente viviendo con cosas. Pero sea cualquiera la variedad y riqueza de estas cosas, aquello en lo que estamos situados con ellas es en la realidad. Cada cosa con que estamos nos impone una manera de estar en la realidad. Y esto es lo decisivo. Del concepto que tengamos de lo que es realidad y de sus modos pende nuestra manera de ser persona, nuestra manera de estar entre las cosas y entre las demás personas, pende nuestra organización social y su historia. De ahí la gravedad de la investigación de lo que es ser real. Es una investigación impuesta por las cosas mismas. Lo que en las cosas reales se nos impone así es justo su realidad.

Por eso, para no pocos, es tan importante la mentira y la manipulación. ¿Llegará el momento en que no podamos decir que Xavier Zubiri y Severo Ochoa recibieron el Premio Nacional Santiago Ramón y Cajal a la Investigación y nos fuercen a decir que recibieron simplemente el Premio a la Investigación?

En su De Trinitate, decía San Agustín: "Sic ergo quaeramus tanquam inventuri: et sic inveniamus, tanquam quaesituri. Cum enim consummaverit homo, tunc incipit". Así lo tradujo Zubiri en su libro Naturaleza, Historia, Dios:

Busquemos, decía San Agustín, como quienes van a encontrar, y encontremos como quienes aún han de buscar, pues, cuando el hombre ha terminado algo, entonces es cuando empieza.

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