Colabora
Marcel Gascón Barberá

Malas noticias para el arte africano

A pesar de todos los apoyos de los medios y los Gobiernos del mundo desarrollado, África no ha sido capaz de crear ningún museo de referencia a nivel mundial.

La Biblioteca Jagger, devastada por el fuego. | Universida de El Cabo.

La prensa internacional está de enhorabuena: 2021, dicen con euforia muchas cabeceras internacionales, será un año clave para enmendar uno de los muchos agravios infligidos a África por el colonialismo: el expolio sistemático de arte africano que los agentes de las metrópolis sacaron de África y ahora se conserva en museos europeos.

Una de las informaciones sobre esta tendencia la firmó el pasado lunes Rodrigo Santodomingo en El País. "África prepara la vuelta a casa de su arte expoliado", se titulaba el artículo, escrito en un tono ciertamente entusiasta ante la perspectiva del retorno del patrimonio. "El 90 % del arte africano sigue fuera del continente", nos ponía en situación el subtítulo. La estimación busca exponer la magnitud de la injusticia, pero consigue otra cosa: revelar la incapacidad de los Estados y la sociedad civil africana para identificar, catalogar y conservar su patrimonio.

Es imposible que los europeos se llevaran el 90% del arte producido en África. El titular, o el subtitular en este caso, sería más bien que nueve de cada diez piezas de arte africano catalogado se conservan en Europa. Bien podría ser, además, que el 10% restante esté guardado en museos y bibliotecas de África creadas, mantenidas y financiadas por europeos o por descendientes de los primeros colonos que quedaron en el continente.

Una de estas instituciones es la Biblioteca Jagger de la Universidad de Ciudad del Cabo. El pasado mes de abril, un incendio destruyó la biblioteca y, con ella, muchas de las colecciones de arte y patrimonio cultural que albergaba. Numerosas joyas irremplazables que eran testimonio de la historia de África se perdieron para siempre en el siniestro.

Incendios como el que arrasó parte de la universidad no son algo nuevo en El Cabo. La vegetación predominante en la zona, un matorral que recibe el nombre de fynbos, necesita del fuego para reproducirse. Causados a menudo por el sol y las altas temperaturas, los incendios son fenómenos habituales en las montañas de la zona durante la temporada seca.

A pesar de todos los apoyos de los medios y los Gobiernos del mundo desarrollado, África no ha sido capaz de crear ningún museo de referencia a nivel mundial. ¿Por qué, en estas circunstancias, deberíamos considerar una buena noticia que el arte africano que se conserva en Europa regrese a África?

Mucho menos habitual que los incendios es que la Biblioteca Jagger no estuviera protegida de un fenómeno tan destructivo como perfectamente previsible. El politólogo y periodista RW Johnson vivió con su mujer en la zona durante más de una década. "El fuego era una preocupación constante, y en una ocasión debimos ser evacuados a las cuatro de la madrugada porque las llamas venían hacia nosotros", escribió el 26 de abril en una columna en PoliticsWeb sobre el incendio de la Jagger.

"Pero siempre cumplimos dos reglas clave: no tener eucaliptos en nuestra propiedad, pues suponen un riesgo de incendio terrible, y no permitir que árboles o arbustos crezcan alrededor de ningún edificio". "De esta manera", añadía Johnson, "aunque el fuego consuma la vegetación, los edificios quedan a salvo". A ellos, los Johnson, les funcionó: "Nunca sufrimos ningún daño".

¿Por qué una institución pública de la entidad de la Universidad de Ciudad del Cabo fue incapaz de proteger sus edificios como lo había venido haciendo desde su fundación, hace casi dos siglos? RW Johnson apunta a un proceso de degradación de esa institución que en los últimos años ha reemplazado el mérito por la pigmentación y la lealtad ideológica como criterios de selección de los puestos de mando. (Johnson publicó poco después una secuela de su primer artículo con información, facilitada por trabajadores de la universidad, sobre el estado cada vez más ruinoso del centro).

Esta deriva, cuyos efectos empiezan a ser ahora visibles en Sudáfrica, es una realidad en el resto de África desde el final del colonialismo. Inspiradas por el modelo revanchista de sus valedores soviéticos, las nuevas administraciones expulsaron a los profesionales europeos que habían puesto en pie todas las instituciones y los sustituyeron por nativos sin preparación afectos al partido-Estado.

Las consecuencias de la creación acelerada de una nueva élite dedicada casi exclusivamente a enriquecerse son evidentes para todo el que conozca África. Los centros históricos de las ciudades que construyeron los blancos han ido degradándose hasta quedar irreconocibles. Los estándares de los hospitales están muy por debajo de los de Europa, América o Asia. Los apagones son una realidad cotidiana en muchos países del continente.

A pesar de todos los apoyos de los medios y los Gobiernos del mundo desarrollado, África no ha sido capaz de crear ningún museo de referencia a nivel mundial. ¿Por qué, en estas circunstancias, deberíamos considerar una buena noticia que el arte africano que se conserva en Europa regrese a África?

Temas

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario