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Eduardo Goligorsky

Las inquisidoras caviar

Las dóminas privilegiadas de PSOE y Podemos dictan leyes que convierten la prostitución en una actividad de muy alto riesgo para quienes la practican.

La ministra de Igualdad, Irene Montero. | EFE

Las personas –mujeres y hombres– que trabajan en la industria de la confección de ropa desarrollan su actividad en el marco de la legislación laboral, cobran los salarios estipulados y gozan de los beneficios de la Seguridad Social. Sin embargo, existen talleres clandestinos donde las mafias explotan a personas –mujeres, hombres e incluso niños–, generalmente inmigrantes indocumentados, para producir el mismo género, a menudo con marcas falsas, en condiciones infernales.

Nadie en su sano juicio propone que, en razón de ello, se prohíba indiscriminadamente la venta de toda la ropa que se ofrece en el mercado. El remedio consiste en descargar el peso implacable de la ley sobre los mafiosos que son culpables del delito aberrante y que trafican con los seres humanos esclavizados en sus tugurios, al tiempo que se rescata y se brindan condiciones de vida dignas a las víctimas de este comercio infame.

¿Y la prostitución?

No se necesita forzar la imaginación para captar la semejanza que existe entre la explotación de estos infortunados y la de las mujeres (y hombres y niños) que han caído en las redes de las bandas de proxenetas. El Código Penal contempla y castiga los delitos de estos crápulas y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad cuentan con efectivos especializados para perseguirlos. Igualmente, es justo que se aprueben medidas más estrictas para reprimir estos atentados contra los derechos humanos.

Algo falla, sin embargo, cuando dichas medidas se vuelven contra las víctimas de los abusos, dejándolas sumidas en el desamparo. Hay que decirlo sin pelos en la lengua: las inquisidoras caviar, o sea las dóminas privilegiadas de PSOE y Podemos, dictan, desde sus poltronas exquisitas, leyes que convierten la prostitución –ya de por sí despreciada– en una actividad de muy alto riesgo para quienes la practican. Hasta el extremo de que estas mujeres se han agrupado en un sindicato, avalado en el mes de junio por el Tribunal Supremo, para reivindicar sus derechos: Otras (Organización de Trabajadoras Sexuales).

Legislación punitiva

Las acomodadas abolicionistas proponen sancionar con pena de prisión de dos a cuatro años la "tercería locativa", o sea a quien alquile un local donde se practique la prostitución, aunque sea con el consentimiento de la implicada. Repito que no se valora el consentimiento de la trabajadora sexual, aunque este prueba la diferencia sideral con la explotación de una coaccionada. Obviamente, esta legislación punitiva obliga a ejercer el oficio en la calle o en burdeles clandestinos, con el consiguiente riesgo para la salud y la seguridad física de las marginadas.

Escribe la profesora de Derecho Penal Mariona Llobet Anglí ("Libertad para ejercer", LV, 26/4):

el abolicionismo más extremo obsesionado con suprimir la prostitución se ha olvidado de las necesidades y las preferencias de muchas mujeres a las que dice salvaguardar y respetar.

Golfas de postín

A las burguesas frívolas travestidas de legisladoras progres les importa un rábano la suerte que corren las mujeres (y los hombres) que, apremiadas por necesidades económicas o movidas por el afán de lucro, ponen sordina las convenciones morales y eligen el camino de la prostitución en pleno ejercicio de su libertad individual. Como hacen muchas de sus congéneres en Alemania o los Países Bajos, donde trabajan legalmente en espectaculares emporios de transacciones sexuales, gozando de todos los beneficios de la Seguridad Social.

Sorpresa. Al margen del mundo sórdido sobre el que nuestras ministras ociosas derraman sus lágrimas de cocodrilo, existe otro en el que ellas se codean sin compasiones hipócritas con las golfas de postín. Estas son las sugar babies (niñas azucaradas) que alquilan su compañía a los sugar daddies (papitos azucarados). La clave para descifrar el enigma la encontramos en "La crisis impulsa el sugar dating, las citas por interés", LV, 24/1/2021). Ellas son mujeres jóvenes, entre los 25 y los 35 años, cultas, a menudo universitarias. Ellos son hombres maduros, entre los 45 y los 55 años, de clase media alta o francamente alta.

Confesiones explícitas

Confiesa una de las babies:

De momento tengo dos sugar daddies, uno me da 280 euros por encuentro y el otro 200. Salimos a cenar o compartimos una buena conversación. El sexo no ocurre siempre, aunque es algo intrínseco en la negociación y, al final, se acaba dando.

Y cuenta uno de los organizadores de las redes de encuentros:

Cuando empezó la pandemia las búsquedas en España de la[s] palabra[s] sugar daddy pasaron de 15.000 a 25.000 al día. (…) En marzo del 2020 las búsquedas estaban en 17.000, en abril pasaron a 24.000 y en mayo a 30.000. En el periodo de junio, julio, agosto y septiembre la media fue de 41.000 visitas al día.

"La línea que separa las relaciones sugar de la prostitución es muy difusa", acota la cronista.

La franja sana

Las leyes del matriarcado puritano no rigen para estas mercenarias de lujo. Ellas son el Ibex 35 de la prostitución, mimadas por la casta del Estado-sugar. Las trotacalles son las parias proletarias, maltratadas por la chusma del Estado-macarra. Por eso el valeroso sindicato Otras, que las representa y las defiende de los mafiosos explotadores y de las abolicionistas hipócritas, forma parte de la franja sana de la sociedad abierta.

Ánimo, pioneras.

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