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Amando de Miguel

La necesidad de un nuevo estilo de gobernante

El doctor Sánchez, autor de libros desconocidos, ha constituido un numeroso Consejo de Ministros con verdaderas nulidades.

El doctor Sánchez, autor de libros desconocidos, ha constituido un numeroso Consejo de Ministros con verdaderas nulidades.
Pedro Sánchez y María Jesús Montero, en el Congreso. | EFE

La historia política de la España de los dos últimos siglos ha sido un constante vaivén entre "liberales y serviles", como se llamaron al principio. Ambas facciones se turnaban en el poder, a menudo con violencia. Se han producido toda suerte de revoluciones, pero han sido más bien la negación de los contrarios que la afirmación de un nuevo proyecto. Por tanto, se podría decir que lo nuestro han sido las contrarrevoluciones.

Los gobernantes de los varios regímenes españoles han seguido el modelo de los médicos (los ciudadanos como pacientes) o los maestros (los ciudadanos como niños). Eso, en el mejor de los casos. Ambos patrones se hallan muy gastados; son insuficientes y hasta dañinos a la hora de llevar los asuntos públicos. Hay que considerar a los ciudadanos como contribuyentes; esa es la raíz de sus derechos y obligaciones.

No nos vendría nada mal dar un tajo a nuestras tradiciones para que se constituya un nuevo tipo de gobernante más apto. Da igual que sea mujer o varón, blanco o negro, de ciencias o de letras, conservador o progresista. Lo fundamental es que la pléyade de los que mandan cumpla una serie de condiciones o exigencias de calidad. Un comparando: son las que exigen los pescadores para echar las redes en un cardumen. Se me ocurren cuatro requisitos, cantidad apta para una armónica construcción geométrica.

En primer lugar, se precisa un mínimo de inteligencia natural o práctica. No vale la acumulación de grados de un currículum convencional. Se demuestra, sobre todo, en la elección del equipo dirigente. Por ejemplo, a estas alturas hay un cierto acuerdo en que el presidente Suárez era un virtual iletrado, pero supo elegir a colaboradores más capaces que él mismo. En el polo opuesto, nuestro amado presidente actual, el doctor Sánchez, autor de libros desconocidos, ha constituido un numeroso Consejo de Ministros con verdaderas nulidades. No le salva el hecho de que la mitad sean mujeres.

En segundo lugar, visto lo visto a lo largo de la historia de la España contemporánea, habrá que desconfiar de los mandamases que pretendan pasar por carismáticos o taumatúrgicos. Esa tropa ha sido demasiado abundosa. Se requieren personas más normales, reacias a la ostentación y privilegios con que hemos tratado siempre a los gerifaltes.

El tercer requisito es más sutil. Una mínima exigencia moral es que los dirigentes de la nación no tengan por necesidad que hacerse ricos por la simple ocupación de la Presidencia del Gobierno. Son demasiado ostentosos los ejemplos recientes en los que así ha sucedido. Hace falta una norma tan sencilla como la que se aplica en los Estados Unidos de América, y eso que se trata del país hegemónico en el mundo. Si el presidente utiliza el avión o el helicóptero oficiales para desplazarse a un acto del partido o privado, viene obligado a pagar la factura de su bolsillo. Por lo mismo, en España sería muy plausible que el jefe del Ejecutivo se financiera su veraneo de la misma manera. Son detalles mínimos pero significativos.

En último lugar, el gobernante no debe dar la impresión de que su objetivo en la vida es eternizarse en el cargo. No estaría mal aprobar una ley que prohibiera la reelección del presidente del Gobierno o cargos asimilados más allá de una legislatura. Ya sé que en México un precepto como ese induce a robar más. No obstante, en España se podría eliminar tal tentación con otros procedimientos de lo que podríamos llamar cultura política.

Lo más claro es que el mandamás se disponga a monitorizar un marco ecosostenible con transversalidad de género y cibergobernanza, con el fin de asegurar la resiliencia. Todo lo demás son macanas.

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