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Marcel Gascón Barberá

La Igualdad selectiva de Irene Montero

El Ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero es un insulto permanente a las mujeres.

El Ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero es un insulto permanente a las mujeres.
Irene Montero. | EFE

El Ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero es un insulto permanente a las mujeres. En primer lugar, porque las trata como a menores vulnerables que no saben decidir por sí mismas y necesitan del amparo y la protección de los políticos que se han autoproclamado sus defensores.

La última de sus afrentas es la campaña a la que acaba de destinar más de 120.000 euros para luchar contra la "cosificación" de los cuerpos femeninos y combatir lo que llama estereotipos de belleza femenina. Según la memoria justificativa del contrato, publicada por el diario Vozpópuli, estos estereotipos promueven ideales nocivos, como "la eterna juventud, la extrema delgadez o una perfección corporal idealizada", que "provocan graves consecuencias biopsicosociales" en las mujeres y constituyen, en sí mismos, "una forma de violencia simbólica" contra ellas.

El Instituto de las Mujeres (adscrito al ministerio) considera que este marco simbólico empuja a las féminas a "valorar sus cuerpos de forma negativa" e "influye de forma directa en su autoestima" y "en su confianza personal para relacionarse con el mundo".

Como en cualquier otra faceta de la vida humana, las colectividades construyen cánones de lo que es deseable en cuestiones de apariencia y belleza. Sentirse fuera de estos cánones y obsesionarse en cumplirlos puede tener efectos nocivos sobre el bienestar psicológico de todas las personas, independientemente de su pertenencia a uno u otro sexo.

Las mujeres que aspiran a encuadrarse en un determinado ideal estético son sólo una de las muchas categorías sociales susceptibles de verse afectadas por un fenómeno que tiene manifestaciones específicas también en los círculos de izquierda (donde se compite por ser más bueno, más combativo, más cool). Este fenómeno seguirá existiendo siempre, por más ingeniería social que hagan los Gobiernos.

Las mujeres no son seres psicológicamente más débiles que los hombres. No necesitan, por tanto, campañas de sensibilización que no se consideran necesarias para proteger a otros colectivos igual de expuestos a la autoflagelación por razones estéticas, de prestigio social o profesional o de cualquier otro orden. Creer lo contrario es, en sí mismo, un agravio sexista en el que el ministerio de Montero incurre sistemáticamente, en la práctica totalidad de sus políticas y acciones.

Además de ofender a las mayores de edad tratándolas sin distinción como víctimas a perpetuidad inmaduras y estúpidas, Igualdad ha fracasado estrepitosamente en todos sus objetivos concretos. Según cifras del propio Gobierno, las violaciones suben casi al mismo ritmo que el presupuesto que se asigna Irene Montero para prevenirlas. España cae en los ránkings internacionales de empoderamiento femenino y las no go zones para mujeres crecen casi al mismo ritmo que los Puntos Violeta al calor de la proliferación de centros de menas.

Mientras advierte a las mujeres del peligro de las minifaldas y el color rosa, el Ministerio de Igualdad calla ante el auge de matrimonios infantiles entre inmigrantes musulmanes y silencia la emergencia de casos de abusos a menores tutelados en la Comunidad Valenciana.

Además de sangrar el erario en vano, el ministerio de Irene Montero quiere hacer de las mujeres libres e independientes víctimas desamparadas de los instintos machistas de padres, novios, amigos, vecinos, maridos, abuelos y hermanos. Y esto mientras ignora y abandona a su suerte a quienes de verdad necesitan de la protección y el apoyo de unas instituciones convertidas por el neofeminismo profesional en agencia particular de colocación y reclutamiento de au pairs.

Tan despreciable como su conducta es el motivo que la anima: a Irene Montero y demás cruzados de esta falsa igualdad sólo les importan las injusticias cuando les sirven para estigmatizar al enemigo político. Por eso sólo les indignan ciertas manadas y criminalizan el piropo castizo desde el andamio, al tiempo que buscan formas de no denunciar la misoginia de sus aliados antioccidentales islámicos.

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