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Amando de Miguel

La sociedad de la diversión

La diversión actual es lo contrario de la ética del esfuerzo, una virtud personal o íntima a todas luces anticuada.

La diversión actual es lo contrario de la ética del esfuerzo, una virtud personal o íntima a todas luces anticuada.
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Pretendo calificar lo específico de la sociedad de nuestro tiempo, frente a otras anteriores. Ya, es osadía. La verdad es que no encuentro la palabra precisa, como los peces no saben bien lo que significa el agua. La primera clave sería placer o, mejor, entretenimiento. Quizá sea más propio acogerse al sentido originario de la acción de divertir(se), tan llena de contenidos. Se asocia, inmediatamente, con holgarse, solazarse, apartado el sujeto de sus preocupaciones o sus obligaciones, como se logra en muchos espectáculos. Saavedra Fajardo aporta esta máxima: "No está el valor tanto en vencer los peligros como en divertillos", esto es, apartarse de ellos con acciones más reconfortantes. En El Quijote se apela a la diversión como equivalente de engaño, término de la táctica militar o del jugador de dados. Cervantes fue las dos cosas y sin mucha suerte. Por lo mismo, precisa don Miguel: es la función de "las públicas comedias entretener a la comunidad con alguna honesta recreación, y divertida, a veces, de los malos humores que suele engendrar la ociosidad". Él no tuvo mucho éxito como escritor de comedias, pero sí como autor de la gran novela de esparcimiento de todos los tiempos: El Quijote. Sus protagonistas no paran quietos, siempre, a la caza de aventuras.

Lo que en el pasado podía ser, no más, ocasiones para el disfrute de la vida, en nuestra sociedad, de una u otra latitud, se convierte en la actividad primordial de la mayor parte de la gente. No otra cosa es el deporte, tanto en su forma pasiva y gregaria de espectáculo como en la activa de práctica regular y recurrente. Nótese el caso extremo de los Juegos Olímpicos para los disminuidos físicos. En los medios de comunicación, las noticias deportivas mandan sobre las demás.

La diversión actual es lo contrario de la ética del esfuerzo, una virtud personal o íntima a todas luces anticuada. El vecindario no solo se divierte con las extravertidas ocasiones tradicionales de bullicio o animación, generalmente tan pautadas como las tareas laborales o de estudio. Son muchas más las circunstancias particulares para apartarse del camino real de las obligaciones, los deberes de todo orden. El motivo central del vivir es pasarlo bien. Tanto es así que lo adjetivo o episódico se sustantiviza, se hace central y necesario. No hay que llegar a la situación liminar de la drogadicción. Son infinitos y constantes los estímulos placenteros que envuelven los quehaceres obligatorios. Es de ver, por ejemplo, cómo la acción de comprar se disfraza de mil atractivos, como los que decoran un centro comercial, que más parece de ocio.

Un caso llamativo es el viaje continuo, regular. Puede presentarse como profesional o de negocios; pero se impone como una necesidad, la de trasladarse, ocasionalmente, de lugar para ir y volver. El turismo adquiere diferentes modalidades, pero apela a todas las fortunas. El movimiento de pernoctar fuera de casa se presenta como un placer en sí mismo. Socialmente, se llega al punto de tener que justificar ante los demás por qué uno no viaja.

La imagen de un crucero turístico masivo (una especie de rascacielos montado sobre un paquebote) semeja, desde fuera, una cárcel, y no lo que ofrece: el lugar de todos los placeres juntos. Se incluye, naturalmente, el más general de comprar. Otra vez se nos muestra la ilusión placentera del centro comercial, ahora semoviente.

En todos los casos, el hedonismo reinante no es tanto la satisfacción de un impulso íntimo o personal como el disfrutar a la vista de todos y junto al mayor número de gentes. Es, pues, una auténtica diversión, esencialmente gregaria. Además, la satisfacción tiene que ser inmediata. En los movimientos de protesta callejera, la multitud congregada exige lo que sea, pero ahora. A veces se llaman huelgas; no extrañará la asociación de esa palabra con la holganza. Al aspirar la hache, la huelga se convierte en juerga.

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