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Santiago Navajas

Diccionario de retórica progre

Quien domina el lenguaje fija términos, define conceptos, tiene mucho más fácil adueñarse del discurso, imponer prácticas y colonizar mentes.

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Quien domina el lenguaje fija términos, define conceptos, tiene mucho más fácil adueñarse del discurso, imponer prácticas y colonizar mentes. El poder pasa por tener armas y dominar palabras. Es mucho más efectivo tener a la población controlada mediante la propaganda, la manipulación y el adoctrinamiento que mediante el miedo. Y es más fácil manejar a un rebaño de ovejas satisfechas con pienso y juegos que a una manada de lobos con una valla electrificada. Por todo ello es fundamental conocer las trampas semánticas que nuestros adversarios ideológicos han colocado en términos aparentemente neutros pero que esconden sesgos ideológicos, significados torticeros y amenazas políticas. Lo más sensato, astuto e inteligente, sin embargo, no es rechazarlos sin más, porque entonces se quedarán ellos con el monopolio del espacio discursivo, sino arrebatarles banderas tan nobles como las de la justicia social y el feminismo, sólo que quitándoles la mugre práctica, el sinsentido conceptual y la barbarie política.

Justicia social – Facha/Fascista – Teoría Crítica de la Raza – Diversidad – Inclusión – Discurso de odio – Discriminación.

Justicia social. En sentido liberal, la justicia social se basa en establecer la igualdad de oportunidades y un mínimo de condiciones en sanidad, educación y seguridad que permitan el libre desarrollo de la personalidad. Sin embargo, la izquierda ha transformado el concepto en un caballo de Troya para el paternalismo social, el intervencionismo económico y el autoritarismo moral. Una casta extractiva de burócratas parasita el Estado en nombre de los más vulnerables. Como ejemplo paradigmático, el chiringuito cultural de Andalucía en tiempos de los socialistas que destinaba el 95% de su presupuesto a sueldos. En nombre de la "justicia social", al expolio lo llaman "impuestos", excusando la confiscación fiscal en la financiación de la sanidad y la educación públicas, cuando en realidad la dedican a capturar los recursos públicos para sostener sus privilegios dentro del Estado.

Facha/fascista. Remite, a bote pronto, a alguien que está a favor de un régimen autoritario y violento. Sin embargo, se usa por la izquierda para (des)calificar a cualquiera no esté de acuerdo con el paradigma socialista. Se da la paradoja de que los más autoritarios y violentos entre la izquierda suelen ser los que se autodenominan "antifascistas" y se adornan con un triángulo rojo invertido. Los comunistas son fascistas daltónicos.

Teoría Crítica de la Raza. O Teoría Crítica Racial. O Teoría Crítica Racista. Según a quién preguntes. Si a sus defensores, es un paradigma alternativo al enfoque liberal de justicia: si los liberales pretenden realizar la justicia de manera individual, desde una perspectiva de imparcialidad y sin considerar aspectos como la raza, el sexo o la ideología, la teoría de justicia racializada defienden que la estructura social determina al individuo, de forma que no hay responsabilidad individual sino culpa colectiva. Versión del marxismo cultural que pretende eliminar el Estado de Derecho liberal y sus nociones básicas, como la presunción de inocencia, para imponer una lucha de razas como sucedáneo de la lucha de clases marxista. Sus defensores se dicen "antirracistas" del mismo modo que los totalitarios de izquierda se autodenominan "antifascistas".

Diversidad. No se refieren a la diversidad individual, que es legítima, respetable y necesaria, sino a la diversidad de grupos, a la discriminación por cuotas para acabar con el mérito, el esfuerzo y el trabajo de los individuos. A violar la identidad individual para reforzar la conformidad al estado de la mente colectivista propia de la izquierda. A proclamar que la mediocridad es mejor que la excelencia, por lo que se tratará de eliminar, censurar y coartar a aquellos individuos que destaquen para promocionar a las medianías que se muestren conformes y entusiastas con la dictadura de los grupos de interés que asaltan el Estado para convertirlo en un ogro fofo, las empresas para acabar con la propiedad privada y, en general, a cualquiera que pueda financiar la única diversidad que les gusta: la homogeneidad de sus grupos de presión.

Inclusión. Supuesta apuesta para incorporar a los que se salen de la norma para que se sientan cómodos en lugar de humillados y ofendidos. En realidad, sinónimo de censura y acoso a los que no piensan igual. Ataque a la libertad de pensamiento y de expresión de los que manejan puntos de vista que no están en consonancia con los predominantes en estos grupos de izquierda (véase cómo corre en paralelo con diversidad desde la misma perspectiva hipócrita). Los inclusivos pretenden excluir cualquier pensamiento, expresión artística o lenguaje que alguien de la secta etiquete como "ofensivo", con el propósito de imponer un punto de vista único por la fuerza de la coacción moral y social, cuando no política y legal. Paradójicamente, una forma de sacar a individuos –como homosexuales o víctimas del racismo– de los armarios donde estaban escondidos para meterlos en jaulas doradas en las que tenerlos domesticados, adocenados y finalmente sacrificados a mayor gloria del politburó ideológico de turno.

Discurso de odio. Se supone que el discurso de odio está constituido por las palabras que envenenan la sociedad, llevando a la violencia política y el crimen personal. Sin embargo, la izquierda usa la expresión para satanizar cualquier tesis que no sea considerada políticamente correcta. Si se plantea que las personas trans compitan deportivamente en categorías no femeninas, lo calificarán de discurso de odio, versión transfóbica. Si se sostiene que las cabalgatas habituales del día del Orgullo Gay son el colmo de la horterada cutre, lo tacharán de discurso de odio, variedad lgtfóbica. Siempre habrá alguien en la izquierda que se sentirá mortalmente ofendido y exija la censura política y el cancelamiento social del que disienta de sus postulados. Si un diputado de Vox llama "Führer" a Pedro Sánchez, arde Troya. Si Carmen Calvo llama fascistas a los de Vox, circulen que no hay nada que ver. El discurso del odio, por tanto, es la herramienta de la izquierda para impedir que nadie ose desafiar sus ocurrencias y dogmas.

Discriminación. Discriminar significa seleccionar excluyendo. A veces, la discriminación es legítima. En otras, no. Si se da trato desigual a una persona o colectivo únicamente por su sexo o edad, se trata de una discriminación ilegítima. Discriminar basándose en el mérito o los resultados es justo. Sin embargo, la izquierda ha conseguido que la discriminación ilegítima sea considerada justa. Por ejemplo, la selección por cuotas por sexo o raza que selecciona a personas de menor valía curricular simplemente porque en el pasado se dieron injusticias o hay una presunta estructura de privilegios. En lugar de luchar contra dicha estructura, se perjudica a personas que no tienen culpa o responsabilidad. Pero como para la izquierda no hay individuos sino entes colectivos como las razas, los sexos (perdón, géneros) o clases, nadie es inocente (salvo los propios de izquierda que comulguen con estas ruedas de molino).

Microagresiones. En la vida cotidiana y el trato social hay cosas que nos molestan: del humo del tabaco de alguien que fuma a nuestro lado en la grada del campo de fútbol al robo del reposabrazos por parte de quien está en el asiento de al lado en el cine. En general, nada que no pueda resolverse con un poco de comunicación y algo más de educación. Sin embargo, la izquierda ha convertido estos roces en "microagresiones", una forma que los hombres tienen en general de perjudicar a las mujeres, los blancos a los negros y, en general, los que no son socialistas a todos los vulnerables de este mundo. Los hombres son culpables por naturaleza, así que aunque no tengan la menor intención de ofender y molestar a nadie, deberán ser arrastrados y cubiertos de brea en el caso de que abran demasiado las piernas en el metro; los blancos tienen que pedir perdón por el mero hecho de existir y no tener tanta melanina, así que si pronuncian la palabra nigger constituirá mayor blasfemia que invocar a Satán en la Capilla Sixtina.

Lo que no acaba de entender la derecha complaciente y acomplejada es que, en la jerarquía de los valores morales de la izquierda, el valor supremo es la destrucción del sistema moral. Creen de buena fe que dicho sistema es perverso y que hay que instaurar, más pronto que tarde, el paraíso de los valores de la solidaridad y la igualdad. Por ello, no dudarán en mentir y acosar, porque el fin de la justicia universal y definitiva justifica los medios más atroces. Por ello no dudarán en retorcer las palabras y demonizar a sus adversarios. Nuestra misión consiste en defender el sistema ético que subyace al orden liberal, lo que pasa ineludiblemente por mantener la integridad del discurso, el significado de las palabras y el valor supremo de la verdad.

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