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Amando de Miguel

La otra Gran Depresión

La causa fundamental del actual estado de depresión económica se halla en el bajísimo compromiso con el trabajo, el esfuerzo, la dedicación profesional de una gran parte de la población.

La causa fundamental del actual estado de depresión económica se halla en el bajísimo compromiso con el trabajo, el esfuerzo, la dedicación profesional de una gran parte de la población.
David Alonso Rincón

Maravilla la aparente precisión de las estadísticas macroeconómicas. Por ejemplo, las que tienen que ver con el PIB (Producto Interior Bruto). Nos comunican sus variaciones trimestrales con un decimal. A saber cómo se computan todas las actividades económicas de un periodo, incluidas las relacionadas con la delincuencia. Es un ejemplo de lo que mi maestro Robert K. Merton llamaba misplaced concreteness (la precisión fuera de lugar). No se puede decir que yo aborrezca las estadísticas. Creo que soy el español que más porcentajes ha calculado en su vida activa. Pero, por eso mismo, tiendo a dudar de la mayor o menor validez de las nudas cifras.

Hace algunos meses escribí sobre la hecatombe económica que se cernía sobre nosotros, los españoles y el resto del mundo. Era una sensación prevalente entre los analistas. La pandemia y la guerra de Ucrania han sido los factores que han acelerado el malestar, aunque haya otras causas menos ocasionales.

Un falso cientificismo nos lleva a interpretar tales o cuales datos; en este caso, son los que se refieren a la situación económica. Mejor será una actitud más generosa al tratar de entenderla con un espíritu comprensivo. El cual es lo contrario de reconocer que hay (o no) depresión económica en España dependiendo de si se está en contra o a favor de la ideología progresista dominante. No sirve esa forma de acercarse a la realidad, puesto que la coyuntura económica lo es con prescindencia de la acción de Gobierno. Se sabe que en las crisis o las bonanzas económicas actúa silenciosamente una cierta regularidad temporal, con ciclos favorables o adversos. He dedicado un libro entero a esta cuestión y no es cosa de repetirse. Bastante reiterativos son mis escritos.

La causa fundamental del actual estado de depresión económica se halla en el bajísimo compromiso con el trabajo, el esfuerzo, la dedicación profesional de una gran parte de la población. Me interesa más la de España (es mi campo natural de observación), pero colijo que la postergación del ímpetu productivo se extiende a otras latitudes. El clima social de hedonismo generalizado no favorece el empeño de hacer crecer la economía. España no es tan diferente como advierte la propaganda turística. Lo malo es que el factor señalado no se puede medir bien. Pero la realidad social no es solo lo susceptible de ser traducido a datos cuantitativos.

Bien es verdad que las preocupaciones de tipo económico son, hoy, generales. Pero se mantienen, más bien, para servir al objetivo de hacerse uno rico, o más rico, en el menor tiempo posible. Es decir, el ideal colectivo no es el de capitán de empresa o el de innovador de otros tiempos, sino el que vive de especular con el dinero, el agente del trading. Sin tanto riesgo, se admira la fortuna del que se hace con una respetable cantidad de dinero a través de las loterías o las apuestas. Más constancia requiere el enriquecimiento tras el éxito en el deporte u otros espectáculos. Dejo aparte lo relacionado con la corrupción política, que es otra forma inmediata de hacer fortuna. Todo eso exige esfuerzo y determinación, mas no del tipo que asociamos a una actividad laboral corriente, incluido el estudio.

Resulta fundamental anotar lo que los españoles admiran, lo que les motiva, con lo que disfrutan. Entiendo que ahí reside un cierto sentido dramático del vivir de los españoles actuales, pues la actividad cotidiana no parece muy consonante con los ideales prevalentes. Se trasluce la contradicción del "quiero y no puedo". De acuerdo con Américo Castro, "el sentido dramático de la historia es, por lo menos, tan necesario como estudiar las alzas y caídas de la economía, de la hacienda pública y de la privada".

Estuvo bien puesto el marbete de la Gran Depresión de los años 30 del pasado siglo, después de los "trepidantes años veinte". Indica que no fue una crisis no solo financiera, ni siquiera económica. Fue una verdadera depresión anímica colectiva. Además, como hace cien años, en el mundo económico priva hoy la especulación, se contrae el comercio internacional y aumenta el desempleo de forma desorbitada. Por cierto, en España las estadísticas del empleo no son muy precisas. Coexiste una alta cifra de parados con una demanda insatisfecha de puestos laborales por parte de las empresas. La emigración al extranjero es de personas con una alta calificación; la inmigración se nutre de individuos con escasa formación. Son combinaciones nefastas.

El extraño parecido entre las dos hecatombes económicas, a la distancia de tres generaciones, presenta otra inquietante similitud. La Gran Depresión de los años 30 del pasado siglo se disolvió con la II Guerra Mundial, de la cual se benefició, sobre todo, la economía de los Estados Unidos de América. Habrá que ver si la actual no anticipa la III Guerra Mundial. No hay dos sin tres. Aunque reconozco que este razonamiento es más literario que científico. Como decía Ortega y Gasset: "O se hace literatura, o se hace ciencia, o se calla uno". Desde luego, el filósofo madrileño no se calló.

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