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José Miguel Aspas

Twitter, Musk y la censura

¿Qué puede esperarse? ¿Va a garantizar Musk la libertad de expresión en la red social, tal y como ha prometido?

¿Qué puede esperarse? ¿Va a garantizar Musk la libertad de expresión en la red social, tal y como ha prometido?
Elon Musk | archivo

La reciente compra de Twitter por parte de Elon Musk ha alimentado la esperanza de cambios importantes en la plataforma, especialmente entre todos aquellos que se sienten represaliados por su sistema de moderación. Pero, ¿qué puede esperarse? ¿Va a garantizar realmente la libertad de expresión en la red social, tal y como ha prometido?

Cualquier usuario curtido en Twitter e interesado en asuntos de política ha podido sufrir bien en primera persona o a través de terceros los problemas de censura en la plataforma. En principio, las reglas de juego parecen claras: Twitter dispone de una normativa accesible a través de su página web, y quien infrinja las normas podrá ser expulsado. Hasta aquí, todo parece razonable. Pero la experiencia demuestra que el sistema es perverso, y se intuye que más por arbitrario que por aleatorio. Yo mismo lo he sufrido con mi cuenta @JosPastr, que a día de hoy sigue suspendida.

¿Cómo cancela Twitter las cuentas de los usuarios? ¿Qué criterios considera?

Las suspensiones de cuentas suelen seguir un patrón habitual: bloqueo de la cuenta por tuits en muchas ocasiones inocuos pero que contienen expresiones prohibidas, apelación a la red que se ratifica en un email aséptico o que sencillamente es ignorada. El usuario se cansa de apelar y lo que desea es tener su cuenta activa, así que en lo sucesivo procede a borrar los tuits supuestamente ignominiosos y criminales, con lo que admite su culpa y con ello su participación en actos que con la descripción de Twitter rozan o entran directamente en el ámbito delictivo. La acumulación de bloqueos, algo así como tarjetas amarillas, conduce primero a una limitación en el número de seguidores y posteriormente a la tarjeta roja y la expulsión.

En Twitter, mantener una conversación entre amigos con el tono y el lenguaje habitual equivale a bailar con tacones sobre un campo de minas. Cualquier expresión coloquial puede ser interpretada por la plataforma como una prueba de odio infinito o de deseo de daño físico, con el consecuente castigo. El sistema de censura sanciona el uso de un catálogo de expresiones y palabras clandestinas que el algoritmo detecta pero que no sabe ordenar para interpretarlas en un contexto determinado. En su declaración sobre filosofía de control de cumplimiento, Twitter asegura que esto no ocurre y que permite interacciones consensuadas que puedan parecer inadecuadas a terceros, pero cualquiera que tenga experiencia en la plataforma sabe que esto no es cierto y que los fallos del sistema son aprovechados por grupos organizados y con mucho tiempo libre para realizar denuncias que en muchas ocasiones terminan con el bloqueo o suspensión. Todo esto deriva inevitablemente en autocensura y en una experiencia deprimente en la red.

El sistema es, además, completamente opaco: las reglas publicadas por Twitter no explican cuántos bloqueos previos y en qué intervalo de tiempo suponen la suspensión permanente de la cuenta, si existen bloqueos de más o menos intensidad, cuál es en cada momento la distancia que separa a cada uno del precipicio de la suspensión, o si los antecedentes se eliminan con el tiempo. Lo mismo ocurre con el sistema de apelación: no se entiende que un tuit obviamente sacado de contexto y supuestamente supervisado por humanos "tras una revisión detallada" sea ratificado como ignominioso sin más explicación, lo que hace sospechar de la indolencia, o peor aún, del sesgo ideológico de los responsables de la moderación.

¿Revertirá la nueva política prometida por Musk estas disfunciones? Una de las promesas más esperadas y celebradas por los usuarios represaliados ha sido la de una amnistía más o menos generalizada. La condición es no haber cometido actos delictivos o realizado spam abusivo. La reactivación de cuentas como la de Donald Trump o Babylon Bee parecían apuntar en este sentido. Los criterios futuros de moderación serán, según publica Musk en su versión 2.0 de Twitter, "libertad de expresión, pero no libertad de difusión". Es decir, que se censurará el alcance que puedan tener determinados tuits considerados inapropiados, pero no se cancelará al usuario. Sin embargo, la reciente suspensión de la cuenta del rapero Kanye West, ordenada por el propio Musk alegando incitación al odio, parece contradecir estas intenciones. Debe enfrentar además los recelos de los anunciantes, que ven con desconfianza la posibilidad de que Twitter se convierta en una jaula de grillos, como si no lo fuera ya, y a la inevitable intromisión de los gobiernos: la Unión Europea y su afán de control sobre todo y todos ya ha lanzado una advertencia con tono de amenaza de que los límites de la libertad de expresión no serán fijados por la plataforma sino por su ejército de burócratas y sus infinitas normas regulatorias, enfrentando de lo contrario el cierre de Twitter en Europa.

Creo que es pronto para conocer el alcance que puede suponer la revolución en los criterios de moderación y en la promesa de transparencia en la red anunciados por Musk. Parece obvio, no obstante, que mientras el actual sistema arbitrario continúe en funcionamiento, la anunciada amnistía carece de sentido, pues los usuarios verán de nuevo suspendidas sus cuentas al ritmo que les son devueltas.

Esperaremos y observaremos. Algunos desde nuestras cuentas B.

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