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Pablo Molina

Todo empezó en Murcia

Ese Sánchez que ahora es un elemento letal para la propia democracia es el mismo con el que pactó expulsar al PP de Murcia, Madrid y Castilla y León.

Ese Sánchez que ahora es un elemento letal para la propia democracia es el mismo con el que pactó expulsar al PP de Murcia, Madrid y Castilla y León.
La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, durante su intervención en el pleno celebrado en el Congreso de los Diputados. | EFE

El año 2022, en términos políticos, dio comienzo el día 10 de marzo de 2021, cuando Ciudadanos anunció una moción de censura contra el Partido Popular en la Comunidad Autónoma de Murcia y el Ayuntamiento de la capital. La decisión fue adoptada por la dirección nacional y trasladada a los compañeros de la franquicia murciana cumpliendo los rituales más exquisitos de un partido que ha hecho siempre gala de su respeto por la sagrada democracia interna: un enviado de Madrid reunió a todos los concejales y diputados en la sede regional y les anunció que de allí no saldría ni Dios hasta que no firmaran las dos mociones de censura. Firmaron, claro. Sin faltar ni uno.

Pero a pesar de la unanimidad inicial, quizás algo forzada, aquello salió como salen las operaciones políticas improvisadas por un puñado de advenedizos y aventureros de la política. En la Comunidad Autónoma la moción fracasó estrepitosamente, con navajazos brutales entre los seis diputados de Ciudadanos hasta la destrucción del grupo parlamentario, de manera que el partido naranja no solo no se hizo con la presidencia de la autonomía, como había pactado con el PSOE, sino que perdió la vicepresidencia y las consejerías que ostentaba, ahora en manos de personajes expulsados del partido por no haberse suicidado políticamente como les había ordenado Arrimadas. En el ayuntamiento entregaron sus votos al PSOE, que desde entonces gobierna la sexta capital de provincia de España a pesar de encadenar aquí derrotas electorales, a cual más dolorosa, desde que el socialismo fue felizmente erradicado de la región murciana allá por mediados de los noventa del siglo pasado. Un éxito redondo, como se puede apreciar.

La todavía presidenta nacional de la cosa naranja es de esas personas con un cuajo espectacular para la política. Porque ese Sánchez que ahora es el reservorio de todos los males conocidos y un elemento letal para la propia democracia es el mismo con el que pactó expulsar al PP de Murcia, Madrid y Castilla y León. Con este bagaje es realmente asombroso comprobar cómo todavía hay gente dispuesta a votar a ese partido, que quiso ser el felpudo preferente del sanchismo y ha acabado convertido en el hazmerreír de España entera y la palanca necesaria para catapultar a al PP, especialmente al de Madrid, a la estratosfera de la política nacional.

El batacazo censor de Ciudadanos y el PSOE en Murcia y la manera en que Díaz Ayuso abortó una iniciativa similar en la Comunidad de Madrid han fortalecido la imagen de Feijóo y consolidado sus posibilidades de llegar en buenas condiciones a La Moncloa a finales del año próximo, si es que la Providencia no nos hace la merced de regalarnos unas elecciones anticipadas. El último domingo del próximo mes de mayo, fecha de las autonómicas y municipales, podremos vislumbrar con un mayor grado de certeza si estamos en la recta final del sanchismo o debemos prepararnos para otros cuatro años de Gobierno perrofláutico. Un batacazo histórico de la izquierda en esa fecha, marcada a fuego en los almanaques de todos los partidos, sería muy bonito para asistir a la desbandada general de los socialistas y el apuñalamiento público de Sánchez y su banda por sus socios de legislatura, otro espectáculo político notable de los que merece la pena disfrutar cuando las circunstancias nos lo permiten. Dios dirá.

Coda morantista

Pero vayamos a lo realmente importante. Aquí, lo que ha pasado en 2022 es que José Antonio Morante de la Puebla se ha convertido definitivamente en un torero de época que ya solo admite comparaciones con Joselito y Belmonte. Por este orden. La temporada de Morante ha sido lo más grande que hemos visto en muchas décadas de tauromaquia. Morante ha toreado más de 100 corridas en 2022, se ha enfrentado a los encastes más brutales del campo bravo, ha mandado en todas las grandes ferias y ha dejado faenas para la historia en las que lo de menos ha sido el número de orejas y rabos, que dependen del acierto con el acero y no siempre reflejan la grandiosidad de un modo de torear solo accesible a genios del toreo. Eso solo lo puede hacer un artista extraordinario, dotado además de un enorme valor, porque nadie se ha pasado los pitones este año más cerca de la taleguilla que él. Y todo esto con Sánchez en La Moncloa. ¿Hay quien dé más?

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