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Pilar G. Jáuregui

A favor de Tamames, 'malgré moi'

El partido que asumió el riesgo de una estrategia impensable podría convertirse en una opción triunfadora en las próximas elecciones generales.

El partido que asumió el riesgo de una estrategia impensable podría convertirse en una opción triunfadora en las próximas elecciones generales.
Ramón Tamames. | Europa Press

El idioma francés le da una elegancia plácida al discurso social o político. Lo envuelve en un quelque-chose glamuroso al que uno se abandona sin remedio. Como el tema de hoy es delicado, he querido incluir la lengua gala en el título con la esperanza de que la referencia a uno de nuestros intelectuales de lustre se perciba tan vacilante como realizada con el respeto que la ocasión merece.

El caso es que estoy a favor de la moción Tamames, a pesar mío. No puedo ignorar su condición de espontáneo valiente dispuesto a torear a Sánchez en el Congreso. Pero tal virtud viene precedida también de posiciones no muy lejanas de conchaveo con Artur Mas y su rancio nacionalismo de traje y corbata convergente. Y tal proximidad me espanta, porque acostumbra a enmascarar el deseo de pescar en cualquier caladero que provea de dinero y fama.

Decidirme no ha sido fácil. Hasta que recordé que hubo una vez, allá por el 2005, en que "nació un nuevo partido". La semilla de lo que luego fue Ciudadanos comenzó a labrarse por entonces. Aunque, en esa época, nos referíamos a dicha iniciativa política como el 'partido de Boadella'. Y esta costumbre tenía su porqué. Fue la persona que dio impulso, hizo visible y logró hacer crecer el proyecto. Cuando llamabas a alguien para recabar apoyos y mencionabas que eras de Ciudadanos, nadie, pero nadie, sabía de qué le hablabas. Sin embargo, en cuanto introducías el nombre del dramaturgo en la conversación, la voz del interlocutor al otro lado del teléfono cambiaba, notabas como sonreía, la puerta se abría y todo eran facilidades y buen rollo. Así que, pensando en esto, caí en la cuenta de que algo parecido podría suceder con el nombre del economista que Vox había propuesto para su moción.

Tamames redactó un par de libros de referencia en España cuando pocos creían en el valor de los datos. Los armó, les dio una estructura coherente, imitó el canon divulgativo de la época del modelo anglosajón, los hizo comprensibles para el común de los mortales y de sus estudiantes y elevó el pabellón del escribano de corta-y-pega-y-da-esplendor. En pocas palabras, podemos describirlos como unos apuntes bien montados, dignos de figurar en cualquier biblioteca y repositorio digital que se precie. En especial, en tiempos en los que la sobreabundancia de información hace de los vademécums un recurso de gran demanda. Una muestra de su mérito es su obra La estructura económica de España. Este estudio del autor ha durado más de 60 años en sucesivas ediciones.

Es un libro preciso y detallado, lo que lo hace de fácil manejo para consulta rápida de nociones o informaciones fundamentales. No brilla por su pretensión de aspirar al Nobel, ni tampoco explora un campo innovador dentro de la ciencia económica. Más bien se trata de una recogida de datos bien expuesta. Es el texto de un escribidor constante, tenaz y convencido de tener colocados los ejemplares a la venta entre un nutrido número de alumnos que necesitará consultar el libro para mejor aprobar la asignatura año tras año.

Hago este preámbulo para que sepan que estimo la capacidad intelectual de Tamames en lo que vale como hábil componedor de estrategias ganadoras y eficaz recopilador de cantidades, números, categorías agregadas y desagregadas para su posterior exposición. Sin menospreciar tal habilidad, no espero, no obstante, una idea brillante, ni soluciones ingeniosas por su parte, sino abundancia de lugares comunes ofrecida de forma asequible.

Ahora bien, las virtudes descritas de persona despierta y dispuesta a trabajar con tesón en la compilación de referencias y su coherente andamiaje pueden, sorprendentemente, funcionar bien como apisonadora en un debate parlamentario. Añadiré, también, que sus méritos incluyen una oratoria poco complicada, pegada al terreno, y una retórica adornada de ejemplos suficientes como para resultar amena.

No esperen sorpresas. Tamames no revelará cosa distinta durante la moción de censura. En sus recientes afirmaciones en las que expresa de forma tardía su idea de España no hay nada que se salga del guion. En ellas declaraba que "España es una nación de naciones" o que las autonomías son muy difíciles de desmontar. Tales ideas, como era de esperar, no son del agrado de los votantes de VOX. Pero solo han de verse como mandobles necesarios para poner al toro en suerte, colocarlo en su sitio, y mostrar mando en plaza antes de acometer la faena de fondo. Y ésta no es otra que saber enumerar los errores y fracasos del Gobierno de Sanchez de forma tal que quede claro al mayor número de españoles el deseo profundo de no votarlo jamás.

Antes de revelar el final de lo que creo que puede pasar, retomaré el hilo anterior referido al honorable Presidente de Tabarnia. Como vengo de explicar más arriba, hubo un tiempo en que Cs fue un partido que Boadella puso en el mapa político. Sin su contribución, la visibilidad del proyecto que emergió en Cataluña no hubiera sido posible. La iniciativa no contaba con recursos económicos. El destino quiso, sin embargo, que el mejor dramaturgo que ha dado España en las últimas décadas decidiera poner la credibilidad de su nombre y trayectoria al servicio de la regeneración. De esta manera fue posible que se propagara como el rayo la mejor campaña de marketing político espontánea. Algo que no hubiera sido posible abordar sin su prestigio y por lo que pagó el alto precio de su exilio de Cataluña y algún que otro quebranto material.

Poco después de tal hazaña seminal, llegó Albert Rivera con su CV bajo el brazo (literal) a la sede de Cs. Y pocos meses después ganó la presidencia en el primer Congreso del partido. Se pensó que desvestirlo llenaría titulares y, una vez comprobado que era capaz de llenarlos con algo más que su cuerpo desnudo, se decidió apostar por "el nene con pico de oro".

Unos años más tarde, acompañé durante la campaña a varios aspirantes a concejal por el partido de Ciudadanos en su momento de vino y rosas. Me sorprendió saber que ignoraban por completo, no ya quien era Albert Boadella (cosa disculpable por su juventud y escaso conocimiento del mundo de la cultura) sino que ni siquiera sabían que era el fundador del partido que más alto precio tuvo que pagar por verlo nacer.

Con todo esto quiero decir que aunque la apuesta de elegir a Tamames es arriesgada por el momento elegido, y por el cansancio que puede acusar por la edad, es posible que salga bien. En ese caso, nadie hablará de la hazaña de Tamames el día después. El logro del flamante orador de última hora pasará pronto y encima de su nombre se sobrescribirá el de Vox. Las crónicas políticas recogerán con vítores la épica moción con la sola referencia de Abascal por cumplir lo que prometió. La mágica palanca ganadora se pondrá en marcha de forma irreversible. Y así, el partido que asumió el riesgo de una estrategia impensable con un candidato de consenso podría convertirse, al fin, en una opción triunfadora en las próximas elecciones generales.

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