Todos los que tenemos una edad creemos recordar con total nitidez el momento en el que José Luis Garci ganó el primer y más emblemático Óscar del cine español hace cuarenta años. Es algo que uno atesora en su memoria independientemente de si le gusta o no el cine. Porque aquello fue un acontecimiento irrepetible, un fenómeno social de alcance estratosférico para nuestro país, solo comparable a ganar un mundial o a cuando Massiel se hizo con el primer puesto en Eurovisión. Hablamos de orgullo nacional del de verdad. Nuestros Óscar de después no supieron igual. Ver a Garci sosteniendo su estatuilla en el escenario del Dorothy Chandler era casi como verlo en la luna. Un lugar extraño y lejano. Algo así como Shangri-La.
Decía que todos nosotros creemos recordar a la perfección aquel instante del esmoquin blanco, pero en realidad lo que nuestra memoria atesora no es tanto lo que vimos sino lo que oímos. "¡Volver a empesaaar!". El tono, la cadencia, la pronunciación de aquellas palabras forman parte de la banda sonora de nuestra vida. Aquella voz enérgica de una señora mayor menudita y de cara dulce y entrañable que parecía alegrarse de verdad de que nuestra película fuese la ganadora. Garci me contó que Luise Rainer quiso pronunciar en español el título de su película, ya que en realidad tenía que haber dicho "Begin the Beguine". Rainer se tomó la molestia de enterarse cuál era el nombre en español y así quiso vocearlo.
Hoy en día muy pocos saben quién es Luise Rainer. Casi nadie pone nombre a aquella adorable ancianita que le dio el Óscar a Garci. Y el caso es que Luise Rainer es muy importante en la Historia de los Óscar. Solo ella y Katharine Hepburn lograron el Óscar a la Mejor actriz dos años consecutivos. Lo hizo por dos superproducciones de la Metro Goldwyn Mayer: El gran Ziegfeld y La buena tierra, en la que se marcaba un Yellow Face en toda regla como campesina china de la versión fílmica del clásico de Pearl S. Buck.
Garci siempre recuerda a Rainer diciendo que era la mujer de su muy admirado Clifford Odetts, guionista por ejemplo de Chantaje en Broadway y que fue perseguido por la caza de brujas. Luise Rainer desapareció de Hollywood después de sus dos Óscar porque era rebelde y no comulgaba con el Star System que le imponía Louis B. Mayer. Mujer de carácter, se negó a hospedarse en el palacio de Ayete cuando fue invitada en 1986 por el Festival de San Sebastián aludiendo que no quería pernoctar bajo el mismo techo que Franco.
Cuento todo esto porque siempre que pienso en el Óscar de Garci me viene a la mente cómo debió gozar aquel chico de Narváez no solo con el premio sino con toda esa mitología cinematográfica que pudo conocer y a la que ni en sus mejores sueños de niño pensaría jamás alcanzar.
Estoy ojeando el álbum de fotos personales que Garci nos regaló a todos al final del libro E-Motion Pictures, justo en la parte de su viaje a Hollywood en el 83, y observo la felicidad en su cara, la satisfacción lógica y el brillo en sus ojos del niño que cumple un sueño. Foto en el restaurante Brown Derby, no el de forma de sombrero que hubo en Rodeo Drive sino el segundo, que tampoco existe ya, en la esquina de Hollywood y Vine. Foto En Santa Mónica Boulevard hecha por Enrique Herreros cuando ambos iban a la Fox a trabajar para que Volver a empezar tuviese más posibilidades. Foto delante de la Academia de las Artes y las Ciencias cuando Garci iba a comer nada menos que con Robert Wise, director de West Side Story y Sonrisas y lágrimas. Y foto con Pilar Miró, entonces Directora General de Cinematografía, justo un día antes de la ceremonia. "Estaba tan convencida de que Volver a empezar ganaría, que iba a ir a la gala de amarillo", dice Garci, que asegura que el amarillo fue su color favorito desde siempre gracias al amarillo Van Gogh y al amarillo Minnelli.
El libro también muestra fotografías de Garci, ya con el Óscar, posando con Louis Rainer, Antonio Ferrandis, Encarna Paso y Jacques Valentí, de quien asegura, con razón, que era el mandamás de la industria del cine en aquel momento. Ya relajado después del Óscar, vemos a José Luis en otra foto encajando su mano en la huella que Bogart dejó en el cemento fresco del Chinese Theatre allá por 1946, cuando Garci tenía 2 años. Todavía no se parecía Garci a Bogart como se parece ahora.
Yo creo que una de las cosas más importantes que el Óscar le ha dado a José Luis Garci a nivel personal es poder volver a Hollywood siendo "uno de los suyos". Porque lo es. En 1988 (el año de la nominación de Asignatura aprobada) lo vemos posando con Louis Malle, Billy Wilder, Richard Brooks, George Sidney… En 1995 (nominación de Sesión continua) aparece de tú a tú con David Lean, Milos Forman, Athur Hiller… ¡e incluso con Rouben Mamoulian! ¿Cómo podría imaginar Garci cuando vio de niño a Rita Hayworth toreando en technicolor a Tyrone Power en Sangre y arena que años después conocería al director de aquella maravilla?
Una cosa es ganar un Óscar y otra mucho mejor es disfrutarlo. Esa preciosa estatuilla dorada que Garci se trajo para acá hace cuarenta años permitió a este soñador contagioso aterrizar en la tierra prometida. Una tierra que creíamos mítica y que él nos acercó. Al decir que aquel Óscar fue de todos los españoles no exageramos demasiado, ya que cuando Garci vive una cosa, te la cuenta después de un modo que crees haber estado tú allí también. Todos conocemos a Luise Rainer, a David Lean, a Mamoulian…