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Luis Fernando Rodríguez

La tecnología, la nueva forma de ganar las elecciones

Se trata de interiorizar una metodología que parta de la convicción de que, cuanto más sepan de los ciudadanos, mejor podrán prestar servicio público.

Se trata de interiorizar una metodología que parta de la convicción de que, cuanto más sepan de los ciudadanos, mejor podrán prestar servicio público.
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Hay un antes y un después en la política y en la configuración de la opinión pública desde que la tecnología ha invadido nuestras vidas. Las redes sociales tienen hoy día una influencia muy notable en las campañas electorales. Antes, el político construía sus mensajes orientados a los medios de comunicación tradicionales, pero desde hace unos años casi todo se decide en Internet, y las elecciones se ganan en estos nuevos canales. Pero para eso hay que saber gestionarlos adecuadamente, y no hablamos sólo de cómo diseñar la estrategia de social media, sino de utilizar soluciones tecnológicas que transformen la información en conocimiento.

Hace tiempo ya que las empresas consideran prioritario "escuchar" a sus clientes (el cliente manda), y lo que tanto sus defensores como sus detractores dicen de ellas en las redes sociales, para identificar carencias y debilidades, demandas y necesidades, y así, poder tomar las decisiones más adecuadas para la competitividad de sus negocios. De forma análoga, para los partidos políticos es ya fundamental disponer de herramientas que les permitan gestionar y conocer en tiempo real la voz de los ciudadanos (el ciudadano en el centro), e incorporar ese conocimiento a su toma de decisiones.

Las tecnologías actuales de escucha activa, basadas en inteligencia artificial y machine learning, rastrean simultáneamente diversos canales (redes sociales, blogs, podcast, webs, medios de comunicación, grafismos, fake news, etc.) y ofrecen en tiempo real información precisa, filtrada, curada, priorizada y estructura de los electores, con sus posicionamientos a favor y en contra de las ideas que proponen los partidos y son transmitidas por sus candidatos. Esto es algo que practican de forma habitual el Partido Demócrata y el Partido Republicano de Estados Unidos, o los partidos de los países nórdicos o de Israel.

Poder interpretar todos esos datos (de múltiples fuentes, en idiomas diferentes, distintos formatos, por canales distintos, etc.) permite disponer de importantes capacidades de predicción, y además, le da al político algo totalmente nuevo: puede conocer de lo que de verdad hablan los ciudadanos, lo que les preocupa (que no siempre coincide con aquello de lo que él querría hablar) en ese momento y en ese lugar a ese colectivo. De ese modo, es capaz de tomar mejores decisiones en su interacción con sus posibles audiencias, y de adaptar sus mensajes para dirigirse a ellas con una mayor sensación de proximidad (contesta la persona adecuada, en el momento justo, con el tema que les interesa, con el mensaje bien alineado y con el lenguaje apropiado).

Beneficios de la tecnología en campaña

Quizás, el elemento diferencial que Internet ha aportado a la política es la velocidad y la inmediatez. Ahora, los políticos pueden llegar de forma inmediata a mucha más gente, movilizar más fácilmente al electorado para asistir a los mítines. Y cualquier persona puede contactar con cuantos partidos y candidatos desee de manera directa, fomentando el apego del simpatizante al partido y a la campaña. No podemos afirmar que el que mejor se maneje en estos nuevos canales y el que más recursos invierta tendrá garantizado su éxito electoral, pero sí que la gestión de estos nuevos recursos proporciona una serie de interesantes ventajas frente a las campañas tradicionales.

En primer lugar, se reducen exponencialmente los costes y se maximiza la eficiencia de la inversión en la comunicación con el electorado. El candidato puede llegar a segmentos de población menos movilizados y alejados de la política o de los medios de comunicación tradicionales. Facilita el proselitismo electoral entre sus simpatizantes, creando una nueva modalidad de voluntario low cost y altamente comprometido: el ‘ciberactivista’.

Y por último, diversos estudios afirman que con estas estrategias aumenta la participación de los electores y la buena imagen de los políticos, que son percibidos como más cercanos, favoreciendo así la reconciliación con la política del elector frustrado con el sistema. Con todo esto, se convierte al ciudadano en verdadero protagonista de la campaña, llevándole al núcleo central del sistema político, en lo que podríamos llamar un modelo de gestión citizen centric.

Pero además, con estas plataformas de escucha activa (la líder del sector es Sprinklr), el equipo de campaña puede segmentar a sus audiencias, maximizando el impacto de sus acciones, al llegar directa e inmediatamente a las personas más potencialmente interesadas en su mensaje. Y puede obtener información sociodemográfica de su electorado, con sus opiniones asociadas sobre temas de interés, preocupaciones, demandas, emociones que expresan, niveles de transmisión e influencia de sus opiniones, geografías específicas, etc. Incluso, ante temas de interés, comparar las respuestas que dan los electorados de otros partidos y qué mensajes fuerza se están fijando.

Los algoritmos de inteligencia artificial convierten todo esto en modelos predictivos, para que los equipos de campaña prevean el impacto que desean alcanzar, y sepan cuál es el momento y lugar más oportuno para que el candidato toque los aspectos clave que debe tratar en un evento electoral concreto.

También es posible monitorizar y gestionar la reputación del partido como marca, actuando de manera inmediata cuando surgen reacciones en los medios, incluso pudiendo responder simultáneamente por todos los canales si así se desea, para reforzar o minimizar determinados comentarios, controlando la narrativa de manera directa y en tiempo real.

En definitiva, si un partido quiere gestionar de una forma mucho más rápida y ajustada a los fugaces intereses de los ciudadanos en un determinado momento, temática y lugar, debe tener la tecnología adecuada, y un equipo de profesionales preparados, con conocimientos en analítica de datos, capaces de sacarles el mayor provecho.

Por tanto, la tecnología introduce un nuevo tipo de político más ágil, más analítico y resolutivo, pero esto también exige una transformación digital de la cultura de gestión de los propios partidos. No vale querer escuchar a la ciudadanía solo en periodo electoral. Se trata de interiorizarlo como una metodología de continuidad que parta de la convicción de que, cuanto más sepan de los ciudadanos, mejor podrán prestar su servicio público, y sí, también podrá contribuir a tener mejores resultados electorales.

Sin tomarse en serio la necesidad de alta profesionalización especializada de los órganos de gestión de los partidos políticos, estas capacidades nunca serán aprovechadas, y nos seguiremos moviendo de mítin en mítin y de elección a elección, tomando al ciudadano como los días de las fiestas del patrón de una población: risas y bailes tres días, y la fiesta terminó.

Luis Fernando Rodríguez, CEO de Watch&Act

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