Menú
Miguel del Pino

Las capas del toro bravo y su léxico campero

Al juzgar la belleza de un toro de lidia no hay que dejarse llevar por la belleza del color de su capa; es necesario observar también sus "hechuras".

Al juzgar la belleza de un toro de lidia no hay que dejarse llevar por la belleza del color de su capa; es necesario observar también sus "hechuras".
Dehesa con toros bravos | Wikimedia

Lejos, cerca reposan/ al selenio fulgor bien modeladas/ las moles prietas, grávidas, lustradas/, que continencia y que vigor rebosan./ Son los toros tremendos, negros de pena, cárdenos, berrendos.

Gerardo Diego. Oda a Juan Belmonte

Aunque la tendencia moderna en la selección del toro bravo se oriente a la fijación del monoencaste más apetecido por los toreros para su lidia, y siendo este de pelaje predominantemente negro, no conviene olvidar que el primitivo toro arisco, origen de las castas fundacionales, lucía pelajes de coloraciones y particularidades muy diversas; muchas de estas se conservan y se nombran con un léxico campero, bello y metafórico.

La genética de los colores de las capas bovinas

Los mecanismos de transmisión de las distintas coloraciones del pelaje del bovino bravo responden por lo general a herencia mendeliana, aunque algunas particularidades y sobre todo las capas mixtas pueden reconocer esquemas genéticos más complejos.

Partiendo de un esquema general simplificado, reconocemos tres tonos generales de pelaje: negro, colorado y blanco, este último por inhibición, parcial o total de los genes pigmentantes.

Las tonalidades negras vienen dadas por la oxidación completa de la melanina, el pigmento oscuro que compartimos la práctica totalidad de los vertebrados y que en este caso llamamos eumelanina. Los tonos pardos, que en el toro se llaman "colorados", presentan matices muy distintos y responden en general a una segunda forma de oxidación y cristalización de la melanina, que en este caso se llama feomelanina.

La coincidencia de genes de dos o de las tres tonalidades básicas produce capas mixtas que se conocen de la forma siguiente:

NEGRO más BLANCO = CÁRDENO: Por fusión con dominancia incompleta, como si ambos colores se mezclaran en la paleta de un pintor.

O Bien. NEGRO más BLANCO = BERRENDO EN NEGRO: cuando la dominancia incompleta o la codominancia se traduce en fenotipos con los dos colores repartidos en forma de manchas.

Siguiendo el mismo esquema de nomenclatura:

NEGRO más COLORADO = CASTAÑO

COLORADO más BLANCO = SALINERO: cuando ambos colores se funden.

O bien:

COLORADO más BLANCO = BERRENDO EN COLORADO: cuando la codominancia se manifiesta en una distribución en manchas.

Existen también fenotipos que manifiestan los tres colores básicos:

COLORADO más NEGRO más BLANCO = SARDO, tanto en su forma fundida o variegada (manchada).

Hasta aquí habló el genetista, dejemos ahora que mayorales y conocedores del toro bravo manifiesten sus bellas expresiones camperas para referirse a las particularidades de las pintas.

Toros "guapos, vestidos o maquillados"

Como el "torito con botines" de El Fary, algunos astados se nombran en cuanto a las particularidades de su capa que parecen vestirlos o calzarlos: así encontramos: "botineros y calceteros", cuando patas o "manos" se colorean de oscuro en capas claras o se aclaran en capas oscuras. También los hay "calzones", "bragados", "axibragados", "meanos", "capirotes" o "capuchinos" y "alunarados". Los cárdenos muy claros se conocen como "franciscanos" por coincidir su capa con la tonalidad del hábito de tales frailes.

La naturaleza, o la fauna que convive en el campo con el toro, sirven también de inspiración para quienes adjudican apodos a las capas: ¿qué decir de los "burracos", para definir a los berrendos en negro con manchas de contornos redondeados que recuerdan la librea de las urracas, eternas acompañantes de los toros en campo abierto?

Algunas particularidades de las capas confieren especial belleza a los toros como las manchas blancas en la frente; grandes, que caracterizan a los "luceros", o pequeñas a los "estrellados". Los bajos del cuello aclarados o blancos nombran a los "gargantillos" y los cárdenos de rostro salpicado de blanco se califican, con toda propiedad, de "caribellos".

No todas las denominaciones son tan poéticas, también las hay más prosaicas, como las de los toros "chorreados", "en verdugo" si el lomo están surcado por franjas negras, o "en morcillo", cuando tales listas son castañas o coloradas sobre una piel de fondo negro.

"Anteados" son toros colorados que parecen difuminar parches más oscuros sobre su capa. De hecho la capa colorada admite en sí misma numerosas variantes, como el "colorado aleonado", el "melocotón", cuando el pigmento se muestra muy aclarado; y muy curioso el calificativo de "colorado Jijón", que recuerda el que fue pelaje típico de la capa extinta "Casta Jijona", de la localidad manchega de Villarrubia de los Ojos del Guadiana.

También la capa negra, predominante en la Casta de Vistahermosa, admite a pesar de su aparente uniformidad varios matices: "negro zaíno" es el toro de color negro mate sin ningún pelo blanco, pero su nombre tornará a "azabache" cuando el negro es especialmente lustroso y brillante; "mulato", cuando muestra reflejos pardos, o bien "mohíno", cuando no es solo negra la piel sino también las mucosas externas.

Algunas calificaciones de los toros en función de su capa no son tan gráficas; como la de "mulato lombardo", que ha evolucionado por pronunciación defectuosa a partir de "lomipardo", y nada tiene que ver por tanto con la región italiana de Lombardía.

Particularmente bellos son los toros de capa blanca, color general que en el toro se llama "ensabanado" y corresponde al "palomita" del caballo. No es de extrañar que, entusiasmado por tal belleza, Ramón Gómez de la Serna exclamara en una de sus greguerías: "Las varas de nardo son las banderillas para los toros blancos".

Cuando los ensabanados muestran manchas diversas se llaman "bocineros", si el hocico es oscuro, "ojalados" si presentan círculos negros alrededor de los ojos, "mosqueados" y "atruchados" en función de sus salpicaduras negras, o botineros o caribellos por las particularidades anteriormente descritas.

Cuando el blanco de esta capa tiende al amarillento, los ensabanados se llaman "perlinos", o "jaboneros", si aparece muy sucio, como si estuviera impregnado de jabón; "barroso" es el color de la capa del jabonero que semeja el barro salobre, muy relacionado como sabemos con los ecosistemas ancestrales del toro de lidia.

Una de las denominaciones más bellas encontramos en los ensabanados de matiz rubio amarillento, a los que llamamos "albahíos", que quiere decir "luz del alba"; aclararemos que se refiere al alba sobre una planicie andaluza. Sólo quien ha disfrutado este paisaje comprenderá tan romántico nombre.

¿Puede una capa de toro apodarse "Martínez"?. Pues efectivamente, ya que así se conocen los "berrendos aparejados", con un ancho listón dorsal blanco. Los aficionados reconocemos esta particularidad el pelaje típico de los toros colmenareños que fueron de Don Vicente Martínez y Joselito tuvo entre sus preferidos.

Algunos de los toros de pelaje más espectacular figuran entre los "sardos", cuando sus tres colores mezclados, el negro el blanco y el colorado aparecen en forma salpicada en moteados que recuerdan la flor del gamonero: "sardo arromerado" o bien "flor de gamón" son sus florecientes apodos.

Al juzgar la belleza de un toro de lidia no hay que dejarse llevar sólo por la belleza del color de su capa; es necesario observar también sus "hechuras", su encornadura, sus "muchas vistas al moverse", como dicen los aficionados. En conjunto la condición total de belleza del toro se conoce como "trapío", nombre más admirativo que zootécnico. El trapío es la condición de belleza en el ganado de lidia, y no depende del volumen, ni mucho menos de lo que haya arrojado en la báscula.

Paradigma del trapío puede ser el llamado "Chiquito", del Conde de la Corte, lidiado en Madrid a finales de los años sesenta. Chiquito no levantó una gran ovación al salir del chiquero, pero fue despertando palmas, tendido a tendido, a medida que recorría el círculo del ruedo. Dijo el gran Cañabate que lo que recibió aquel toro de salida no eran aplausos, sino "piropos".

Miguel del Pino.

Catedrático de Ciencias Naturales y aficionado y admirador de la Tauromaquia.

0
comentarios