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Picasso en La Casa Encendida

Pareciera que los cuadros son sólo productos de una marca llamada Picasso y necesitasen ser renombrados para formar parte del arte de hoy.

El malagueño Pablo Picasso, en su taller | Cordon Press

Una exposición relevante del último Picasso podemos ver en Madrid. Se trata de 50 obras del pintor español más importante del novecientos. El siglo XX siempre se conocerá como el Siglo de Picasso. Es el raro lujo, como dijera Gaya Nuño, que España ha brindado al mundo. Las obras seleccionadas pertenecen a los últimos diez años de su vida. Hallamos todo tipo de piezas, desde obras de cerámica, que tanto cultivó el artista después de la Segunda Guerra Mundial, pasando por dibujos e ilustraciones de La Celestina, hasta pinturas de "gran" formato. Dominan los retratos. Cada uno de ellos, según la responsable de la exposición, es un viaje a un periodo diferente de su producción creativa para captar la integridad de Picasso. La intención de la comisaría es loable, pero se queda sólo en eso, en la intención. Creo que la realidad es muy diferente: el Picasso total, el artista absoluto, es inasible desde sólo una determinada época de su creatividad.

Mas la muestra es aleccionadora en un punto: Picasso creó hasta el último momento de su vida. Sus últimos diez años fueron tan fructíferos como el resto de su existencia. Creó hasta el final. Gozaba pintando. Era una forma de burlar la muerte. También aquí puede verse, casi tocarse, la mímesis de sí mismo, o sea de su obra. Eso, sí, no es repetición mecánica, como algún crítico ha insinuado, sino recreación de una obra extraordinaria. Su arte es siempre nuevo. El novum picassiano corre, sin embargo, el peligro de ser arruinado por la excesiva voluntad de originalidad de la comisaría de la exposición. Picasso no necesita actualización sino espectadores de mirada limpia.

Nadie se presente en La Casa Encendida para ver una exposición normal de cuadros de Picasso. Prepárense. Tengan cuidado de no tropezar con una pared. Todo es oscuro. Imagino que habrá más de un accidente. Cualquier cosa puede sucederles. Tampoco la temperatura de las salas invita a la visión sosegada de las obras. La entrada es barata, aunque con las subvenciones que habrá recibido debería ser gratis. Cinco euros cuesta ver la Exposición Picasso: Sin titulo, en La Casa encendida de la Fundación Montemadrid, un espacio social y cultural que nació hace 20 años con el objetivo de pensar a la vez la cultura, la solidaridad, el medio ambiente y la educación. O sea, un "chiringuito" montado por una caja de ahorros o cómo se llame ahora para borrar la autonomía del arte. Y del pensamiento. Pensar para esta gente es repetir las consignas del poder. Y, a ser posible, legalizarlo con papel de timbre.

Detrás de todo ese "espacio social y cultural" siempre estuvo el PSOE, naturalmente, con la inestimable colaboración de los muchachotes peperos ansiosos de cultivarse con las lecciones de "estética" impartidas por sus adversarios políticos. En fin, el bodrio "culturalista" de La Casa Encendida siempre ha competido en mal gusto con el museo más ideologizado de España: El Reina Sofía. Y, sin embargo, yo no puedo dejar de visitar ambos recintos, porque los poderosos siguen teniendo la sartén por el mango, o sea, son los depositarios de las pinturas. Tiene el poder de exhibirlas en unos espacios que condicionan, sin duda alguna, la visión de la obra de arte.

Pagué, pues, la entrada y me lancé a contemplar los 50 cuadros sin titular de la última etapa de Picasso. A la derecha de un pasillo oscuro, parece ser que se había roto el foco que lo iluminaba, un cartelón explica lo que vamos a ver. Me costó leerlo, pero la cosa estaba clara en las cinco primeras líneas: "Renombrar es un acto de amor. Renombrar es también un acto político. Titular nunca es fácil; titular una obra de Picasso es una tarea imposible que 50 artistas han aceptado para construir esta exposición que nos invita a ver —que también es pensar— su obra más allá de títulos oficiales y lecturas representacionales". El cinismo contenido en estas palabras compite con la estulticia; está bordeando la desvergüenza de quien no desea que veamos la obra directamente sino a través de lo que nos dicen unos terceros.

Pareciera que los cuadros son sólo productos de una marca llamada Picasso y necesitasen ser renombrados para formar parte del arte de hoy. ¡Terrible majadería! El genuino arte es autónomo o no es. El visitante que se deje guiar por la parafernalia montada por la comisaría corre el serio riesgo de pasar de los cuadros. De mirar sin ver. Estaríamos asistiendo antes a una operación de mercado, o sea a un intento mercantil para revalorizar el precio de las telas, los dibujos, las cerámicas, etcétera, que a una mera exposición de arte. Aunque una muestra tan ideologizada como la presente no merece muchos comentarios, no me resisto a decir que quienes se han prestado a la operación "política" de renombrar las obras de Picasso, quienes tratan de adornarse con las plumas del pintor, los artistas que pretenden "resignificar" esas obras son tan mercachifles como la comisaría de la Exposición.

Por lo demás, la baja calidad literaria de los titulares puestos por los "50 artistas" son para salir corriendo. Si las obras de estos "50 artistas" son tan malas como sus títulos, entonces el arte contemporáneo está hecho unos zorros. El ejemplo de Pauline Curnier Jardin, artista visual de origen francés, basta para ilustrar mi atrevido diagnóstico; he aquí las primeras líneas de un cuadro que ella ha titulado "El pulpo del día de San Jose": "Hoy es San José, la festividad de los impotentes, de los que le lamen el culo a su mujer que tiene un hijo con el semen de otros".

En fin.

Mas lo importante de la exposición son las 50 obras seleccionadas. Todas ellas son magníficas. Aquí nada tengo que objetar. Son obras de una extremada madurez. De alguien que se había entregado a su arte para superarse cada día. Murió trabajando y siempre obsesionado por rebasar todos los límites. Las famosas exposiciones de Avignon del 69 y, sobre todo la del 73, poco después de su muerte, que recogían las obras del último Picasso no fueron acogidas por el mundo de la crítica artística con grandes alborozos y, naturalmente, no hubo quien dejara de expresar ciertas reservas sobre el agotamiento de las capacidades del artista. Nunca he compartido esas dudas, pero hoy, a la vista de las obras aquí expuestas, también de su último período, debo decir que está Picasso de cuerpo entero. Un grandioso artista. Siglo XX es el siglo de Picasso. Y tal como van las cosas quizá también lo sea del XXI. Es la muestra de un trabajador infatigable. Vive sólo para su arte. La libertad expresiva que alcanzan estos cuadros están fuera de toda duda. Su libertad es total al margen de cualquier convencionalismo o precepto. Trabaja con prisa y resolución. No hay problema plástico que se le resista.

Y, sobre todo, bajo la apariencia de la simplicidad de líneas y colores existe una compleja estructura en la composición de todas sus obras. Los temas son densos y las resoluciones perfectas. Es falso que pinte como un niño, o peor, que fuera pura intuición o instinto. Falso. Picasso tuvo una de las inteligencias más refinadas del siglo XX. Fueron los últimos años de su vida los que mejor reflejan la riqueza conceptual de su arte. Cuando la fuerza erótica toca su fin, el artista se transforma, o vive el rejuvenecimiento de una nueva metamorfosis, a través de la cultura de la mirada. Mirada aristotélica, sí, porque recoge todo su pasado, lo ordena y clasifica su arte al lado de la pintura de su siglo.

No se trata de un vulgar mirón sino del ojo de un artista capaz de retratar la alegría y la melancolía, los desgarros y los arrebatos de lo carnal. Esplendor y ocaso de la vida y el amor. El hombre y la mujer, los amantes entrelazados y fundidos en una única materia, el pintor y la modelo, los numerosos desnudos del cuerpo femenino diseccionado sin ningún tipo de miramiento y, siempre, las cabezas, las patéticas miradas de las cabeza, reflejan la soledad de un hombre ante la parca. La dialéctica abismal entre eros y tanatos domina la pintura del último Picasso. Me gustan las 50 obras elegidas y, a pesar del rollo cutre de la "resignificación", quizá sea la mejor exposición de los fastos dedicados a Picasso en este 2023, cuando se cumple el quincuagésimo año de la muerte de un genio del arte.

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