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Eugenio d'Ors para un tiempo de indigencia política

Sin él no se entendería bien España en el conjunto de las naciones del mundo.

Sin él no se entendería bien España en el conjunto de las naciones del mundo.
Eugenio d'Ors | Libertad Digital

Hoy, 24 de abril de 2024, cuando asistimos al final de la democracia española, porque la nación, España, ha sido confiscada por un presidente de Gobierno que no se representa ni a sí mismo —balbucea en una carta inmunda, entre otros motivos, porque no se sabe a quién la dirige, sus vacilaciones entre lo que es y lo que debería ser—, es menester dialogar con los grandes filósofos de España que nunca dudaron entre la nación y sus asuntos privados. Quien cuestiona a su madre, no merece ningún respeto. El español es porque nació en España, o sea, en "algo que nacemos". La Nación "no es nosotros, sino que nosotros somos Nación" (Ortega). Es necesario volver a las grandes corrientes de la historia de la filosofía, naturalmente, española, que es el canon para medir la calidad y hondura de otras filosofías, para saber cómo podríamos orientarnos en este lodazal totalitario en el que Sánchez ha convertido la vida pública-política española. Naturalmente, el jefe de la caverna política no está sólo sino que ha contado con la estrechísima colaboración del resto de socialistas, comunistas, separatistas, terroristas, fugados de la justicia y, por supuesto, la derecha sin remedio que esconde y oculta a sus partidarios lo real: la muerte de la nación y la desaparición de la democracia.

Hoy, 24 de abril de 2024, ante el absentismo laboral de Sánchez, la huida de un presidente de Gobierno que duda entre su trabajo, gobernar España, y los negocios familiares, es más necesario que nunca que cada uno de nosotros mire a la historia de su oficio o profesión para hallar en ella fuerzas, energías para salir de este atolladero totalitario donde el poder público político quiere confundirse con el poder judicial y el poder del conocimiento. Sánchez quiere ser político, juez y sabio a la vez, o sea, un dictador. Sí, los filósofos, o los historiadores, o cualquiera que se dedique al estudio de los saberes humanísticos, debería atender y dialogar con sus predecesores no sólo para darle continuidad a su vocación personal, sino para vindicar y engrandecer el ámbito donde ese conocimiento se desarrolla, a saber, la Nación. Sí, todos aquellos que aún sigan teniendo "fe en la potencialidad del cuerpo colectivo que hace a sus miembros esperar de él grandes cosas", o sea, en la nación, deben retomar sus tradiciones y actualizarlas.

Hoy, 24 de abril de 2024, cuando un político sale de estampida, se larga sin razonamiento alguno de su puesto de trabajo, y deja sin cabeza el gobierno de la Nación, es menester que nos agarremos a lo más inmediato de nuestras profesiones, a nuestro trabajo cotidiano, para salvar lo poco que queda de Nación y nosotros salvarnos con ella. Sin rodeos, o mejor, con los mínimos rodeos que cabe esperar de un escéptico radical, como quien les escribe, miremos a nuestra historia de la filosofía española, a nuestros filósofos del pasado inmediato (siglo XX), para tomar un cierto impulso que nos ayude a salir de tanta miseria política e intelectual. Es necesario subirnos a los hombros de las tradiciones, de los autores, en fin, de los filósofos que vivieron situaciones tan trágicas como la actual para conllevarla, y quizá transformar sus maldades en oportunidades de la patria venidera.

Hoy, entre los muchos y grandes filósofos que tenemos en España, elijo a Eugenio d´Ors. Primero, porque sin él no se entendería bien España en el conjunto de las naciones del mundo. Escribió en un catalán excelso, e hizo de su escritura en español una grandiosa filosofía tan clásica como barroca. Su Lo barroco sigue siendo un libro de referencia mundial. Su teoría estética, más hispánica que el Museo del Prado, es universal. Segundo, porque nadie como él ha visto que toda política va acompañada de una estética y viceversa…, siguiendo a Menéndez Pelayo y a Croce, D´Ors considera que en la evolución de la cultura y la civilización a todo cambio de concepto en la manera de entender la historia corresponde un cambio paralelo en la manera de entender la política; cualquier cambio político está en función de un correspondiente cambio historiográfico, y al revés. Nadie como Eugenio d´Ors puede enseñarnos que la manera de escribir la historia corresponde simétricamente una manera de hacer política. Ahí está, sin duda alguna, una de las fuentes de los males de España, o sea, de su casi desaparición como nación. Mala historia, y peor memoria, se han hecho en los últimos cuarenta años, por eso a nadie extrañe el desastre político que vivimos.

Es, sin embargo, su trabajo, su infatigable y constante empeño en su vocación, el trabajo de la escritura, el tercer y principal motivo por el que lo traigo aquí. Al lado de ese espíritu de trabajo para su nación, cualquier tema referido a Eugenio d´Ors es cosa secundaria. La discusión sobre si D´Ors fue o no filósofo es ridícula al lado de su capacidad de trabajo filosófico. Menos todavía interesa si articuló o no un sistema coherente de pensamiento. Lo importante es su clara vocación filosófica. Su trabajo. En rigor, fue un autodidacta, como casi todos los intelectuales sobresalientes de la época, lo que supone una tremenda acusación contra el sistema pedagógico dominante en la supuesta Edad de Plata de la cultura española. Su vocación filosófica no fue disciplinada en su paso por la universidad, ni luego incorporada a los niveles docentes. Pero, y esto es lo importante, D’Ors consumió la mayor parte de su vida no en una actividad menor, como algunos dicen, la periodística, sino en pensar y filosofar en los periódicos.

Dicen en tono de reproche que su obra más ambiciosa, El secreto de la filosofía, la compuso apresuradamente en los ratos libres que le dejaba su tarea de forzado de la pluma. Malandrines críticos de la academia. ¡Qué más da las condiciones en qué hiciera su obra! La hizo y está ahí para regocijo de quien quiera enterarse de qué es filosofía española. También esos críticos de la nada, biógrafos a sueldo de premios sin prestigio, le reprochan que su obra básica, La ciencia de la cultura, viera la luz inconclusa años después de su muerte. El colmo de la desvergüenza contra D´Ors… Son incapaces de ver lo real, lo inmediato, que no dejó de trabajar ni un sólo día de su existencia para su país, para engrandecer la Nación española.

Trabajó y trabajó sin descanso casi hasta el último día de su existencia. Murió en septiembre de 1954, dos meses antes, el 8 de julio, escribió una glosa, titulada Perspectivas académicas, en el diario Arriba, que refleja no sólo su capacidad de trabajo sino el afán por seguir aprendiendo. Merece la pena leerla: "Según mis noticias, pronto va a ser instaurada, en la Universidad de Madrid, la cátedra de ´Historia de las religiones'… A mí, particularmente, semejantes cuestiones me interesan mucho; porque, sin ser, ni mucho menos, especialista, he tenido que tropezar con ellas, saliendo del punto de vista filosófico de la historia de la Cultura… En cuanto a lo genérico de la historia de las religiones, completa el ideal universitario del estudiante que hace más de cincuenta años se atrevió a pedir que se restaurase, académica pero no seminarescamente en lo exclusivo, la enseñanza de la Teología. Otra actualidad tiene dicha enseñanza, que, por excepción, no es alemana ni francesa, sino rumana, como el sabio que la propugna; y viene de los trabajos de un rumano, Mircea Eliade, verdaderamente admirable en su ciencia, sin más inconveniente que, en ocasiones, la excesiva minuciosidad erudita…".

Si alguien quiere saber de verdad sobre Eugenio d´Ors y su filosofía para aquí y ahora, yo le recomendaría, primero, leer ese extraordinario libro que es Tres horas en el museo del Prado. Ábrase por la primera página y repare el lector, ahora que estamos en abril, su extraordinario inicio:

Dulces son de dormir las mañanitas de abril, dice el dicho. Dulces de vivir también, cuando la vida no aprieta demasiado. Cuando deja, por ejemplo, tres horas completas para el goce del Arte. Ejercicio mejor, y fruición, que el sueño y que la vida.

Madrid tiene abriles exquisitos (afirmaba Octavio de Roméu que Madrid era una villa de muchos cientos de abriles de edad) y un sin par Museo… Tantas veces he asociado yo entrambos elementos de felicidad, que ya suele tentarme la inclusión de un tercer elemento: la alegría de servir de cicerone a un amigo, para una visita así, en una mañana así.

¿Al lado de estas líneas, de ese ofrecimiento de D´Ors para servirnos de cicerone por el museo más grande del mundo, de España, el rollo de un aprendiz de dictador no deja en absoluto de ser un asunto menor, pero más llevadero?

Despojémonos de nuestras vanidades estéticas, y sigamos unas horas a Xenius por el Museo del Prado. Saldremos, seguramente, de allí henchidos de una nueva sensibilidad y, seguramente, más sabios y buenos que cuando entramos. Mas si no quieren olvidar lo aprendido, salgan del Museo del Prado por la puerta de Velázquez y crucen la calle, sí, entre el Prado y el ministerio de Sanidad, hallarán un monumento, una joyita de la escultura pública de Madrid, donde podemos aprender algo de nuestra historia y, sobre todo, hallarán una síntesis filosófica insuperable de la obra de don Eugenio d´Ors: "Todo pasa: una sola cosa te será contada y es tu obra bien hecha. Noble es el que exige y hombre, tan sólo, quien cada día renueva su entusiamo, sabio, al descubrir el orden del mundo, que incluye la ironía. Padre es el responsable, y patricia la misión de servicio, la política. Debe ser católica, que es decir universal, apostólica, es decir, escogida, romana, es decir, una. Una también la cultura: estado libre de solidaridad en el espacio y de continuidad en el tiempo. Que todo lo que no es tradición, es plagio. Peca la naturaleza: son enfermizos ocio y soledad. Que cada cual cultive lo que de angélico le agracia en amistad y diálogo".

Amén.

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