
El capitalismo, como sistema económico predominante, ha experimentado numerosas transformaciones desde sus inicios. En la era contemporánea, estamos presenciando una de las mutaciones más significativas: la integración de algoritmos, inteligencia artificial (IA) y tecnologías computacionales avanzadas. Esta transformación está cambiando no solo la forma en que se realizan los negocios, sino también cómo se ejerce el poder y se distribuye la riqueza en la sociedad. Ahora bien, la mayor parte de las mutaciones en el ámbito natural son irrelevantes o perjudiciales. Sin embargo, el capitalismo es capaz de integrar dichas mutaciones con una flexibilidad que ha evitado su colapso proyectado durante decenios. A dichas mutaciones las denominaba Marx "contradicciones" y Schumpeter, "destrucción creadora". Según Marx, las supuestas contradicciones (en realidad, únicamente paradojas o lucha de contrarios) llevarían a que la suma neta en el proceso de destrucción y creación fuese negativa. Según Schumpeter, el socialismo político y el corporativismo empresarial terminarían acabando, eso sí, suavemente, con el espíritu capitalista originario. ¿Será la IA, los algoritmos y la computación la puntilla final a cuatro siglos de sociedad de mercado, eso que hemos decidido llamar "civilización"?
Un algoritmo es una secuencia de instrucciones bien definidas para realizar una tarea o resolver un problema. En el contexto del capitalismo, los algoritmos se utilizan para optimizar procesos, desde la producción hasta la distribución y el consumo de bienes y servicios. Empresas como Amazon, Google y Facebook han integrado algoritmos en sus operaciones para mejorar la eficiencia y maximizar las ganancias. Los algoritmos permiten a las empresas predecir la demanda, gestionar inventarios y optimizar rutas de distribución. Por ejemplo, Amazon utiliza algoritmos de aprendizaje automático para predecir qué productos serán populares y ajustar sus inventarios en consecuencia, minimizando costos y tiempos de entrega. En el ámbito del marketing, los algoritmos analizan grandes volúmenes de datos de consumidores para personalizar anuncios y recomendaciones de productos. Esto no solo incrementa las ventas, sino que también crea perfiles detallados de los consumidores, lo que plantea preocupaciones sobre la privacidad y el uso ético de los datos. Sin embargo, como argumenta Horwitz en El código roto. Los secretos más peligrosos de Facebook, el proceso tiene un reverso tenebroso dado que los propios ingenieros que diseñaron e implementaron su algoritmo han perdido el control sobre él, lo que hace imprevisible su reacción. Por otro lado, el ascenso de la IA hace cada vez menos relevante la participación de la IH (inteligencia humana), por lo que los seres humanos se verán sustituidos en cada vez más ámbitos de la economía y la sociedad. Lo virtual está sustituyendo a lo real. Y a muy pocos parece importarles, al estilo de lo que sucedía en La invasión de los ladrones de cuerpos.
Con IA me refiero a la capacidad de las máquinas para realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como el reconocimiento de voz, la toma de decisiones y el aprendizaje. En el capitalismo moderno, la IA se utiliza para automatizar procesos, analizar datos y tomar decisiones estratégicas. La automatización impulsada por la IA está reemplazando a los trabajadores humanos en diversas industrias. Robots y sistemas de IA pueden realizar tareas repetitivas con mayor precisión y eficiencia que los humanos, reduciendo costos laborales y aumentando la productividad. Sin embargo, esto también genera debates sobre el desempleo y la necesidad de una reestructuración del mercado laboral. Empresas de finanzas utilizan la IA para analizar mercados y tomar decisiones de inversión en fracciones de segundo. Estos algoritmos pueden procesar una cantidad enorme de datos y detectar patrones que serían imposibles de identificar para los analistas humanos. Esta capacidad de la IA para tomar decisiones rápidas y precisas está revolucionando sectores enteros, desde las finanzas hasta la salud. Según Hayek, lo que hacía indiscutiblemente superior al capitalismo sobre el socialismo es que el primero es un gestor inconsciente de información repartida entre múltiples actores. Ahora bien, ¿no puede ser la IA a partir del concepto de Big Data la que sea capaz de dar sentido a una multitud ingente de datos? En este sentido, ¿sería posible que el cibersocialismo triunfase donde fue derrotado el socialismo?
La computación en la nube permite a las empresas almacenar y procesar grandes volúmenes de datos de manera eficiente y accesible. Esta tecnología ha democratizado el acceso a recursos computacionales avanzados, permitiendo a empresas de todos los tamaños competir en un mercado global. Yanis Varoufakis, en Tecnofeudalismo, argumenta que esta accesibilidad está creando una nueva clase dominante basada en el control de datos y la capacidad computacional, lo que nos llevaría una situación anticapitalista, tecnofeudal, ya que las rentas estarían pasando a ser más importantes que los beneficios, siendo estos últimos el motor de la economía de mercado. El análisis de big data permite a las empresas extraer información valiosa de enormes conjuntos de datos. Algoritmos de aprendizaje automático analizan estos datos para predecir tendencias del mercado, comportamientos de los consumidores y oportunidades de negocio. Este enfoque predictivo está transformando la forma en que las empresas planifican sus estrategias y toman decisiones. Pero lo que hasta ahora estaba limitado al ámbito de las empresas, es susceptible de ser ampliado al ámbito de los Estados. Estaríamos viviendo un hayekiano camino a la servidumbre digital o algorítmica.
Una de las principales preocupaciones sobre estas mutaciones en el capitalismo es la creciente desigualdad. El control sobre grandes volúmenes de datos personales por parte de unas pocas corporaciones plantea serias preocupaciones éticas y de privacidad. Se cierne sobre nosotros la amenaza de un Big Brother apoyado en una Big Data. Por otro lado, estas tecnologías también abren nuevas oportunidades de innovación y crecimiento. Las startups pueden utilizar IA y computación en la nube para desarrollar productos y servicios innovadores con costos iniciales reducidos. Además, la automatización puede liberar a los trabajadores de tareas repetitivas, permitiéndoles enfocarse en actividades más creativas y de mayor valor. ¿Serán los robots los nuevos esclavos? ¿Del mismo modo que hubo una simbiosis entre sapiens y neandertales habrá otra entre humanos y robots, los cíborgs? En la evolución de la humanidad, ¿también se nos aplica a los seres humanos la categoría de "a extinguir" una vez que aparezca una nueva especie, seguramente mitad sapiens, mitad robot, capaz de dar los pasos que nosotros ni sabemos ni, al parecer, podemos dar?
Para mitigar los efectos negativos de estas tecnologías, es esencial desarrollar regulaciones que protejan los derechos de los trabajadores y la privacidad de los consumidores. Esto incluye leyes que limiten la vigilancia corporativa y garanticen el uso ético de los datos. Además, es crucial fomentar una cultura de responsabilidad y transparencia en el uso de IA y algoritmos. Es decir, tenemos que sacar de la oscuridad la figura prometeica de Walter Eucken, el gran amigo de Hayek en Friburgo, que murió demasiado joven para ver el "milagro alemán", no solo realizado en Alemania sino proyectado al futuro de Europa en forma de UE. Para Eucken, un liberal de pura cepa, la mayor amenaza contra el capitalismo provenía de los capitalistas que no estaban de acuerdo con las reglas de la competencia, sobre todo las que limitaban su poder.
En resumen, las mutaciones en el capitalismo impulsadas por algoritmos, IA y tecnologías computacionales están redefiniendo la economía global. Si bien presentan desafíos significativos, también ofrecen oportunidades sin precedentes para la innovación y el crecimiento. ¿Cuál será la suma neta, negativa como profetizó Marx o de evolución pausada como defendió Schumpeter? La clave para navegar esta transformación será equilibrar los beneficios tecnológicos con la protección de los derechos humanos y la libertad y equidad económica, en un marco de Estado de derecho. Al hacerlo, no podemos asegurar que estas mutaciones conduzcan a un futuro más justo y próspero para todos, pero sí que habremos hecho todo lo que está en nuestras manos, más cerca todavía de la mano invisible de Hayek que del guante apocalíptico a fuer de ilustrado. El combate debe seguir.