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Clásicos para adolescentes: diez novelas

Las novelas aquí propuestas tienen en común la intensidad de las emociones y el estilo como método, la insurrección moral y el desafío político.

Las novelas aquí propuestas tienen en común la intensidad de las emociones y el estilo como método, la insurrección moral y el desafío político.
Escena de No es país para viejos. | Archivo

Con la edad del Bachillerato se puede leer cualquier libro o, en cualquier caso, la decisión sobre la complejidad y la perturbación debe corresponder al joven en cuestión, con el consejo y la guía de lector experimentado que no haya perdido la sensibilidad de descubrimiento que se tiene con esta edad.

En el arco que va desde Cumbres borrascosas hasta No es país para viejos, pasando por Moby Dick o Lolita, de Dostoievski a Céline pasando por Ernst Jünger o Philip Roth, las novelas aquí propuestas tienen en común la intensidad de las emociones y el estilo como método, la insurrección moral y el desafío político. Todas ellas contribuyen a salir "out of the box" ("fuera de la caja") a ir más allá de las convenciones sociales, a plantearnos situaciones límites en las que personas concretas nos ayudan a ampliar el concepto abstracto de lo que nos hace ser humanos.

Cumbres Borrascosas (Emily Brontë, 1847)

De qué va: un niño abandonado, Heathcliff, es recogido en Cumbres borrascosas por la familia Earnshaw. El hijo mayor lo detesta desde el principio; la hija, Catherine, pasará de ser su amiga a ser su amante. Sin embargo, ella termina casándose con un rico de buena familia. Pero Heathcliff no la olvidará… Y ella tampoco.

Luis Buñuel trasladó para su adaptación cinematográfica los páramos ingleses de la novela original, azotados por la niebla y la tormenta, a los desiertos mexicanos devastados por el ciego sol y la dura arena. Pero el resultado es el mismo: dos pasiones llevadas al límite, la de Heathcliff por Catherine y la de Catherine por Heathcliff, hasta tal punto que se intercambian la identidad y la muerte no es suficiente para separarlos, mucho menos las convenciones sociales y los intereses creados. Cuando el amor se convierte en algo sublime y, por ello mismo, terrible. Asomarse al deseo de Heathcliff y Catherine es como contemplar un abismo desde el borde del precipicio. Abstenerse los que sufran de vértigo moral y sean propensos a los ataques al corazón.

Moby Dick (Herman Melville, 1851)

De qué va: Ismael es el marinero que zarpa a bordo del ballenero Pequod a la caza de Moby Dick en una misión de venganza del capitán del navío, Ahab.

Entre Job y Jonás, en el Antiguo Testamento podría estar perfectamente un libro como Moby Dick. Si a Job lo persigue una maldición y a Jonás se lo traga una ballena, el protagonista de la novela de Melville, el capitán Ahab, no les va a la zaga en cuanto a maldición y ballenas. Como en el caso de Brontë, no está claro cuál es el mensaje de Melville. Lo que evidencia una vez más que la gran literatura no consiste en una banal educación para la ciudadanía, sino que un libro debe ser la llama que incendie el bosque oscuro dentro de nosotros. Gran novela de caballerías solo que los caballeros son vulgares y plebeyos marinos habituados a las blasfemias y al ron que no sueñan con liberar a una damisela en apuros ni desfacer entuertos sino tratar de sobrevivir matando a una ballena blanca tan grande como asesina.

Los hermanos Karamazov (Fiódor Dostoievski, 1880)

De qué va: aparece asesinado el patriarca de los Karamazov, Fyodor, un tipo despótico al que más de uno deseaba ver muerto. Sus hijos son los principales sospechosos: el casi santo Aliosha, el ateo torturado Iván y el libertino Dimitri. Entre discusiones filosóficas sobre la existencia de Dios y el libre albedrío, entre vodka, prostitutas y santones, la investigación finalmente resuelve lo que todos esperaban pero para sorpresa de todos.

En una ocasión, durante la Rusia zarista, condenaron a Dostoievski a ser fusilado por actividades subversivas. Lo pusieron delante de un pelotón que disparó. Sin embargo, era todo un simulacro y el castigo consistía en asustarlo. Es inimaginable la angustia del que van a fusilar. También la sensación de irrealidad del que sobrevive. Angustia e irrealidad pueblan las novelas de Dostoievski, cuya intensidad trágica lo emparenta con Sófocles y con Shakespeare. Los tres hermanos Karamazov, el santo, el libertino y el atormentado, constituyen la Santísima Trinidad del propio alma de Dostoievski, que a través de una novela negra clásica, ¿quién es el asesino?, escribe un tratado de metafísica y ética al modo estético.

Sobre los acantilados de mármol (Ernst Jünger, 1939)

De qué va: la Marina es un tranquilo y civilizado país dedicado al cultivo del trigo y de la vid en el que se disfruta de una vida tan plena como satisfactoria. Pero a su vera se extienden unos bosques donde vive el Gran Guardabosques, un guerrero implacable y cruel como sus perros.

Tan corta como intensa, Jünger no hizo sino confirmar con esta novela su gran talento literario. Famoso tanto por sus habilidades guerreras, tenía la Cruz de Hierro por sus acciones durante la I Guerra Mundial, como por sus atributos intelectuales, había escrito memorias, ensayos y novelas para aquel entonces, Jünger se volvió a poner una vez más en el peligro que tanto amaba porque muchos interpretaron que con que el Gran Guardabosque se estaba refiriendo al mismísimo Hitler, el cual, sin embargo, ordenó que no le tocasen ni un pelo. Con su prosa tersa, metáforas luminosas y atmósfera mágica, Sobre los acantilados de mármol tiene tanto de reminiscencia pasada, de la Ilíada a Orlando Furioso, como de advertencia sobre el futuro, sobre todo ahora que somos más que nunca una tierra de trigo y vid rodeados de bosques y desiertos, de dictadores de la tundra y del desierto.

Lolita (Vladimir Nabokov, 1955)

De qué va: un monstruo pederasta, valga la redundancia, Humbert Humbert, persigue a una niña, Dolores Haze (Lolita) por una red de moteles en los Estados Unidos.

Una pasión enfermiza y una inocencia descarada se combinan para crear una nueva versión de los cuentos de terror góticos en el que el lobo feroz tiene la apariencia de atildados profesores de lengua y literatura en colleges norteamericanos, mientras que Caperucita Roja lucha por sobrevivir haciéndose pasar por Alicia en el País de las Infamias.

Crónica de una muerte anunciada (García Márquez, 1981)

De qué va: los hermanos Vicario buscan a Santiago Nasar para matarlo para resguardar el honor de la familia porque mancilló a su hermana.

Clásico instantáneo, fue publicada en 1981 y a su autor le dieron el Nobel de Literatura en 1982. Relato corto en el que el suspense no reside en el desenlace fatal, sino en cómo se articula este relato de venganza como si fuese una retransmisión televisada que nos permite seguir paso a paso un destino irremediable entre los sentimientos contrarios de la fascinación del morbo, la indignación por el crimen y la satisfacción del castigo. García Márquez combina en un solo relato la austeridad formal de El coronel no tiene quién le escriba con la voluptuosidad pasional que desbordaba en Cien años de soledad.

Desgracia (John Coetzee, 1999)

De qué va: David Lurie es un profesor sudafricano (blanco) de poesía romántica inglesa que se ve obligado a dejar sus clases y su hogar por varios líos de faldas, por decirlo suavemente. Se refugia en la finca de su hija Lucy, donde trabaja cuidando perros. La finca es asaltada por unos ladrones (negros) que violan a Lucy y lo queman a él. Pero Lucy se niega a denunciarlos.

Hay novelas que se leen de un tirón porque son entretenidas aunque no tienen mucha sustancia. Hay novelas que son difíciles de leer porque no son nada entretenidas pero tienen mucha sustancia. También hay novelas que son difíciles de leer porque no son nada entretenidas y, encima, no tienen mucha sustancia. Finalmente, hay novelas que son fáciles de leer porque son muy entretenidas y, miel sobre hojuelas, tienen mucha sustancia. Qué es esa cosa llamada "sustancia" en el arte lo dejaremos para otra ocasión. Lo que no cabe duda es que Desgracia, la obra maestra del sudafricano (blanco) John Coetzee, es tan endiabladamente entretenida, carne de best seller, como divinamente profunda, pasto de académicos. O al revés.

La mancha humana (Philip Roth, 2000)

De qué va: Coleman Silk, profesor y decano de la facultad del Athena College, es acusado de racismo por un alumno negro que se ha sentido ofendido porque Silk, en vista de sus repetidas faltas, se ha referido a él, sin saber que era negro, como "puro humo". A su mujer, el proceso contra Silk la lleva a sufrir un ataque al corazón. ¿Es Silk un racista o una víctima de los victimistas?

¿Quién es usted, estimado lector? Tiene usted una proyección pública de su identidad, ¿pero hasta qué punto se corresponde con la identidad real que no conoce nadie, ni siquiera, en el fondo, usted mismo? La mancha humana es una novela que investiga cómo el contexto social en el que vivimos condiciona nuestra identidad personal hasta el punto de deformarla. O de hacernos vivir dobles, triples… identidades. Somos los que somos, lo que parecemos ser y lo que nos gustaría ser. En la mayor parte de los casos, el conflicto entre los tres niveles conduce a una más o menos grave neurosis. En el caso que nos ocupa, a la tragedia.

Plataforma (Michel Houllebecq, 2001)

De qué va: Michel es un funcionario gris. Valérie es una emprendedora agente turística. Sus destinos se entrelazan en el amor pero también en los negocios cuando Michel le sugiere a Valérie que el futuro de los viajes pasa por el turismo sexual. Amor y sexo, trabajo y dinero, la vida les sonríe a Michel y Valérie pero el islamismo siempre tiene el ceño fruncido.

¿Puede ser sórdida una gran historia de amor? Plataforma no solo es sórdida y romántica, sino también tierna. Y finalmente, cruel. Posee, como diría un crítico gastronómico, diversas texturas. A veces, rugosa; en ocasiones, fresca; casi siempre, divertida. Triste y nihilista como la filosofía de Schopenhauer, invoca, sin embargo, a vivir la vida como si cada día fuera el último día porque somos frágiles, dolientes y apesadumbrados. Aunque, a pesar de todo, y durante un ratito podemos llegar a ser felices.

No es país para viejos (Cormac McCarthy, 2006)

De qué va: Cazadores, veteranos del Vietnam, psicópatas, sheriffs y narcos se lanzan en una carrera competitiva de exterminio en pos de dos millones de dólares,

Si Proust es el rey de las frases largas como un día sin pan, McCarthy le disputa el cetro a Hemingway de soberano de la frase corta. Dura como una bala y rápida como otra bala, No es país para viejos combina el lirismo con el salvajismo como si Bukowski se hubiese puesto a escribir al alimón con Faulkner. La película de los hermanos Cohen está a la altura del desafío, pero, aun con todo, la novela sigue siendo mejor.

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