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Agapito Maestre

Miguel de Unamuno, de la pluma a la política

Don Miguel, en plena guerra (in)civil española, observa que no es, o mejor, que no vale la noción de sentimiento trágico para estudiar al pueblo español.

Don Miguel, en plena guerra (in)civil española, observa que no es, o mejor, que no vale la noción de sentimiento trágico para estudiar al pueblo español.
Miguel de Unamuno | Cordon Press

El matrimonio Rabaté es responsable de la exposición sobre Unamuno y la política, de la pluma a la política, en la Biblioteca Nacional de España. Tiene esta pareja cierto prestigio en el mundo de la filología entre los hispanistas franceses por sus libros sobre Unamuno. Sin embargo, disiento de algunos pormenores acerca de esta exposición. Esas deficiencias reflejan una interpretación muy desacertada de la obra y la vida del sabio Unamuno. Su figura queda, sin duda alguna, desfigurada. Me parece muy desacertada la interpretación del último texto escrito por el filósofo Miguel de Unamuno y Jugo. Esta obra estuvo custodiada por sus familiares durante cincuenta y cinco años. Fue publicada por primera vez en 1991 por la Editorial Alianza y, en 2019, la Editorial Pre-Textos publicó una nueva edición a cargo de los Rabaté, quienes según mi parecer destrozan la esencia de este grandísimo texto de don Miguel. Un destrozo que aparece perfectamente reflejado en esta exposición de la Biblioteca Nacional. Toda la ciencia filológica de este matrimonio de hispanistas franceses ha sido vencida por sus propios prejuicios ideológicos. Sin encomendarse a Dios ni al diablo, afirman categóricamente en la página 23 de su introducción al celebérrimo texto de Unamuno, titulado El resentimiento trágico de la vida, que es la prueba fundamental de "su rechazo definitivo del bando nacional".

Por Dios bendito, retire el editor, o quien sea, esa frase que afea y desmerece todo el trabajo de acercamiento a un texto, sin duda alguna, grandioso, porque el propio don Miguel pone en cuestión su entera filosofía sobre el sentimiento trágico de la vida y de los hombres de los pueblos de España. La guerra civil española es la principal prueba del error clave de Unamuno a la hora de hablar de España y de los españoles. Resulta estremecedor leer estas notas para lo que podría haber sido una gran obra si la muerte no le hubiera sobrevenido de repente, entre otros motivos, porque nos muestra a corazón abierto su falta, su límite intelectual, a la hora de juzgar a unos y otros, a los salvajes nacionales y a la fieras republicanas. Llega tarde, vendría a reprocharse el propio Unamuno, para denunciar el suicidio de España.

No hace falta ser muy versado en la obra de Unamuno para saber que la noción de resentimiento —odio extremo al prójimo, ira y rabia contra el adversario, incluso odio a sí mismo por no envidiar la excelencia del otro, el resentimiento es algo más que bárbaro, salvaje— puesta en boca de Unamuno no puede ser otra cosa que una autocrítica a su entera obra. Sí, don Miguel en plena guerra (in)civil española observa que no es, o mejor, que no vale la noción de sentimiento trágico para estudiar al pueblo español. La gran categoría de la filosofía de Unamuno, su invento, fundamento y desarrollo no sirve para entender cómo se matan los españoles entre ellos. Es menester recurrir a otro término, a otra idea, en fin, a otra filosofía más radical y universal: el resentimiento trágico de la vida de los españoles, de todos los españoles, sin exclusión alguna. Ahí reside la grandeza del filósofo. Su autocrítica es radical y válida para todos los españoles. La esencia de su nueva filosofía, la expresada en la idea de resentimiento, pone en cuestión toda su obra anterior. ¡Cómo no reconocer que este es el otro gran drama de Unamuno! Su particular tragedia. La guerra civil española pone en cuestión toda su filosofía. Todos los españoles, los de la derecha y los de la izquierda, los del bando nacional y los del republicanos, todos sin excepción alguna están picados por el resentimiento trágico, criminal, de la vida española.

He ahí, según mi parecer, la esencia del contenido de este texto genial, extremo y extraordinario, de Miguel de Unamuno. Es una crítica radical a una de las filosofías más grandes de la España contemporánea, la suya propia; por eso, precisamente, es un atentado intelectual a esa autocrítica del filósofo afirmar, como hace este matrimonio de filólogos franceses, lo siguiente: "El texto (…), entre accesos de desesperación y de resignación, de vehemencia y de arrepentimiento, en que apenas se adivina un eco del sonado enfrentamiento del 12 de octubre, estas cuartillas constituyen una clave esencial para entender la postura final del viejo catedrático acerca del conflicto y su rechazo definitivo del bando nacional". No, no y no. Unamuno, en vísperas de su muerte, renuncia, rectifica y corrige la versión de las dos Españas para escribir en estas amargas notas de El resentimiento trágico de la vida que se trata de una sola España: "No son unos españoles contra otros —no hay anti España—, sino toda España, una, contra sí misma. Suicidio colectivo". Consecuencia última del resentimiento sobre el que se asienta la vida de los españoles. Es una sola España, insiste Unamuno, que se suicida.

Exactamente ese espíritu trágico es el que falta en la exposición de Unamuno y la política en la Biblioteca Nacional. La baja, casi gélida, temperatura de la sala compite con la frialdad de la muestra. Los comisarios actúan como forenses despedazando un cadáver. Fuera aparte el enorme retrato del fundador del PSOE, Pablo Iglesias Posse, que uno se encuentra en el inicio de la muestra, o una fotografía de María Zambrano puesta con calzador para ilustrar una cuestión menor; tampoco pretendo hacer carne de crítica la mala fe que contiene la última ficha que acompaña la fotografía de la Comitiva fúnebre con los restos de Miguel de Unamuno, el 1 de enero de 1937, que dice textualmente: "31 de diciembre de 1936: durante la visita del falangista Bartolomé Aragón muere de repente el viejo catedrático en circunstancias enigmáticas". Sí, dejan caer la duda sobre la muerte de don Miguel… así son los burócratas comisarios de la exposición al servicio del patrón socialista-comunista. En fin, si dejamos fuera de comentario esas medias verdades, que es la mejor manera de mentir sobre la vida y obra de uno de los escritores más grandes de España, el resto de materiales, documentación, fotografías y otras explicaciones están dentro de la corrección política.

Eso sí, faltan algunos asuntos a mi juicio centrales para comprender la aportación y, seguramente, también algunos de los errores cometidos por don Miguel, para el crecimiento moral y político tanto de la República de las Letras como de la República Política. Mencionaré solo un aspecto, a saber, sobre la relación de Unamuno con Ortega y Gasset, especialmente referida al período de la Dictadura de Primo de Rivera, apenas si se toca con un poco de sindéresis intelectual, es decir, no se hacen cargo de una de las obras mayores de Miguel de Unamuno para saber cuáles son los vínculos entre la literatura y la política, entre la filosofía y la acción política, en fin, entre el mundo de las ideas, en la República de las Letras, y la acción política. Está despreciándose, en efecto, una obra mayor de Unamuno, Cómo se hace una novela, no sólo para entender la estrecha relación que establece el novelista entre la literatura y la política, "de la pluma a la política", sino también para estudiar la conflictiva relación de Unamuno con Ortega por su comportamiento ante la dictadura de Primo de Rivera.

Unamuno fue perseguido por el dictador y, aunque pronto fue amnistiado, se exilió, mientras que otros se quedaron. La crítica seria de la obra de Unamuno vio, hace mucho tiempo, en esta novela unas alusiones directas y claras a Ortega. Unamuno estaba criticando no sólo los deslindes teóricos de Ortega sobre el ámbito de la literatura y la política, que lleva a cabo en Ideas sobre la novela, sino su actitud "pasiva" o "indolente" con la dictadura. Aquí les dejo el duro texto de Unamuno, en Cómo se hace una novela, contra los tibios filósofos que "criticaron" a Primo. Después de hacer una cita de Mazzini contra los intelectuales por antonomasia, los técnicos, los sabios, los filósofos, que termina con : "¡Que la maldición de mi patria, de la que ha de surgir en el porvenir, caiga sobre ellos!", escribe Unamuno: "¡Así sea! Así sea digo yo de los sabios, de los filósofos que se alimentan en España y de España, de los que no quieren gritos, de los que quieren que se reciba sonriendo los escupitajos de los viles, de los que más que viles, de los que se preguntan qué es lo que se va a hacer de la libertad. ¿Ellos? Ellos… venderla.. ¡Prostituto!".

No sé el alcance de esa discusión, ni entro en juzgar que razones asistían a unos y otros, pero es obvio que en una exposición sobre la política en Unamuno este asunto debería haber sido tratado con especial digilencia. Pero, seamos sinceros, creo que a la exposición le sobra didactismo, o peor, directrices ideológicas, y le falta Poesía. Está ausente la idea que presidió la obra entera, incluida la política, del filósofo Miguel de Unamuno, a saber: la poesía eleva a los hombres sobre las amarguras de la vida. Esta lección la aprendió de su maestro Menéndez Pelayo. Y Antonio Machado la sintetizó es su Unamuno, político: "Mal puede el hombre invocar sus derechos sin una previa conciencia de su hombría. La ingente labor política de Unamuno consiste en alumbrar esta conciencia, con su palabra y con su ejemplo, en las entrañas de su pueblo".

En esa sala fría de la Biblioteca Nacional faltan, sí, poemas como éste:

Tus engaños no historíes,

que con ello te desdoras;

nadie te cree si te ríes,

muchos menos si te lloras.

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