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Agapito Maestre

EEUU en el libro de J. D. Vance

Después de leer el libro de Vance, creo que Trump ha dado una prueba más de su inteligencia al elegirlo para que lo acompañe como vicepresidente.

Después de leer el libro de Vance, creo que Trump ha dado una prueba más de su inteligencia al elegirlo para que lo acompañe como vicepresidente.
Trump reapareció en Milwaukee con un vendaje y presentó como candidato a vicepresidente a JD Vance. | EFE

Gracias a Trump me he acercado a un magnífico libro de literatura. Lo destaco, porque es cosa rara que la decisión de un político, aunque sea de modo indirecto, estimule la lectura de libros decentes. Nunca habría leído Hillbilly, una elegía rural (Editorial Deusto), si Trump, candidato a la presidencia de los EE.UU. por el Partido Republicano, no hubiera elegido a su autor, J. D. Vance, como candidato a la vicepresidencia en su boleto electoral del próximo mes de noviembre. Gran respeto tengo por las personas que me habían hablado muy bien de este libro, entre los que se cuentan columnistas de este periódico, pero no consiguieron abrirme la puerta para iniciar su lectura.

Me lo presentaban como un libro de carácter ideológico. Quizá la recomendación era buena, pero mis prejuicios, mi rechazo tozudo, a veces obtuso, a leer cierta literatura política, o de tendencia partidista, me impedía leerlo. Asociaba erróneamente esta obra a uno de eso libracos que publican los politicastros en campaña electoral. Creía que era un bestseller, publicado en el último tramo de la presidencia de Obama, que lloraba los dramas de un grupo social blanco de los Estados medios de EE.UU, golpeado por la crisis económica, con el fin de conseguir votos para el Partido Demócrata. Tampoco he visto la película de Ron Howard basada en la historia real que cuenta Vance, porque vivo, casi como en el neolítico, sin ver la televisión y, naturalmente, sin Netflix… Me inventé, sí, mil subterfugios para no tomarme el trabajo de leerlo. Pero ahora, ante la reciente decisión de Trump, no pude resistir su lectura.

Sigo, desde hace años, tanto la trayectoria política de Trump como la de sus críticos, y siempre he considerado a Trump infinitamente más inteligente que a la inmensa mayoría de sus detractores. Después de leer el libro de Vance, creo que Trump ha dado una prueba más de su inteligencia al elegirlo para que lo acompañe, nada más y nada menos, que como vicepresidente en su candidatura. Estoy convencido de que una parte importante de su decisión está fundamentada en el libro, el único libro, que ha escrito Vance, cuyo subtítulo es Memorias de una familia y una cultura en crisis. El autor es un hombre joven. A través de la narración de su vida trata de combatir los demonios familiares que le han perseguido desde la infancia hasta la edad adulta. La escritura es buena terapia para combatir enfermedades complejas del alma. ¡Literatura de autoayuda! Sin duda. El libro de Vance es la prueba.

Cuenta el candidato a la vicepresidencia de los Estados Unidos su orígenes sociales y familiares más directos. Sus raíces están en una familia de "hillbillies" de los montes Apalaches. Traducido en corto y por derecho, son los "paletos blancos" del Este de Estados Unidos, de una zona montañosa y rural (abarca partes de Kentucky, Tennessee, Virginia, West Virginia y Carolina del Norte, entre otras). Este grupo social tiene una larga historia de precariedad económica, social y cultural, pero, por otro lado, siempre fue visto como una divisa del espíritu más aguerrido e indómito de los primeros pobladores de Estados Unidos. Para los refinados de Nueva York y San Francisco es obvio que su exagerado casticismo no casa bien con las sociedades liquidas de la posverdad. Pero nadie puede dejar de verlos como emblemas y a la vez como su mayor vergüenza. A pesar de sus problemas de adaptación, en Ohio tuvieron momentos de gloria al resguardo de la industria del acero que daba numerosos puestos de trabajo y muy bien retribuidos. Alcanzaron una calidad de vida muy respetable entre la llamada clase media industrial. Pero, cuando llegó la crisis económica a ellos les afectó quizá más que a otros porque arrastraban problemas de corte moral y social más agudos que otros grupos sociales… Los abuelos de Vance se casaron siendo adolescentes porque ella se quedó embarazada en los años cuarenta, pero al abandonar su pueblo de Kentucky e instalarse en Ohio hallaron una vida mejor… en ese ambiente de precariedad social era casi habitual que los padres abandonaran a sus hijos, ellos iban generalmente armados y sus códigos de honor eran disparatados… Todo de película, pero, como la vida misma, real. Sí, en ese ambiente creció el narrador, J.D. Vance, el candidato a la vicepresidencia de EEUU, que tuvo que luchar hasta por su nombre, porque su madre se lo cambiaba en función del marido que en cada momento tuviese…

Todo eso y mil otras desventuras cuenta Vance en su libro, en primer lugar, para saber quién es y dónde va, o mejor, para curarse de sus mil traumas. Pero nadie crea que es un libro de autoayuda al uso, o sea de recetas simples para sociedades emasculadas; al contrario, la descripción y el diagnóstico de la enfermedad es de tal envergadura que, lejos de proponernos soluciones fáciles, pareciera que todas sus alternativas nos conducen a callejones sin salida. El dramatismo de la narración nos hace sentir, tocar con la yema de los dedos, que la crítica al individuo es inseparable de la crítica a la sociedad. Esta narración nos enseña que son una y la misma cosa. Se cuestiona al individuo a través de la crítica social y viceversa. En este libro no se salva nadie de su zarandeo, pero lo hace con tal discreción literaria, o sea sin autoengaños, que los zarandeados, entre ellos quienes leemos el libro, asumen inmediatamente la responsabilidad de los fracasos de la sociedad que son, naturalmente, los suyos propios. Ahí reside la fuerza de la literatura sobre la filosofía: hace concreto y visible "ideas" abstractas.

Es difícil hallar un mural de los vicios y las virtudes de los EE.UU, o sea del primer representante de la civilización occidental, más sincero y personal que el pintado por Vance en este libro. ¿Describe Vance una sociedad en descomposición? Sin duda. Pero mentiríamos gravemente si a continuación no mostrásemos, y esta es otra gran aportación del libro, que Vance es un discípulo aventajado, aunque él no lo sepa, de Hölderlin: "Allí donde está el peligro, también se halla la salvación". Un grupo amplio de la clase trabajadora blanca norteamericana, como la del resto del mundo libre, está en peligro, pero su salvación está en el reconocimiento de sus culpas. Pero esto es sólo una derivada del libro, porque Hillbilly, una elegía rural es, antes que nada, una obra literaria. Una joya.

Les exhorto a su lectura por su forma, contenido y estilo. La amenidad de su escritura compite con cualquier novela entretenida de Saúl Bellow. Su contenido es, en mi opinión, capital para entender la crisis profunda de las sociedades occidentales en el orden de la familia, la religión, la educación, el Estado y, sobre todo, de la crucial manera de entender el individuo su libertad para condenarse o liberarse. Y, finalmente, el estilo —comprendiendo bajo esta palabra, como diría el inventor de la crítica literaria en España, todo el desarrollo mórfico necesario para que una concepción artística deje de ser idea pura— nos atrapa desde las primeras páginas; sí, uno puede pretender ver toda la sociedad americana a través de la descripción de un determinado grupo social ("idea pura"), pero llevarlo a cabo exige, aparte de mucho trabajo con las palabras y su colocación, mucha sinceridad, verdad y autenticidad por parte del narrador, además de tener la suerte de estar bien asesorado por un gran equipo editorial, algo que agradece con generosidad el autor al final del libro. Conviene repetirlo: estamos ante una obra de literatura. Un milagro. Su lectura me ha recordado páginas inolvidables de Paul Auster sobre la familia norteamericana, imágenes de películas de Clint Eastwood, algunos personajes de las novelas de Baroja y, por supuesto, la gran literatura "realista" española a la hora de describir las miserias y las grandezas de grupos sociales en crisis… La literatura, concebida como racionalidad pública, supera la cultura del especialista y, por supuesto, es infinitamente más rica y profunda que las ciencias sociales para penetrar el alma de los individuos en su entorno…

Sí, sí, se puede ser muy privatista, individualista y liberal, e incluso defender la soledad individual hasta la misantropía y por encima de cualquier tipo de comunitarismo, pero nadie, como diría Pedro de Tena, puede negar su origen, su madre… Somos individuos imposibles de vivir con dignidad sin los otros, en primer lugar, sin la familia… Y para entender eso, el drama del individuo en su grupo social, ningún saber, ninguna creación artística, supera al de la escritura, al de la palabra literaria, que es a la vez objeto (cosa) —una palabra designa una cosa— e instrumento ("máquina") para hacer casi desaparecer las palabras y poner de relieve sólo lo convocado por ellas. Lo designado por el "texto", cerrado sobre sí mismo, es más importante que el propio "texto". Las palabras tienden a desaparecer en el libro de Vance, pero nos queda, insisto, lo convocado por ellas. Las palabras no ahogan lo que ellas llevan adentro. Es un libro imprescindible, un "texto" abierto, para entender los problemas estructurales de la sociedad no sólo de EE.UU., sino también de la entera sociedad occidental. La realidad, en efecto, rebasa al escritor. Éste no deja de ser nunca un fragmento de aquella. La obra consigue que seamos antes acompañantes, camaradas y amigos de los protagonistas, empezando por el narrador y autor, que meros espectadores de una tragedia que sólo de modo lejano e indirecto nos afecta.

Mil lecturas pueden hacerse de esta obra, salvo clasificarla como literatura de tendencia política. Es un libro de literatura que mueve vísceras y hace pensar. Su lectura conmueve. Nos hace ponernos en la piel del niño, del joven, del adulto, o sea del narrador principal. Crecemos moral e intelectualmente con el autor. Y, a veces, también nos derrumbamos. Afectos y pensamientos caminan juntos en su lectura. Otra cosa es el uso partidista que se haga de una obra que muestra las contradicciones culturales, políticas y morales de un grupo social determinado y la imposibilidad de resolverlas desde el Estado. Se trata, en principio, de contradicciones muy específicas de un grupo social de EE.UU., pero, y quizá aquí resida la mayor sutileza del libro, se extiende a toda la sociedad de EE.UU. y, naturalmente, al resto de Occidente. Si las obras literarias son capaces de tratar problemas universales desde una situación concreta, pueblo, país, ciudad, o de un grupo social determinado, entonces este libro forma parte de la mejor literatura. El escenario local, los inmensos Apalaches y la devastación industrial que ha vivido y sigue viviendo el Cinturón del Óxido, "del este de Kentucky al sudoeste de Ohio", se hace universal por el arte de la escritura.

A través de la descripción de usos y costumbres de un grupo social concreto, se muestran contradicciones universales y respuestas, en cierto sentido soluciones, no menos universales y radicales. Por eso, me parece una ingenuidad sociológica decir que esta obra solo provoca preguntas sin respuestas. Falso. Esta obra, conmovedora hasta provocar el llanto en algunas descripciones de las calamidades que sufre el protagonista, como niño, adolescente, soldado y estudiante universitario, nos da cien alternativas para salir adelante. Hay una por encima de todas en la que conviene detenerse, porque pudiera quedar oculta en el relato dramático del protagonista. Aparece insistentemente a lo largo de todo el libro. Está por todas partes. Elijo solo una cita de la conclusión para comentarla. Se refiere a cuál es la salida para los individuos que forman parte de los grupos sociales, como los hillbilly, que se quedan estancados entre la pobreza y el resentimiento: "No necesitamos vivir como las élites de California, Nueva York o Washington. No necesitamos trabajar cien horas a la semana en bufetes de abogados y bancos de inversión. No necesitamos socializarnos en cócteles (…). No sé cuál es la respuesta exacta, pero sé que empieza cuando dejamos de culpar a Obama o a Bush o a empresas sin rostro y nos preguntamos qué podemos hacer nosotros para mejorar las cosas"1(pág. 249). El autor no hace sólo una apelación, más o menos retórica, a la inserción social y movilidad social ascendente a través de la educación y el esfuerzo continuado, que sin duda alguna también lo es, sino que se refiere a algo más profundo que toca a todo el individuo, a su estructura de personalidad, se llama voluntad. Voluntad de ser.

En efecto, solo la voluntad del individuo puede acabar con las posiciones de evasión de la realidad que, cómo negarlo, ha contribuido a desarrollar la propia sociedad. La fantasía quimérica, el temor del perplejo y las tristezas del autista que vive mirándose el ombligo de sus desventuras solo tienen una salida: voluntad individual. Este libro narra autoengaños y fantasías ridículas a ciento, se nos presentan tipos perplejos llenos de angustia y temerosos; y, por supuesto, se evocan una y otra vez abatimientos desgraciados por el origen social, de clase social, por formas de vida, o mejor dicho, por usos y costumbres periclitados o a punto de desaparecer. Pero, ojo, al lado de esos relatos, o mejor, como la otra cara de la moneda, se nos muestran sus emancipadores valores como el de la lealtad, la teología sencilla de haz el bien y evita el mal, y sobre todo el orgullo de percibirse como seres libres. "Su primer orgullo es su libertad, aunque sea la libertad para arruinarse la vida".

Pues sí, al final, estas memorias afectivas, exasperantes y duras de una familia al borde siempre del abismo son de alguien que nos muestra el triunfo de la voluntad. Representan algo más que una historia de superación personal dentro de una familia disfuncional de la clase trabajadora de la América profunda. El relato de las cuitas, aflicciones y trabajos de un joven norteamericano de raza blanca y clase social pobre trasciende cualquier contexto social, político y cultural. Muestran a un ser humano que, a pesar de las adversidades familiares y sociales, ha logrado el sueño americano. Y, de paso, sin pretender ser un libro de autoayuda, o de prédicas morales y políticas, nos hacer sentir el poder emancipador de la religión, la familia, el ejército, la sociedad civil y, falso sería ocultarlo, el Estado. La elegía, el poema triste y tierno sobre los hillbilly que vertebra el libro, termina en un canto épico de la gran epopeya de los EE.UU., en verdad, de Occidente, en su lucha por la libertad. Por seguir caminando erguidos. Así lo veo yo.

En España, por fortuna, se han hecho algunas lecturas muy interesantes de este libro, pero yo me quedo con la de Pedro de Tena en este periódico: "Lo importante es que junto a Trump y sin figura alguna alternativa entre los demócratas, la sorpresa y la novedad es la de J.D. Vance, un chico pobre de los Apalaches de Kentucky que, pese a su dolorosa familia, su madre drogadicta, sus horizontes mínimos y su aparente destino de pobre continuador de generaciones de pobres blancos, lograba liberarse de la condena y erigirse en una persona diferente a lo previsto. Atreverse a ser uno mismo consiste en no resignarse a que otros diseñen tu vida y tus límites". Vance no es, en efecto, Trump, pero se parecen mucho a la hora de mostrar coraje personal y nacional, que no debieran confundirse ni con una enconada defensa de posiciones morales conservadoras ni con un populismo económico antiliberal. Ellos no juegan en esa liga amañada de conservadores o liberales. Ellos han superado ese falso dilema. Los dos actualizan a lo grande las categorías del sueño americano. Ahí residen sus principales semejanzas. No hallaremos una figura mejor que Vance como encarnación del sueño americano: ha nacido y se ha criado en la pobreza, pero consiguió salir adelante, defendió a su país en Irak, se graduó en Derecho en Yale, y tras un periodo trabajando en una empresa de capital riesgo, ha fundado una organización que lucha contra la adicción a los opiáceos, y pronto, con cuarenta años, podría convertirse en vicepresidente de Estados Unidos. Pero tampoco Trump se queda atrás, comparado con Vance, en su fuerza de voluntad, sacrificio y capacidad de levantarse de mil golpes que ha sufrido en el ámbito de los negocios y de la política, incluso ha tenido que soportar un atentado que le podía haber costado la vida. Respecto a la política exterior también son muy parecidos, porque no creo que estén dispuestos a hacer negocios con la sangre de terceros; a pesar del aislacionismo por el que son criticados, creo que nunca hubieran pactado, como ha hecho Biden, con dictadores como Putin y Xi Jinping; nunca hubieran entregado armamento viejo a Ucrania para defenderse de la invasión rusa y, por supuesto, jamás habrían puesto un avión a disposición de Zelenski para que huyera del país y facilitara el expansionismo del dictador Putin.

Así pues, tiendo a relativizar la afirmación de que "la historia de Trump y la de Vance son lo más opuestas que pueden ser las historias de dos hombres blancos." La superficie que uno y otro pisan están en las antípodas. También los contextos, las circunstancias, en las que se desenvuelven sus vidas son muy diferentes, pero el fondo de la historia de estos dos hombres es casi idéntica: la superación constante del hombre por ser mejor en todos los ámbitos.


1 VANCE, J.D.: Hillbilly, una elegía rural, trad. de Ramón González Ferriz. Deusto, Barcelona, 2017, pág. 249.

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