
Cuando yo era un niño, unos de los ejercicios habituales para superar dificultades del habla era repetir: "El cielo está emborregado. ¿Quién lo desemborregará? El desemborregador que lo desemborregue, buen desemborregador será". Ahora, para acabar con el martirio español, me digo una y otra vez: "El gobierno está enfangado. ¿Quién lo desenfangará? El desenfangador que lo desenfangue, buen desenfangador será". Lo digo, pero sin demasiada esperanza porque, como intuyó Luis Cernuda, el poder tiene sus "manos de fango".
Hasta sobre el origen de la expresión "la máquina del fango" se ha vertido cieno, barro, lodo, limo. Se ha dicho que quien habló por vez primera de esa máquina fue Umberto Eco en un libro titulado Número Zero (Cero en español). Eso es rigurosamente falso porque esa novela se publicó en 2015 y no menciona ni una vez la expresión "máquina del fango" y sólo una vez registra la palabra "fango". La novela, cierto, se refiere a quienes utilizan el fango para desacreditar al adversario.
El primer autor, italiano también, que escribió un artículo con el título "La máquina del fango", que hayamos podido comprobar, fue el periodista e investigador Roberto Saviano. Se publicó en El País el 30 de enero de 2011 y su primera referencia intelectual era 1984 de Georges Orwell, una sistemática exposición de la imponente máquina de censura y fango que erigió el Gran Hermano comunista para anular a cualquier oposición, impedir las libertades y apuntalarse en el poder.
Saviano, que está amenazado por diversos poderes criminales por sus indagaciones sobre drogas, terrorismo y demás peligros, en ningún momento se refiere a fango alguno procedente de la sociedad, de la oposición política ni de la judicatura ni de los medios de comunicación. Se refiere justamente a la máquina de fango puesta en marcha por un gobierno. Lean lo que escribió:
"Porque como siempre ocurre, el fango y la censura llegan y la máquina del fango escupe contra todo aquel al que el Gobierno considere enemigo. La libre circulación de ideas constituye la base de nuestra constitución y es lo mínimo para cualquier democracia que pueda considerarse realizada". Se refiere, pues, al gobierno (en este caso, el de Berlusconi), no a la oposición, ni a los periodistas, ni a los jueces, ni a los influencers, ni a los blogueros, ni a los policías...
Umberto Eco, en su libro citado, que contiene en su título dos ceros menos que otro escrito por Saviano, Cero, Cero, Cero, en ninguna de sus páginas se refiere a la máquina del fango como hemos adelantado. La expresión sí aparece al comienzo del texto preliminar con el que la editorial italiana Romanzo Bompiani presenta el contenido: "Una redazione raccogliticcia che prepara un quotidiano destinato, più che all’informazione, al ricatto, allá macchina del fango, a bassi servizi per il suo editore".[i]
Ciertamente, el libro de Eco se centra en describir un artefacto paramediático promovido desde fuera de la profesión destinado a "enfangar" a la sociedad italiana, con mentiras, bulos, verdades torcidas, calumnias, descréditos y demás infamias y bajezas. Cuando el autor de El nombre de la rosa se ha refirió expresamente a la "máquina del fango" fue en una entrevista que el programa Salvados de la La Sexta le hizo oportunamente en Milán el 6 de noviembre de 2015.
Preguntó su reportera, Laura Gimeno, qué era eso de la máquina del fango de la que ¿habla? (no habla de ella, trata de ella sin nombrarla), el escritor en el libro Número cero. Pero la respuesta del escritor, traducida por la propia cadena española, es sorprendente: "Es un modo de deslegitimación del adversario mostrando aspectos secretos de su vida… Hay que pensar una cosa. Antes, cuando una persona era acusada por un juez tenía que demostrar su inocencia. En Italia, lo que ha pasado con los veinte años de gobierno de Berlusconi es que, cada vez un juez lo acusaba, él intentaba demostrar que el juez era culpable. "No me puede juzgar porque él es culpable de algo".
Parece evidente que el modelo Berlusconi, según estos autores, trataba de deslegitimar arrojando bulos e infamias sobre sus opositores, singularmente en este caso, a los jueces. O sea, puede decirse sin miedo a equivocarse que Pedro Sánchez ha plagiado, otra vez un plagio, el comportamiento de Berlusconi. ¿Qué no ha dicho o ha hecho decir o ha insinuado sobre el juez Peinado, que instruye un sumario donde su esposa está imputada? ¿Qué no han vomitado sus secuaces sobre el lawfare y la maldad intrínseca de una justicia independiente?[ii]
Sin embargo, y cómo no, el chularca español ha dado un paso más. Mientras que el italiano prefería la vía discreta de los hechos consumados, Sánchez, además, se ha atrevido a dictar un proyecto de gobierno "por la transparencia"[iii], esto es, una plan para acojonar a todos los que se le han enfrentado o han denunciado comportamientos presuntamente corruptos en su partido y en su familia. Cómo no, han envuelto en el celofán un Plan de Acción por la democracia para vestir su muñeco diabólico.
Como ven, el gran enfangador nacional ha vertido su porquería incluso sobre el origen de la expresión "máquina del fango", que se refiere a un gobierno, a un gobierno como el suyo, no a los jueces ni a los periodistas. El libro de Eco se centra en la satrapía de Berlusconi (al que señala con el nombre de Vimercate) que usó los medios públicos y privados (bastantes suyos propios) para ensuciar la vida italiana.
La diferencia es que Pedro Sánchez, que debe ser considerado justamente un Berlusconi socialcomunista y proseparatista (según las pautas de Saviani y Eco), sólo puede utilizar medios y dineros públicos para consumar la fechoría de denigrar sin más a todo el que pueda causarle algún dolor de cabeza. O sea, lo perpetra con el dinero de todos y desde las instituciones comunes a las que neutraliza u ocupa. Eso sí, del fango de los asesinos etarras y los golpistas catalanes, ni una palabra.
"La voz de la Moncloaca"[iv]
Así podría llamarse el "número cero" secreto que Pedro Sánchez ha encargado, según muestra El Confidencial en un extraordinario trabajo de investigación e información, a Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE y sucesor de José Luis Ábalos, el chivo expiatorio, aunque corresponsable, del caso Mascarillas o Koldo y del caso Delcy Rodríguez. La "princesa" de Zapatero, está nuevamente de moda por haber amenazado gravemente a Edmundo González Urrutia para forzarle a salir de Venezuela, operación infame a la que se ha prestado el gobierno de Pedro Sánchez. Pero esto no es fango, claro.
Se alude en la novela Número Cero –la cronología de un infame mercenario que cuenta cómo se puso en marcha una máquina del fango similar a la de Sánchez—, a un posible diario con ínfulas de semanario (Domani (Mañana) lo llama) del que se pretenden editar sólo doce números cero en los que se vertería todo el fango (¡verdades!) encontrado mediante investigaciones oscuras o reportajes falsos[v] sobre distintos personajes nacionales. Lo de "Moncloaca" destaca su origen e inspiración.
Eco lo cuenta así: "El Commendatore (tradúzcase por Gran Jefe o Puto Amo en español) quiere entrar en los altos círculos de las finanzas, de los bancos e incluso de los grandes periódicos. El instrumento es la promesa de un diario nuevo dispuesto a decir la verdad sobre todo. Doce números cero, digamos cero/uno, cero/dos en adelante, tirados en poquísimas copias reservadas que el Commendatore examinará y luego hará que las vea quien sabe él. Una vez que el Commendatore demuestre que puede poner en apuros a los altos círculos financieros y políticos, es probable que los elegidos le rueguen que desista de semejante idea: él renuncia a Domani y obtiene el pase para las altas esferas." Plan redondo. Si le añadimos, de paso, salvar a su mujer de un juicio por corrupción, perfecto.
Contándolo con "transparencia" y en español: El Puto Amo quiere demostrar a todos quién es y quién dicta en España. Su instrumento es una especie de servidor secreto puesto en marcha por Santos Cerdán y su colaboradora (a la que dijo no conocer) María Leire Díez Castro desde hace meses. Sus "números ceros" sucesivos contendrán secretos íntimos, escándalos y mugre sobre personalidades varias de la Casa Real, la Justicia, el periodismo, la política, la Seguridad del Estado, la redes sociales, los empresarios y cualquiera que se haya opuesto al Gran Jefe, su familia y a sus cómplices políticos.
Y luego, el Puto Amo decidirá qué se publica en medios afines o no (según tenga éxito o no la previa intimidación) y si se favorece la judicialización de todo para alargar los alborotos y desacreditar a los adversarios hasta su eliminación de la vida política, económica o social. Todo el material será preservado del polvo del tiempo y nadie sabrá qué hay en ellos, por si en el futuro tuvieran nueva utilidad. Si tiene en el empeño auxilio solidario de todo o parte del gobierno —pongamos como posibilidad el Ministerio de Hacienda—, aún no se sabe, pero se sabrá.
Esta operación instigada por el Puto Amo de Óscar Puente, que confesó haber dado pasos en esta misma estrategia antidemocrática, es la que se ha destapado en el diario digital El Confidencial. Pero todo empezó mucho antes. Por poner otro ejemplo, y no sería el único, se supo años más tarde que Narcís Serra, hoy imputado y entonces vicepresidente del Gobierno de Felipe González, pagó millones por el Informe Crillón contra Mario Conde, según la investigación interna de la Guardia Civil que lo destapó en 1993: un agente recogía el dinero en la Vicepresidencia del Gobierno y se lo llevaba a Roldán, el ex director general de la Guardia Civil luego fugado y cazado.
Como en tantos otros casos, y en éste de la máquina del fango, Pedro Sánchez, un incondicional del plagio, no hace más que calcar conductas anteriores de dirigentes socialistas y sus tentáculos mediáticos que pretenden distanciarse de los modos de gobernar que se practican hoy en La Moncloa. Fíjense que Manuel Chaves ordenó la vigilancia de dos presidentes de Cajas de Ahorros, socialistas ambos pero rebeldes, y llevó a los tribunales al periódico El Mundo, que lo contó. Antes no se llamaba la "máquina del fango", pero ya lo era.
La operación Moncloaca, que así debería llamarse, creo yo, es una "campaña de desinformación y acciones judiciales contra magistrados, fiscales y medios de comunicación para tratar de diluir las investigaciones contra Begoña Gómez y Koldo/Ábalos, forjar nuevos vínculos con sus socios independentistas y recuperar la iniciativa para el resto de legislatura", se escribía en ese diario hace cuatro días.
Y se añadía: "La operación de Ferraz consiste en difundir de forma escalonada, con la ayuda de medios y opinadores afines, supuestos datos comprometedores de miembros de la judicatura y profesionales de la comunicación para tratan de desacreditarlos y, posteriormente, tratar de judicializar esas noticias para montar causas que amplifiquen las supuestas revelaciones y contrarresten las causas que ya perjudican a los socialistas".
¿Cómo se ha hecho? Mediante el contacto de Cerdán y su ayudanta, recaudadora de fango, con imputados y procesados en casos de corrupción a los que se ha pedido todo tipo de información perjudicial "para los profesionales y sectores que el Gobierno ha puesto en su punto de mira". A cambio, se aliviaría su situación judicial o penal.
¿Y cómo se ha sabido? Porque una fuente fiable, un implicado, y sus datos confirmados han desvelado cómo, gracias a un empresario imputado y necesitado de auxilio judicial urgente, los inspiradores de la Moncloaca han accedido a "centenares de archivos que fueron intervenidos en 2017 al comisario José Manuel Villarejo". Estos documentos contienen información fangosa sobre los más tercos adversarios de Sánchez. El plan es elegir los más escandalosos y "fijar un calendario de difusión" para desviar la atención de Begoña Gómez y familia, sobre todo.
Nuestro Dieter Brandau, en un inteligente editorial del pasado 18 de septiembre, recordó el comienzo y el desarrollo del caso Watergate en Estados Unidos, en el que, cómo se supo luego, se usaron dineros oficiales y privados para desarmar y desacreditar al Partido Demócrata y sus miembros. Sabido es que el presidente Richard Nixon tuvo que dimitir de su cargo cuando se hicieron públicas conversaciones del más alto nivel que demostraban la implicación presidencial en los hechos.
¿Espera alguien aquí la dimisión del Puto Amo si se confirma su participación en la trama? Porque, como subrayó Dieter, sólo caben dos opciones. O La Moncloa y Ferraz presentan una denuncia contra El Confidencial por falsedad, calumnias y todo lo que se quiera y pueda o se procede a una cascada de dimisiones políticas y, seguramente, a una convocatoria electoral anticipada. Pero, en el modelo sanchista, quasi venezolano, la verdad no importa y si los hechos (o los votos) son ciertos, peor para los hechos (y los votos).
Así que fíjense en esta farsa del gran teatro político español. Primero, se hace hincapié en la máquina del fango, expresión que se atribuye falsamente, asimilando su autoridad literaria y/o moral, a Umberto Eco, para designar comportamientos perversos de "los otros" y luego se construye una máquina similar desde el gobierno de España para hacer lo mismo contra los adversarios. Es la cumbre borrascosa del fango en su grado máximo con desprecio a la inteligencia y capacidad política de ciudadanos, votantes y afiliados.
Por eso, lo que está ocurriendo en España es la apoteosis de un enfangador compulsivo, que es quien, salvo que lo desmienta y lo demuestre, ha inspirado la Moncloaca. Pero la operación fangosa, a la hora de escribir estas líneas, nadie la ha desmentido y lo que se ha negado (la relación Cerdán-Díez Castro) es una falsedad más, certificada por testimonios gráficos de la presencia de esta señora en Ferraz.
Los antiguos griegos usaban la palabra "apoteosis" para significar el proceso por el cual se reconoce la máxima dignidad posible a un hombre, e incluso a un héroe. Equivale a la concesión del carácter divino a un mortal, el endiosamiento, la impunidad inabordable. En nuestros tiempos, sería el modo que tienen algunos políticos para alzarse como dictadores por encima de toda justicia y de toda ley. En el caso de Pedro Sánchez, necesita un endiosamiento fuera del alcance de los mortales ciudadanos españoles y europeos porque le va todo en ello.
Detalló la ex socialista Soraya Rodríguez (hasta 2019), conocedora precisa del personaje, que "su patrón de comportamiento ha sido constante: crear primero contextos falsos, inexistentes, para luego presentarse como el único capaz de salvarnos de las fingidas amenazas inventadas. Lo hizo primero para alcanzar el poder orgánico en el PSOE; lo hizo después para lograr la Presidencia del Gobierno".
Y como medio necesario, tras engañar a Susana Díaz y acusar de casta dirigente (aprendió de Pablo Iglesias, su pesadilla, jajaja), a todos sus adversarios internos, redujo al Comité Federal del PSOE al "papel de pinchadiscos de Raffaella Carrá". Otra italiana, vaya. Como Berlusconi Il Cavaliere o Il Commendatore. Como la Mafia o la Camorra o las Brigadas Rojas.
Las máquinas, las del fango incluidas, tienen un inconveniente: no funcionan solas. Al final, hace falta un maquinista que las haga funcionar. Cuando son máquinas estatales complejas y terribles por sus consecuencias necesitan un gran maquinista. Por eso a Stalin lo llamaron así, "el gran maquinista". El problema para Pedro Sánchez, si nada se desmiente y todo se confirma, es que cuando el fango empiece a manchar el cuerpo y el alma de los españoles, todos sabremos quién ha sido el maquinista. Ya lo sabemos.
P.D. Para socialistas
Nuestro impropiamente desacreditado, por otra máquina del fango, premio Nobel, José Echegaray, demócrata convencido, escribió en Mis recuerdos (III): "Si esta autoridad, llámese rey absoluto o llámese directorio socialista, todo lo dispone y todo lo ordena, convirtiendo a cada ciudadano en mísera ruedecilla de una máquina enorme, en este caso los errores del gran maquinista pueden causar la destrucción del mecanismo entero". (Epígrafe LXIII).
[i] Como no sé italiano, me he servido de los traductores automáticos de la red: "Una pequeña redacción que elabora un periódico destinado, más que a la información, al chantaje, a la máquina del fango, a mezquinos (bajos, miserables) servicios para su editor"
[ii] No es nada nuevo en el PSOE. El diario Claridad, de Largo Caballero y Luis Araquistain, amenazaba incluso físicamente a los adversarios. Hasta a Ortega y Gasset, como cuenta él mismo en una carta a Victoria Ocampo. El gobierno de Felipe González trato de amordazar a periodistas a través de la Fiscalía General del Estado. Doy fe. Los jueces que instruyeron causas contra su gobierno, por ejemplo, Marino Barbero (Caso Filesa) fue investigado para desacreditarlo y destruirlo humanamente. Al juez Ángel Márquez, instructor del caso Juan Guerra, se le ofreció un puesto en el Consejo del Poder Judicial si declaraba el secreto del sumario en el período electoral. ¿O qué decir sobre el vídeo contra Pedro J. Ramírez, que "puso al descubierto la lamentable situación de un partido centenario uncido al yugo de una generación de políticos enfangados hasta las cejas en la corrupción?"(Jesús Cacho). Nada nuevo, no.
[iii] ¿Cómo puede creerse tal cosa cuando este señor ni siquiera permite preguntas en muchas de sus ruedas de prensa o cuando inauguró su carrera mintiendo sobre una tesis doctoral que ni escribió ni leyó ni defendió? Al menos, ha engañado a los españoles gravemente en 50 ocasiones (o más).Lo primero que hace siempre es corromper el sentido de las palabras, verbigracia, "transparencia".
[iv] La denominación de Moncloaca está justificada porque aunque la basura se almacena en la calle Ferraz es evidente que la instrucción ha tenido que salir de La Moncloa, residencia familiar del Gran Jefe.
[v] En la novela de Eco se exime a su redactor jefe de fabricar reportajes falsos: "Yo no iba a tener que salir a la calle para hacer reportajes falsos, sino que tenía que estar siempre en la redacción para
registrar los diferentes acontecimientos" (capítulo III). Aquí ya se verá. Por ahora, ya huele a fango en los medios afines al sanchismo.