
Acaba de cumplirse un año de mi viaje a Israel. Fue en septiembre de 2023. Muy poco después de regresar a España, el 7 de octubre de 2023, aniversario inminente, Hamás cometió uno de los más graves crímenes que se recordarán durante mucho tiempo. De aquellos asesinatos, que bebían del odio ancestral al pueblo judío —ya Estado y nación israelitas desde 1948—, hemos llegado a una confluencia internacional de venganzas y odios que nos pueden sumir en un infierno. La reciente "lluvia" de misiles iraníes sobre Tel-Aviv y Jerusalén y la respuesta que dará el gobierno israelí al régimen islamo-teocrático de los ayatolás, nos tienen en vilo.
No es fácil simplificar, siempre una impertinencia, la complejidad de los problemas y sus orígenes históricos, y mucho menos, ignorar los intereses reales en juego. Pero en estas vísperas de la masacre de 2023, me ha parecido conveniente aportar la reflexión de José Ortega y Gasset, el principal filósofo español del siglo XX y uno de los más importantes de la Europa de su tiempo, sobre Israel, lo hebreo y el antisemitismo tan absurda e irracionalmente adoptado por la errática izquierda occidental.
Le tocó vivir (1883-1955) en pleno apogeo del antisemitismo, y aunque trató de los judíos mostrándose como un enemigo visceral del antisemitismo, no lo hizo de manera metódica sino, digamos, impresionista. Desde la Rusia zarista a la España republicana –que como régimen los defendió tan ineficazmente que muchos de los solicitantes de asilo terminaron siendo víctimas del Holocausto—, el antisemitismo se estaba apoderando de la Europa nacionalista, muy especialmente en Alemania.
La posición de nuestro pensador sobre el antisemitismo es decisiva y clara. En primer lugar, tiene claro desde muy joven que el antisemitismo es una lacra moral. Segundo, el antisemitismo no se compadece con su idea de nación integradora. Finalmente, es autolesivo porque el pueblo de Israel es una fuente de cultura y valores que conforman lo que es Occidente y lo hacen necesario para su futuro.
Lacra moral
Ortega, que estudió en Alemania desde 1905, percibió el crimen muy pronto, en 1910. En un estudio sobre Shylock, el famoso judío y "mercader de Venecia" de Shakespeare, narra Ortega una experiencia directa sobre el antisemitismo, un texto conocido y reconocido por su horror al odio político y racista y su sinceridad. Recojo[ii] ampliamente su experiencia con un relojero judío:
Shylock no es una anécdota arrancada a un frívolo centón italiano. El pobre judío errante que camina corvo por los caminos históricos, so el gravamen de infinitas desventuras, es un personaje milenario. Todavía vive. Yo le he visto en el Brühl de Leipzig, delante de su escaparate miserable, donde se exponen las pieles más caras; le he visto cargado de hombros, cubierto con un raído levitón, la nariz corvina y una barba roja larguísima. Le he visto más enhiesto y en apariencia más tranquilo, paseando por el Zeil de Frankfurt. Y un día, en un vagón de tercera, conforme se va de Witemberg a Berlín, pude reconocerle sentado frente a mí: era una bolita de carne vieja y una cabezuela redonda y una nariz picuda y unos ojos de gorrión, y todo esto en perpetua inquietud. "Yo no puedo estar sin hablar, lo confieso —me dijo—. ¿Es usted alemán?... ¡Español!... Yo he leído a "López" de Vega, yo soy israelita y tengo en Berlín una pequeña tienda de relojes...". El vagón se había llenado de hombres alemanes, de comisionistas, de estudiantes, de soldados; apenas oyeron la palabra israelita, comenzaron a caer chanzas y groserías sobre el menudo viajero. Y yo me avergoncé, lo declaro: temí que aquellas gentes estólidas descubrieran en mi palidez española y en mis barbas negras una filiación hebrea. Me avergoncé y no tomé su defensa, y la otra noche, viendo El mercader, se puso de pie en mi memoria el pequeño relojero judío y me clavó sus ojuelos de avecilla maligna y sentí un pinchazo en el corazón.
Y a continuación, exclama:
¡Cómo ha padecido esta raza egregia! Los demás pueblos han ido destilando gota a gota sobre el judío todo su poder de odiar. Se le ha maltratado, se le ha expoliado millares de veces, se le ha escarnecido. Se le han cercenado todos los derechos, se le ha recluido, como al ganado en el corral, dentro de los ghetti y juderías: se le ha señalado con las ruedas bermejas… ¡Mísera raza inmortal! Desde remotos siglos, los pueblos europeos, los árabes, los turcos más tarde, han ejercitado sobre las carnes hebreas su capacidad de atormentar. En las morenas y pálidas carnes han ensayado el filo de sus puñales.
Para Ortega, el antisemitismo, una grave "lacra moral", procede de la propia creencia de Israel de ser el pueblo, que no raza, elegido por Dios. Provocó el efecto espejo en otros pueblos y culturas, véase el Imperio Romano y su antijudaísmo. De la lectura del Antiguo Testamento dedujeron los protestantes puritanos y anglosajones (Biblia más colonias, que resaltó Toynbee) que el pueblo elegido eran ellos, no los judíos. Sin embargo, fue la Alemania, sin colonias aún, del siglo XIX la que maduró el antisemitismo hasta sus últimas consecuencias.
La idea de Nación no puede excluir a los judíos
Se ha dicho que nuestro gran maestro de la libertad sensata se vacunó contra el antisemitismo que conoció en Alemania, no sólo por esa experiencia personal u otras que desconocemos, sino también por el hecho de que dos de sus maestros allí, neokantianos, fueron judíos.[iii] En cierto modo es asi, pero sustancialmente porque los dos, Herman Cohen y Paul Natorp, influyeron en la idea de nación como integración (Estado-nación, res facta[iv]) más que como exclusión (Estado-cultura, res nata) que fue cuajando en Ortega. Así se explica mejor su reacción contra una II República desgarradora de la Nación española desde su principio.
Para nuestro pensador, era característico de Israel situarse bajo una Ley, bajo la Ley. De ahí que, en su tiempo, la mayoría de los judíos europeos quisieran aceptar las leyes de las naciones donde habitaban, ser considerados como ciudadanos, como "nacionales", como iguales. Pero, tras las decepciones –antes y sobre todo desde el romano Tito—, provocadas por ser considerados personas (incluso perros) de la peor clase, "exentos de ciudadanía" matiza Ortega, desembocaron en la creación de un Estado propio, tras siglos de errabundez, expulsiones, desprecios y asesinatos masivos.
Mientras muchos identificaban desde la Edad Media (hasta Nietzsche[v] y después) a los hebreos con la virtud económica, Ortega vio en ellos la virtud de la resistencia espiritual, inteligente y tenaz. ¿Qué ha conseguido el dolor arrojado sobre ellos durante siglos:
¿Qué han conseguido? ¡Ah! El dolor, el divino pedagogo, ha sutilizado las almas israelitas, ha dado a este pueblo unas energías ardorosas que le hacen el más apto para las labores sublimes. Hemos matado judíos, y su sangre, conforme se iba enrareciendo, se hacía más exquisita, se espiritualizaba, se convertía en pura energía psíquica, era el mínimum de vehículo y el máximum de poderes inteligentes. Por las venas judaicas ya sólo fluye espíritu: filosofía, revolucionarismo, lirismo y partida doble[vi].
La aportación de los judíos a la cultura
Incluso para resolución de los problemas filosóficos, Ortega encuentra inspiración en la pertinaz insistencia judía: "Los grandes problemas filosóficos requieren una táctica similar a la que los hebreos emplearon para tomar a Jericó y sus rosas íntimas: sin ataque directo, circulando en torno lentamente, apretando la curva cada vez más y manteniendo vivo en el aire son de trompetas dramáticas. En el asedio ideológico, la melodía dramática consiste en mantener despierta siempre la conciencia de los problemas, que son el drama ideal".
Incluso concede a los auténticos profetas como Amós, el primer "pensador" hebreo, contemporáneo de Tales, ser uno de los orígenes del pensamiento crítico. Dios encarga a Amós "profetizar contra mi pueblo" y añade que "todo profeta es profeta contra" como lo es todo pensador. Pensar es pensar contra la ignorancia, contra lo establecido, contra la apariencia, contra la mentira.
Ortega y Gasset, que veía como tareas impropias de España "arrojar a los judíos, conquistar América, dominar a Flandes e Italia, combatir la Reforma, apoyar el poder temporal de los Papas", se quejó de que abandonara misiones propias "como la europeización de África desde Túnez a las Canarias y el Sahara". O sea que en España parece que se vive al revés. Y parte de ese revés eran los judíos españoles.
Precisamente como ejemplo pone el abandono del Rif y de Marruecos, "donde casi se habla español, donde habitan más españoles que gentes de otra nación europea, donde hay cien mil judíos hermanos, muchos de los cuales conservan la hermosa vieja lengua nuestra". No se defiende España como se debería y de lo que se trata es de "libertar a España de la inepcia triunfante", algo que aún no hemos conseguido.
Ortega aprecia asimismo el desasosiego íntimo de los israelitas ("a mi juicio, benéfico") porque "han rodado mucho por el planeta, se sienten más cosmopolitas que ningún otro pueblo, y la circunferencia de su horizonte no coincide nunca con la del país donde se hospedan, siempre más reducida". Esto es, ya sea por la estatura de su Dios único y cósmico, ya sea por su forzoso destino errabundo, los judíos siempre tienen una línea más de horizonte, un pensamiento más general y abarcante.
Utiliza el dúo político-sentimental judío-dinero para poner en duda la tesis de Marx sobre la preminencia de las relaciones económicas. "Nadie, ni el más idealista, puede dudar de la importancia que el dinero tiene en la historia, pero tal vez pueda dudarse de que sea un poder primario y substantivo. Tal vez el poder social no depende normalmente del dinero, sino, viceversa, se reparte según se halle repartido el poder social y va al guerrero en la sociedad belicosa, pero va al sacerdote en la teocrática. El síntoma de un poder social auténtico es que cree jerarquías, que sea él quien destaca al individuo en el cuerpo público. Pues bien: en el siglo XVI, por mucho dinero que tuviese un judío, seguía siendo un infra-hombre, y en tiempo de César los ‘caballeros’, que eran los más ricos como clase, no ascendían a la cima de la sociedad", razona.
Presiento la admiración orteguiana hacia el tratamiento que los hebreos hacen de la tradición, que no es el pasado sino lo que sobrevive de él en el presente por su utilidad y valor. No se renuncia fácilmente, dice a la creencia de pertenecer a un pueblo elegido. Y ello aporta dos elementos culturales profundos: la desesperación y la esperanza. La desesperación procede de no estar a la altura de la Ley, de Dios, pero queda la esperanza mesiánica: el futuro.
"Sin embargo, no se olvide, es el hombre que desde siempre ha desesperado de sí; hasta el punto de que vive de la esperanza en otro, en el Mesías. Está en esta vida y en este mundo sin estar propiamente, como acontece a todo el que está aguardando algo, que donde verdaderamente está es ya, desde luego, en el futuro esperado". ¿No está en ello el origen de toda esperanza, utópica o realista, de mejorar, de abrirse camino en los siglos? Nada de sumisión a la voluntad de un Dios sino desesperanza y esperanza en él, conflicto, desafío. Es la elección de la libertad y el conocimiento frente al Paraíso del instinto ciego.
También admira la travesía del desierto, lejos de los ricos guisos egipcios, que hizo el pueblo de Israel. Y la usa como metáfora iluminadora de su visión de la historia de Occidente: "Como el pueblo de Israel, dirigido heroicamente por el ardor alucinado y alucinante del genio de Moisés, al abandonar el reposo, entre los bien olientes pucheros de Egipto, para arribar un día a la tierra prometida, tiene que peregrinar por los sinsabores y penalidades del desierto, la humanidad occidental, al dejar la casa cristiana y gótica y antes de llegar a la mansión del racionalismo y la ciencia natural moderna, vive tres siglos de tránsito, a la vez de desasosiego y vagos entusiasmos, de azoramiento e interinidad".
Tampoco pierde la oportunidad de elogiar a los sabios judíos nacidos en la Península: "Uno de los hombres más sabios que ha habido en Israel…el gran Maimónides, compuso una obra famosa, resumen de toda esencial sabiduría, que tituló Guía de los perplejos. ¡Claro! Una de las cosas más terribles de la vida es la vacilación, tener que decidirse ante muchas posibilidades iguales. La razón, cuanto más trabaja entonces, más se hunde en la perplejidad y más descubre, sea dicho con todo respeto, el fondo de asno de Buridán que hay en ella. Así, en nuestra existencia, nos ha acaecido varias veces. Es preciso un golpe cordial de aventura, la «apuesta» de Pascal, y ponerse en la encrucijada a jugar a cara o cruz".
Pero todo ello no evita que el filósofo critique lo que es el judaísmo en su vertiente puramente religiosa y dogmática. "Los semitas han llegado a elaborar dos grandes fórmulas de civilización: el judaísmo y el islamismo, pero no han pasado de ahí. Ambas culturas alcanzan la perfección característica del círculo vicioso: son construcciones dogmáticas tan precisas y acabadas, que es imposible salir de ellas una vez en ellas iniciado." Cuando Ortega escribe esto, no existía el Estado democrático de Israel, complejo y contradictorio si se quiere, pero muy alejado de la sumisión paralizante del islamismo y superador del viejo judaísmo por integración, no por eliminación.
Antisemitismo y nacional-socialismo
Hay quien ha criticado que Ortega no se haya referido más al régimen nacional-socialista y a sus terribles efectos sobre los judíos. Es cuantitativamente cierto. No se refiere Ortega a Hitler más que en alguna ocasión pero su reflexión es poderosa e insiste en la maldad intrínseca del nacionalismo etno-cultural de la Alemania nazi[vii] en tanto obsesión por la creación de un universo excluyente y propio. Pero sí se refirió al fascismo y muy tempranamente (1925) en su texto específico titulado Sobre el fascismo, sine ira et studio, al que rechaza por acceder ilegítimamente a un poder político que ejercía además ilegítimamente.
Igualmente, apenas trata del nacional-socialismo, aunque en algún escrito advierte que nada había en él que no hubiese sido incubado con anterioridad. La Liga Antisemita fue fundada en 1879 y el Partido Popular Antisemita de 1890. En un artículo publicado en 1935[viii], Un rasgo de la vida alemana, con Hitler ya en el poder, prefirió tratar el asunto desde un punto de vista histórico, como una continuación del empeño de "organizar la vida colectiva" de la nación alemana, puesto en marcha en 1850.
Cuando vuelve a Berlín a impartir su conferencia de 1949, De Europa meditatio quaedam, elige referirse al horror global sufrido: "Las dos únicas palabras que conservaban algún prestigio —cárcel y muerte— hoy ya no significan nada porque se ha llevado a la cárcel por los motivos más opuestos y más fútiles, porque se ha asesinado bajo todos los pretextos y porque una reciente filosofía macabra, una filosofía que viene a ser como una nueva ‘Danza de la muerte’ ha querido convertir a la muerte en bonne à tout faire[ix]".
Muchos desearíamos haber podido leer más y extensas reflexiones del maestro sobre el Holocausto, sobre los campos de exterminio y el antisemitismo criminal de los nazis. Pero que ello no haya sido así, no implica que, cualitativamente, Ortega y Gasset no demostrara siempre una actitud contraria al antisemitismo, reconociendo a Israel un papel privilegiado en la creación intelectual y moral de Occidente, donde él hubiera querido ver integrados a los judíos.
Agapito Maestre recuerda en su libro Ortega y Gasset, el gran Maestro, que el ministro socialista español, entonces comunista, Enrique Múgica Herzog, de ascendencia judía, asistió en 1955 al entierro del filósofo en Madrid. En el acto fúnebre, Múgica reprochó a otro de los organizadores del acto del cementerio unas palabras desdeñosas hacia el maestro, al que consideraba el pensador más importante del siglo XX[x]. Es un detalle.
[i] Aunque "semita" es un etnónimo que se refiere en origen a hebreos, árabes y otros grupos, "antisemita" se aplica exclusivamente a los que muestran hostilidad o prejuicios hacia los judíos, su cultura o su influencia.
[ii] Los textos de Ortega los extraigo de sus Obras Completas, Revista de Occidente, VII Edición.
[iii] Ortega y Gasset ante la cuestión judía: La religión de la cultura, Juan Bagur Taltavull, en
Relatos de cosmopolitismo en el pensamiento filosófico hispánico: XIV Jornadas Internacionales de Hispanismo Filosófico, Asociación de Hispanismo Filosófico (AHF) y Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 3-5 de abril de 2019.
[iv] La expresión es de Nietzsche, en Más allá del bien y del mal, 251, tras lo que recomienda desterrar a los antisemitas y acoger a los judíos "con cautela".
[v] Nietzsche incluso propuso una nueva germanidad como resultado de "un injerto, un cruce entre el arte heredado de mandar y obedecer… y el genio del dinero y de la paciencia", al que adosaba algo de espiritualidad.
[vi] Se refiere el método de contabilidad desarrollado por el franciscano Fray Luca Bartolomeo de Pacioli en el Renacimiento italiano.
[vii] Como criticó los nacionalismos periféricos españoles por la misma razón.
[viii] La Nación, de Buenos Aires, 24 de febrero de 1935
[ix] Puede traducirse como "criada para todo" o remedio para todo.
[x] Fue el cineasta gaditano Julio Diamante quien, tras lamentar la muerte de Ortega como "paladín de la libertad", masculló: "Ya era hora de que el viejo sirviera para algo", lo que originó la recriminación de Enrique Múgica. Puede leerse en el libro de Pablo Lizcano, La generación del 56: la universidad contra Franco. Ed. Saber y Comunicación, Madrid, 2006, pág. 121. Lo cita Agapito Maestre en su libro.