Este martes tendrán lugar las elecciones generales en los Estados Unidos, donde, además de elegir al nuevo presidente, se renovarán los 435 escaños de la Cámara y una tercera parte del senado.
El sistema electoral norteamericano apunta a un equilibrio perfecto entre la representación popular y la representación territorial. Con 334 millones de habitantes, cerca de 240 millones podrán votar el 5 de noviembre.
En los 235 años de democracia, solamente tres expresidentes han buscado volver al poder luego de salir del cargo. El primero fue Grover Cleveland, quien perdió la reelección inmediata en 1888, pudo regresar a la Casa Blanca en 1892.
Theodore Roosevelt, que era el vicepresidente de William McKinley, asumió el poder en 1901, luego de que el titular fuera asesinado. Estuvo como presidente hasta 1909. Se presentó en 1912, pero fue derrotado por Woodrow Wilson.
El último caso es el de Donald Trump. El día de la posesión de Biden, en un mensaje de despedida aseguró que regresaría y, según las encuestas, tiene muchísimas posibilidades de alcanzar su objetivo.
Para entender el funcionamiento del sistema de elección del presidente de los Estados Unidos, es necesario hacer un poco de pedagogía. Hay que empezar por decir que la designación no es directa, lo que significa que no gana el que conquiste más votos populares, sino el que más apoyos obtenga de los colegios electorales.
Y el modelo tiene sentido, porque si el presidente se designara por mayoría ciudadana, bastaría con captar las mayorías ciudadanas de 13 de los 50 estados para ganar, con lo que la representación de más del 70% del territorio quedaría sin poder ninguno en la escogencia de su gobernante.
Para equilibrar la balanza, se diseñó el sistema del colegio electoral, en el que cada estado, de acuerdo a su población, tiene un número de votos. El candidato que gane cada estado, se queda con la totalidad de esos votos.
Ejemplo: California tiene 54 votos, Florida 30, Texas 40, Nueva York 28. Y así hasta llegar al total de votos electorales que resulta de la sumatoria de los 50 estados, que es de 538. Ganará la presidencia quien obtenga 270 o más.
Trump llega al día de las elecciones con el viento a favor. Desde hace más de 5 semanas su tendencia en las encuestas es al alza, mientras que la socialista Kamala Harris experimenta una importante caída.
Al margen de los estudios demoscópicos, existe una plataforma que, si bien no implementa el rigor propio de las encuestas, sí esclarece lo que la gente del común está previendo. Se trata de Polymarket, un lugar muy popular en los Estados Unidos donde las personas apuestan sobre temas diversos, como resultados de elecciones, decisiones de políticas públicas y demás.
El Polymarket se basa en el principio de "sabiduría de las multitudes": las decisiones o predicciones colectivas de un grupo diverso de personas pueden ser más precisas y efectivas que las de individuos expertos en solitario.
Pues bien, al momento de escribir este artículo, Polymarket refleja que el 67% de los apostadores creen que Trump ganará, mientras que el 33.1% cree que Harris será quien se imponga en las elecciones del 5 de noviembre.
Cuando las elecciones están ajustadas, el foco de atención se posa sobre los denominados "Estados péndulo". Se trata de siete Estados —Florida, Pennsylvania, Michigan, Wisconsin, Arizona, Georgia, Carolina del Norte y Nevada— donde el resultado electoral puede variar de una elección a otra, sin una inclinación clara y constante hacia uno de los dos partidos, republicano o demócrata. Según el Polymarket, Trump gana en 6 de los 7 —Michigan es el único donde hay empate—.
Otro dato significativo es el de Ohio. Desde las elecciones de 1896, quien gana en Ohio, gana la presidencia, con un paréntesis en 2020, cuando ganaron los republicanos, pero la presidencia quedó en manos de los demócratas. Según la plataforma, el 94% de los apostadores van por el triunfo de Donald Trump en ese Estado. Las encuestas, por su parte, indican una ventaja de 7 puntos del republicano sobre Harris.
Lo cierto es que esta ha sido una campaña cargada de crispación, en la que los demócratas redoblaron sus ataques contra los millones de votantes republicanos, calificándolos como nazis, enemigos de la democracia y demás.
Los señalamientos no han acoquinado a los seguidores de Trump. Todo lo contrario: han servido de aliento para su movilización que se ve reflejada en la masividad de los actos de campaña del expresidente y virtual ganador.